viernes, 10 de julio de 2020

El mundo y el Reino. Comentarios sobre una novela católica

Hace unas semanas leí en Religión en Libertad un artículo sobre el novelista escocés Bruce Marshall. Nunca había oído hablar de él, pero el artículo picó mi curiosidad y decidí comprar una novela suya. La única que encontré en inglés fue The world, the flesh and Father Smith (El mundo, la carne y el Padre Smith). Me ha conmovido y me ha removido. Esto no es una reseña del libro, sino una explicación de por qué me ha gustado tanto y por qué creo que leerlo alegrará e iluminará tu alma.

El primer motivo es que hace una descripción maravillosa del Mundo en el que vivimos y del camino al Reino al que aspiramos. La novela transcurre en Escocia de 1908 a 1943, pero la descripción del Mundo es actual. Tuve que comprobar varias veces que la novela había sido escrita en 1944. No me podía creer que alguien hace 70 años describiera tan bien el siglo XXI. Se ve que el Mundo no ha cambiado. Probablemente el Mundo siempre ha sido el mismo.

Un segundo motivo son los discursos, homilías y discusiones que aparecen.  Son las cosas que a mí me gustaría oír ahora y nadie dice. Ya que en mi parroquia, o mi Obispo, no nos cuentan que nuestra misión es llegar al Reino y de los peligros del Mundo, pues al menos que me los cuente el P. Smith (y su obispo y las monjas…).  También aparece la muerte, que es un gran focalizador de nuestras aspiraciones. Esto no lo hace una novela macabra, todo lo contrario. Por ejemplo la confesión y extremaunción que hace a un marinero en el primer capítulo te ilumina y te alegra. Incluso te hace reír.

En la misma linea, me emociona ver la piedad, la reverencia a los sacramentos, la importancia primera de la liturgia. No es que fuese generalizado: cuenta por ejemplo que con la llegada del cine se vaciaron las iglesias. Probablemente eran unos pocos con la visión tan clara de la doctrina y Jesucristo en la Eucaristía. Pero ver ese fuego que ya no tenemos…

El tercero es que es una novela realista (no me gusta el término pero no se me ocurre otro). Nadie es un héroe. Todos son pecadores. Unos son más brillantes que otros, muchos con buenas intenciones, pero todos fallan, caen, no saben qué hacer. Quizá es por eso que te ves reflejado en lo que pasa. En el mismísimo primer párrafo cuenta como el P. Smith empieza a rezar por la conversión de Escocia, pero para tras dos frases porque “sintió que rezar por la conversión de Escocia nunca parecía hacer mucho bien, pues por todas las intercesiones de la Santísima Virgen, Escocia, severa y salvaje, continuaba en 1908 siendo tan Presbiteriana y falta de santidad como siempre”. Yo me he preguntado a veces por la utilidad de mis oraciones con casi las mismas palabras.

Aunque el protagonista es el P. Smith, hay otros sacerdotes que salen casi en cada capítulo. Tienen visiones diferentes de cómo proceder: para uno es la cercanía, para otro es la liturgia, para otro es la confrontación directa con el mal. Pero lo que todos tienen es un amor por Dios que les lleva a amar a sus feligreses y poner todos sus esfuerzos en dirigirlos hacia el cielo. Y te das cuenta que es verdad: el buen cura es el que ama a todos sus feligreses y quiere que cada uno acabe en el cielo. El método que siga es menos importante.

Es una novela amable, incluso tierna, pero directa y profunda, sin ambigüedades ni medias tintas. Tiene retazos de humor e ironía que te hacen reír y momentos emotivos que te hacen llorar. Me ha llegado hondo y me ha ayudado a repensar qué es el Mundo, qué es el Reino y lo que tengo que trabajar para llegar del uno en el que estoy al otro al que quiero llegar.




lunes, 22 de junio de 2020

Problemas y síntomas, o el nefasto activismo

Yo soy profesor de universidad, y en muchas reuniones se abordan cuestiones como la baja tasa de aprobados en primero. El objetivo es buscar soluciones a este “problema”. Y cada vez –mis colegas deben estar ya hartos de oírme– indico que la baja tasa de aprobados no es el problema, sino que es un síntoma. Si fuera el problema, con dar un aprobado general, lo tendríamos resuelto. Y como, obviamente, dar un aprobado general no es una solución, la tasa de aprobados no es el problema. Si queremos aumentar la tasas de aprobados debemos primero identificar cuál es el problema y después intentar resolverlo. Si no, es dar palos de ciego. Y los palos de ciego sirven de poco, pues llevamos años probando soluciones sin éxito. Nadie niega que lo que digo tiene sentido, pero antes de acabar la reunión ya han propuesto otro palo de ciego en vez de intentar averiguar el verdadero problema.

¿Por qué esta forma de actuar? Se me ocurren varios motivos. Un primer motivo es que no sabemos qué hacer para identificar el problema. Los problemas sociales no son simples y haría falta trabajo, tiempo y dinero que no tenemos. Hay otros motivos, pero después llega el que creo más interesante: el activismo, el “tenemos que hacer algo”. Y ese algo tiene que ser algo que podamos mostrar: intentar determinar cuál es el problema no sería “hacer algo”.  No es que no se quiera resolver el problema, pero la apariencia de actividad es más importante que la eficacia de la solución. 

Este es un desorden de nuestra sociedad: meditar, pensar, reflexionar no están bien vistos, lo consideran inmovilismo. Si no hay acción, no hay un plan, no hay medidas o decretos, no hay nada. 

Como contraste tenemos la virtud cardinal de la prudencia. Es la primera y principal virtud cardinal: las demás se apoyan en ella. La prudencia no significa alejarse del peligro: eso es pusilanimidad. Tampoco significa lanzarse al peligro sin pensar: eso es ser temerario. La prudencia exige estudiar a fondo el problema o la situación, tomar la decisión de qué es lo mejor y después hacerlo. La prudencia exige acción, pero sólo después de tener claro cuál es el problema y qué es lo que hay que hacer.

Desgraciadamente en la Iglesia no sigue su propia sabiduría, dan la espalda a esta virtud cardinal y vemos los mismos defectos que veo en mi universidad: el nefasto activismo. Una analogía al problema de los suspensos de primero es la poca gente que va a misa. Poca gente va a misa, ¿cómo resolvemos este problema? Y otra vez, no es un problema, es un síntoma. El problema es otro. Pero no nos planteamos eso sino que buscamos “soluciones”, porque hay que hacer algo. Por ejemplo, misas-espectáculo por Navidad, para que vengan los padres a ver a sus niños y se llene el templo, o coros y guitarras u homilías poco controvertidas.

Por suerte, a diferencia de los suspensos de primero en la universidad, sabemos perfectamente cuál es el problema: nos hemos alejado de Dios. Pero si en vez de buscar volver a Dios, buscamos ser “activos”, llegamos a las soluciones indicadas, que no hacen nada por acercarnos a Dios. Más bien todo lo contrario. Y vemos templos cada vez más vacíos.

No es fácil saber en qué nos hemos alejado de Dios, pero no importa, en las Escrituras hay muchos ejemplos y el camino de conversión es siempre el mismo: arrepentimiento, oración, ayuno, mortificación. Pero no es el camino que se sigue, porque no es actividad, no da lugar a una mejora medible, a unas estadísticas que podamos enseñar. En serio: me he encontrado con algún sacerdote que cree que rezar no es hacer nada.

Consideremos el Domund, el día de Seminario o cualquier otro día en el que queremos trabajar en la “solución de un problema”. Lo que hacemos ahora es lo siguiente: la semana anterior te dirán que la semana que viene es el día en cuestión, después en la misa se recordará al inicio que tenemos una intención especial, en la homilía se le dedicarán unos minutos, en las peticiones se hará una o dos preces específicas, se recordará antes de la colecta que se recoge el dinero para esa intención y a la semana siguiente te dirán cuánto se ha recogido en la colecta. Incluso cuando se hace un ayuno, como el día del ayuno voluntario en la campaña contra el hambre, se conecta el ayuno con la colecta, recomendando que des lo que te ahorres de comida. Lo que queda al final en la mente del fiel es la colecta y poco más. Es una visión materialista de los problemas, que no los resuelven, pues se quedan en los síntomas.

¿Cómo me gustaría que se hiciera? Se expone el problema como un problema espiritual, de alejamiento de Dios, de pecado. Y de pecado nuestro, no de los demás: tú tienes que rezar, ayunar y arrepentirte de tus pecados. Se puede empezar con antelación con una novena. Llegado el día, se dedica todo el fin de semana, y no sólo la misa, a la intención. El sábado es día de ayuno y hay una exposición del Santísimo desde las 9:00 a las 21:00, con sacerdotes confesando (no olvidemos la parte de conversión y arrepentimiento). Durante estas 12 horas hay tiempo de sobra para hacer meditaciones orientadas a la cuestión, oraciones, peticiones, etc. El domingo se acaba con una misa solemne de petición y acción de gracias. Y sí, hay una colecta especial, pero el objeto de la colecta es de desprendimiento, de ofrenda, de limosna penitencial, no de mera recogida de fondos. Imaginaos la fuerza de una actuación así de una comunidad. Y el mensaje que daría, tanto dentro de la Iglesia como a los de fuera.

No conozco ninguna parroquia que tenga un programa de actuación como este. Me imagino que incluso dentro de círculos diocesanos si un párroco indica que para el Domund va a hacer un día de Exposición del Santísimo, oración, ayuno y conversión le mirarán con cara rara y le recordarán que está muy bien, pero que no se olvide de hacer algo útil. 

Y aunque lo ideal es que se hiciera en comunidad, desde la institución, lo bueno es que no es necesario que lo convoque nadie: no necesitas permiso para rezar la novena, hacer una jornada de oración, ayuno y conversión para cualquier intención que quieras. Puedes hacerlo tranquilamente en tu casa. Así que, si te parece bien esta idea, no esperes a la parroquia o a la diócesis. Ya sabes lo que tienes que hacer.
 

domingo, 14 de junio de 2020

¿Cómo sé si voy por el buen camino?

Hace unos días vi un tweet de @Manoletinaiole haciéndose una pregunta que yo me he hecho muchas veces: ¿Cómo puede ser que una persona piadosa, que va a Adoración, reza el rosario diariamente, considere adecuadas, o incluso admirables, ciertas actitudes o acciones poco cristianas? 

Posiblemente lo más sano es primero darle la vuelta a la observación: si yo pienso eso de otros, seguramente hay otros que piensan lo mismo de mí. Luego me replanteo la pregunta: ¿es posible que a pesar de ir a misa frecuentemente, a Adoración, rezar el rosario diariamente, etc no esté yendo por el camino que lleva a la Salvación? Y no me refiero a caer por debilidad. Eso lo hacemos todos y lo seguiremos haciendo. Me refiero a ir voluntariamente, esforzándome, por un camino que no es el estrecho camino del Cielo.

Está claro que esto es posible. Jesucristo mismo trató este tema, por ejemplo en la parábola del fariseo y del publicano (Lc 18, 9–14): ambos rezaban, pero sólo uno quedó justificado. O en ese fragmento que me hace temblar,  cuando habla de los que le preguntarán “ Señor, Señor, ¿no profetizamos en tu nombre y en tu nombre no expulsamos demonios?” y les responderá “¡Jamás os conocí; apartaos de mí, agentes de iniquidad!” (Mt 7, 21–23)  Es decir, es fácil ensañarnos a nosotros mismos. ¿Qué podemos hacer?

Este mismo pasaje nos da una pista: “No todo el que diga Señor, Señor entrará en el Reino de los Cielos, sino el que haga la voluntad de mi Padre celestial.” El origen del engaño es sustituir la voluntad del Padre por la nuestra. No basta con rezar: podemos hacer lo del fariseo y rezar con vanidad, para dar gracias de lo buenísimos que somos. Rezar sin provecho. Algunas sugerencias: en el Padre Nuestro debemos dedicar especial énfasis a la frase “Hágase tu voluntad así en el tierra como en el Cielo”. O podemos rezar alguna vez la oración de Carlos de Foucauld, Padre, me pongo en tus manos. También podemos, con un ejercicio, ir comprobando si estamos haciendo nuestra voluntad o la del Padre

Otra manera para asegurarnos que estamos en el buen camino, y para redirigir nuestros pasos si no lo estamos, es conocer y seguir la doctrina de la Iglesia Católica. Sí, eso tan contrario a los dictados del Mundo. Seguir la Doctrina es ser obedientes con la Iglesia, y eso es ser obedientes a Dios. Tengo una amiga, de misa frecuente, que está “casada” con otra mujer. Y muy a gusto. También conozco a proabortistas que van frecuentemente a misa. Si estás tan en contra de cuestiones fundamentales de la Doctrina, te has desviado del camino de la Salvación a pesar de toda tu piedad.

El documento principal para conocer la Doctrina es el Catecismo de la Iglesia Católica. Es un libro muy gordo, un “tocho”, quizá no lo más adecuado como punto de partida. Yo sólo lo uso para profundizar en cuestiones concretas. Un punto de entrada mejor es el Compendio del Catecismo, más corto, simple y al alcance de todos. O si eres más tradicional y te gusta el método pedagógico de preguntas y respuestas, está el Catecismo de S. Pío X, o los que estudiaban nuestros padres: el Astete, el Ripalda o los catecismos nacionales (los quitaron cuando era niño y no llegué a estudiarlos).  Seguir la Doctrina, toda la Doctrina, es duro, pero seguro.

Una tercera comprobación me la dio mi director espiritual: vas por el buen camino si estás aumentando en virtud. Si no lo estás haciendo, no vas bien. El método que uso yo, y me da buen resultado, es mantener un cuaderno donde escribo los resultados de mis exámenes de conciencia. Porque tienes que hacer examen de conciencia frecuente, idealmente diario. Este cuaderno es la base de mi preparación para la confesión. Y al repasarlo vas viendo tu evolución: los pecados que cometías y ya no cometes, los pecados que ahora ves y que ante no veías, lo que te preocupaba hace años y lo que te preocupa ahora. Con este cuaderno me es fácil ver si estoy aumentando en virtud o no y cómo está entrando Dios en mi vida.

Es necesario rezar, ir a misa, confesarse frecuentemente. Pero puede no bastar: nos podemos estar engañando y y estarnos esforzando para seguir un camino que no lleva al Cielo. Buscando la voluntad del Padre, conociendo la Doctrina de la Iglesia y estudiando si vas aumentando en virtud a través del examen de conciencia diario (y un cuaderno), te ayudará a coger buen rumbo. Y saberlo.

lunes, 1 de junio de 2020

Pentecostés, o solos no podemos nada

Ayer fue Pentecostés. Hace años, un día de Pentecostés me di cuenta de una cosa. Los apóstoles, y especialmente Pedro, Santiago el Mayor y Juan, habían estado con Jesucristo desde el principio; habían recibido enseñanzas directamente de Él, algunas específicas para ellos; habían visto muchos milagros, como las dos multiplicaciones de los panes, incluso habían hecho milagros ellos mismos; habían visto la resurrección de la hija de Jairo y de Lázaro; habían estado presentes en la Transfiguración; habían visto a Jesucristo resucitado y le habían visto ascender a los cielos; le habían oído decir que no tuvieran miedo pues estaría con ellos hasta el fin de los tiempos… y a pesar de todo esto, estaban en el Cenáculo encerrados, asustados. Pero en cuanto se llenaron del Espíritu Santo, se acabó el miedo, abrieron las puertas y salieron a predicar, convirtiendo a unos 3000 en poco tiempo.

Yo saco de esto que no importa lo que hayas visto, no importa lo que hayas leído y entendido, no importa lo que hayas experimentado, sin la fuerza del Espíritu, no puedes nada. Esto no quiere decir que no haya que estudiar, leer y meditar las Escrituras, empaparse de la doctrina Católica, rezar mucho. El Espíritu se valdrá de todo esto. Pero si creemos que a base de estudiar y meditar vamos a conseguir algo –que, por cierto, es la base de la herejía del pelagianismo– estamos bien equivocados. Nada hay que podamos conseguir sólo con nuestras fuerzas.

Es interesante ver que en la constitución dogmática Dei Verbum, del Vaticano II, recoge esta idea:
La Sagrada Tradición, la Sagrada Escritura y el Magisterio de la Iglesia, según el designio sapientísimo de Dios, están entrelazados y unidos de tal forma que no tiene consistencia el uno sin el otro, y que, juntos, cada uno a su modo, bajo la acción del Espíritu Santo, contribuyen eficazmente a la salvación de las almas.» (DV 10, §3)
Es decir, sin la acción del Espíritu Santo, la Sagrada Tradición, la Sagrada Escritura y el Magisterio de la Iglesia son meras palabras sabias, que no nos hacen llegar muy lejos. La Biblia, tomado únicamente como un antiguo libro de sabiduría popular, o las enseñanzas de un gran hombre, no nos llevan a la salvación. El Cristianismo, tomado como una filosofía, una forma de vida, unos dictados morales interesantes, no nos llevan a la salvación. Sin comprometernos con el misterio, con lo sagrado, con la presencia real de Cristo en el Eucaristía, con la Cruz, no daremos sino unos pocos pasos. Y pequeños.

Es por eso que perturba tanto ver que casi nadie va al Sagrario a saludar a Cristo al entrar a la iglesia, la falta de confesiones, la falta de respeto al ir a comulgar –empezando por los que van a comulgar sin pensar siquiera si están en gracia de Dios o no–, la idea generalizada de que ir a misa está bien, pero que tampoco pasa nada si no vas, la idea “moderna” que la meditación tipo oriental es mejor que el rosario. Todo esto, que lleva muchos años cociéndose, ha dado lugar a lo que hemos visto en estos meses pasados: supermercados abiertos e iglesias cerradas.

En muchos aspectos la Iglesia se ha convertido en una institución mundana: los estados han decidido cuándo se abren, cuándo se cierran, cuánta gente puede ir. Que el estado lo intente, lo entiendo, pero que las jerarquías eclesiásticas lo acepten, no. ¿Dónde está el Espíritu? ¿Cómo es que le hemos dado la espalda?

Tenemos que volver al Cenáculo, estar allí en ayuno y oración y abrir nuestras almas para que el Espíritu Santo vuelva a ellas. Cuando eso suceda saldremos sin miedo y convertiremos al mundo. Otra vez.

lunes, 25 de mayo de 2020

Estudiar la Biblia y leer la Biblia

Todo cristiano debe leer la Biblia frecuentemente. Idealmente a diario. Dios está en la Biblia (“En el principio había el Verbo”) y es una manera imprescindible de encontrarnos con Él. Una manera, muy recomendable, de leerlo es leer las lecturas de la misa diaria y meditar sobre ellas. Así, con 15 minutos al día, lees una parte esencial de la Biblia y permites que te ilumine.

Un inconveniente de este método es que no lees toda la Biblia, sino aproximadamente un tercio de ella. Y como además las lecturas de la misa están divididas en ciclos, necesitas unos 3 años para leer este tercio.  Otro inconveniente, para mí más grave, es que vas leyendo trocitos, unos pocos párrafos cada día, y nunca coges un contexto de la historia de la Biblia. Más de una vez al escuchar una conferencia de un biblista en el que te da el contexto, ves de una manera distinta algún fragmento que has leído mil veces.

El leer y meditar algunos pocos párrafos, completándolo con otros textos, por ejemplo los comentarios de S. Agustín o de S. Juan Crisóstomo, es un gran método de estudio. Pero si es la única manera en la que lees la Biblia, te pierdes mucho.

He visto recomendado que debes leer, al menos una vez en la vida, la Biblia de cabo a rabo, empezando por Génesis, y acabando por el Apocalipsis. Dedicando 15 o 20 minutos al día necesitas aproximadamente un año. Y mucha disciplina. Si lo consigues, estoy seguro que es muy útil, pero yo no lo conseguí. Génesis y Éxodo, bien, pero Levítico es una especie de código civil y yo no puede con él. Y tras un mes o así, lo dejé. Y, por lo que he oído, no soy la excepción, sino más bien la regla.

Desde hace años leo cada día las lecturas de la misa diaria. Pero creo que me estoy cansando le estudiar la Biblia y quiero empezar a leerla. He notado que todos los libros del Nuevo Testamento se pueden leer de una sentada. Un Evangelio te lleva una hora o así. Una epístola, menos. Y además, los Evangelios quizá no, pero todos los demás libros fueron escritos para leerlos de corrido: una carta no se escribe para que tardes 3 semanas en leerla. Y muchos de los libros de Antiguo Testamento también se pueden leer de una sentada. Y los que no, suelen estar claramente divididos en partes.

Seguiré dedicando unos minutos cada día a las lecturas de día, pero una vez a la semana voy a leer un libro entero. Por ejemplo, el viernes leí el Apocalipsis. Me llevó una media hora. Por primera vez entendí el Apocalipsis como la revelación de la historia de la salvación, desde antes de la creación del mundo –habla de la revuelta de Satanás y cómo el Arcángel S. Miguel los venció– hasta el fin de los días. Y que esta vida fue, es y será una lucha del bien contra el mal en el que todos estamos implicados. La victoria es segura, pero estamos metidos en una guerra espiritual y no podemos desentendernos de ella. Si queremos salvarnos, no podemos doblegarnos al Mundo. Y me llamó la atención que varias veces repite que para ganar esta guerra necesitas paciencia. Esta media hora de lectura me ayudó a entender qué es eso de la Salvación.

Entonces, ¿qué libros leer, en qué orden? Todo depende de dónde estés y qué quieres conseguir. A mí me hace ilusión ahora leer todas las epístolas. Pero otra posibilidad muy interesante es el modelo de La Gran Aventura. Este modelo, creado por el americano Jeff Cavins, divide la Historia de Israel, desde la Creación hasta la Iglesia, en doce periodos. La narrativa de esta historia se recoge en 14 libros de la Biblia: por orden, Génesis, Éxodo, Números, Josué, Jueces, Samuel I, Samuel II, Reyes I, Reyes II, Ezra, Nehemías, Macabeos I, Lucas y Hechos. Leyendo estos 14 libros en este orden (hay incluso un plan de lectura de 90 días) se obtiene la visión global de La Gran Aventura de Dios con el hombre. Una vez leídos estos libros, los demás se entienden mejor, pues los puedes encajar dentro de la historia, dentro de un contexto.

Sea siguiendo el plan de La Gran Aventura o leyendo en cada momento los libros que te hagan ilusión, te aconsejo que de cuando en cuando cojas la Biblia como si fuera una novela y la leas. Se convierte en una historia y no retales profundos, pero inconexos. Te añadirá un entendimiento que complementa tu estudio y meditación.

miércoles, 6 de mayo de 2020

Dios no es amable

Estos días he leído un libro de estos que te cuestionan, te hacen pensar y te empujan a cambiar tu vida. Su título en inglés es God is not nice y su autor es Ulrich Lehner, un teólogo católico alemán que hace mucho que vive en Estados Unidos. Está editado en español por la editorial Homo Legens, bajo el título “Dios no mola”. No es fácil traducir el título inglés. Quizá es más literal “Dios no es amable”, pero entiendo por qué escogieron “Dios no mola”.

La tesis esencial es que el Dios amable, moderado, que siempre sonríe, que nos venden en casi todas partes, ese Dios no lo encontramos en la Biblia y en particular no es Jesús. Además, ese Dios blandengue, que más que un Padre exigente es un abuelo permisivo, es aburrido, superficial y nada atractivo: no mola.

Va mostrando capítulo a capítulo que el Dios de la Biblia y de la Revelación, el que enamora y atrae, es el Dios de la Creación, el Dios que No nos es Útil, el Dios de nuestra Imaginación, el Dios del Trueno, el Dios del Terror, el Dios de la Rendición, el Dios de la Intimidad, el Dios de la Consolación, el Dios de la Encarnación, el Dios del Renacer, el Dios Audaz. Y muestra que un Dios meramente amable, uno que busca molar, no puede ser ninguna de esas cosas.

Pero lo mejor del libro no es este mensaje, aunque es un mensaje muy importante. No es que está bien escrito y es fácil de leer, aunque se agradece un libro de teología que no te haga fruncir el entrecejo y rebuscar en el diccionario. Lo mejor es lo práctico que es. En cada capítulo vas viendo que el Dios de la Creación te exige esto; el Dios del Trueno te pide estos cambios en tu vida; el Dios de la Rendición te pide abandonar estas actitudes… Una y otra vez te dices “Tiene razón. Tengo que cambiar”. Es un libro de teología, pero no es nada abstracto.

A todo el mundo que quiera conocer mejor al Dios de verdad, al Dios sagrado y del misterio para convertirse, acercarse a la moral Católica y alejarse de la del Mundo, para avanzar en el camino de la salvación, le recomiendo leer este libro. Y releerlo a menudo, meditarlo, partir de él para leer la Biblia.

Es posible que estas pocas líneas no te hayan convencido. No importa, puedes si te va bien escuchar en inglés, atender una conferencia del autor en el Thomistic Institute sobre el tema del libro. Fue tras escuchar la conferencia que decidí comprar el libro. Y la editorial Homo Legens tiene publicado en abierto y gratuito el principio del libro.

No es un libro amable, es un libro que te acerca a Dios, uno de los mejores libros que he leído.

sábado, 25 de abril de 2020

Necesito ser un bebé mejicano

Hace muchos años, unos 30, una buena amiga mía fue a una conferencia dada por un pediatra británico. Este pediatra tenía un problema: los bebés huérfanos de sus hospitales enfermaban y morían mucho. Mucho más por ejemplo, que los bebés huérfanos de los hospitales mejicanos. Y no entendía cómo podía ser: en los hospitales británicos había más higiene, mejores recursos, mejor alimentación, les hacían más pruebas médicas, los tratamientos eran más avanzados… pero a pesar de todo esto, enfermaban y morían mucho más que en los hospitales mejicanos. Se dedicó a estudiar el caso, miró los datos, los historiales, fue a Méjico una temporada y finalmente dio con la clave: en los hospitales mejicanos los médicos, las enfermeras, los auxiliares, las señoras de la limpieza, todo el mundo, acariciaban a los bebés, los besaban, los cogían en brazos y los achuchaban… mientras que en Gran Bretaña los tocaban lo imprescindible y, si había que hacerlo, se ponían guantes. Más que la limpieza y los medicamentos, los bebés necesitan el contacto humano piel con piel, el calor de un buen estrujón.

Pues a mí me está pasando lo mismo. Me siento bebé británico, con un alma que enferma. No me basta ver la misa por televisión, no me basta ver al Santísimo expuesto en mi pantalla de ordenador, no me basta la comunión espiritual, no me basta la contrición personal (que seguro que no es perfecta) no me basta escuchar sermones en YouTube. Todo esto está bien, es mejor que nada,  pero no me basta. Necesito el contacto con Cristo, necesito las misas, la comunión, el estar ante el sagrario, tener al Santísimo allí presente, a unos metros de mí. Necesito ver al sacerdote y que él me vea, necesito la confesión. Necesito tener a la comunidad cerca (a la distancia reglamentaria, ya me basta), escuchar su amén y rezar con ellos el rosario. Necesito ver y tocar a Jesús en la Eucaristía y en la comunidad.

Junto con muchos otros, pido a nuestros pastores, los Obispos, que vuelvan a abrir las iglesias pronto, ya mismo si es posible. Que, con las obligatorias precauciones, vuelvan las celebraciones de las misas, que vuelvan los sacramentos, que vuelva nuestro contacto directo y cercano con el Señor.  Han tomado muchas medidas para ocuparse de la salud de nuestros cuerpos, ahora es urgente que se preocupen de la salud de nuestras almas.  Necesito, necesitamos, volver a ser bebés mejicanos.


sábado, 28 de marzo de 2020

Crónica (6): Sólo en Dios

Tengo la mala tendencia a ser injustamente duro en primera instancia. Por eso normalmente escribo y reescribo mis entradas al blog, dejando tiempo entre mi primer borrador y la publicación para eliminar esas frases en las que me dejo llevar más por mi bilis que por la razón, la caridad y la verdad. Estas entradas tituladas “Crónica” van a ser más viscerales y sin tanta revisión. Pido a Dios que me permita ver las injusticias y durezas que no ayudan a nadie antes de que pasen al papel.
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Al despertarme ayer y mirar al reloj-despertador no vi nada: había un corte de corriente. Normalmente la electricidad se reestablece en unos pocos minutos, pero esta vez no fue así. Cuando a los 5 minutos no había vuelto la electricidad me empecé a poner nervioso pensando en la comida que tenía en la nevera y el congelador y que si no volvía la electricidad lo iba a perder todo y no tendría qué comer. Era un miedo irracional, primario. Por suerte mi Ángel de la Guarda o el Espíritu Santo me susurraron la parábola del hombre que tenía una gran cosecha y decidió hacer graneros para vivir tranquilamente el resto de sus días. Y me di cuenta que estaba poniendo mi confianza en unos electrodomésticos y en la comida que tenía guardada en vez de en Dios. En cierto modo Dios me estaba diciendo “¿En eso pones tu confianza? Mira qué rápido se puede ir”. Los nervios no desaparecieron, pero al menos ahora tenía algo a lo que agarrarme para luchar contra ellos.

Es bueno ser previsor y tener en casa comida para unos cuantos días. Pero no te creas que esa es la solución a esta crisis. No te creas que tu previsión y tu comida (y tu papel higiénico) te van a librar de los verdaderos peligros de esta situación: el egoísmo, el miedo, la desconfianza en todos, poner primero a lo material en vez de a lo espiritual. Hemos de recordar lo que dice S. Pablo “¿Quién nos separará del amor de Cristo?, ¿la tribulación?, ¿la angustia?, ¿la persecución?, ¿el hambre?, ¿la desnudez?, ¿el peligro?, ¿la espada?  Pero en todo esto vencemos de sobra gracias a aquel que nos ha amado.” (Rm 8, 35-37).

Y me pregunto si esto mismo se puede aplicar a las medidas tomadas en algunas diócesis. Gracias al aislamiento obligatorio decretado por el Gobierno he descubierto las misa de las 9 de la mañana en la Catedral del Buen Pastor, de S. Sebastián, presidida por Mons. Munilla (https://www.youtube.com/user/elizbarrutia1) y el rosario, vísperas y misa de la tarde (18:45 rosario y vísperas, 19:30 misa) en la Catedral de Alcalá,  presidida por Mons. Reig Pla (https://www.youtube.com/channel/UCKFsKmAQ6GfiSg239bXPyIg). He podido escuchar una gran homilía de Mons. Reig Pla sobre la muerte y cómo la debemos afrontar los católicos en contraposición a como la afrontan los ateos. O una conferencia de Mons. Munilla sobre el aborto, en el día de la solemnidad de la Anunciación.

He notado que en ambas diócesis las misas eran con fieles. Ni Mons. Munilla ni Mons. Reig Pla han cerrado las iglesias ni han eliminado las misas. Han puesto su confianza en el Señor en vez de en las normas sanitarias. Esta actitud les va a traer a ellos y a sus diócesis gracias del Señor de las que carecerán los que han eliminado misas y cerrado iglesias.

Seamos precavidos. Pero nuestra confianza sólo en Dios.


domingo, 22 de marzo de 2020

Crónica (5): Se cierran las parroquias de Mallorca

Hoy el Sr. Obispo ha sacado un comunicado ordenando el cierre de todas las parroquias de Mallorca.

No tengo palabras.


Crónica (4): ¿Señor, a quién iremos?

En esta entrada era bastante crítico con la actitud de mi obispo. Tras oración y meditación, he llegado a la conclusión que prefiero que el día del Juicio el Señor me diga: “Fuiste fiel a tu obispo incluso cuando lo creíste equivocado” a que me diga, “Te creíste más listo que tu obispo”. Por lo tanto he borrado esta entrada. Sed fieles a vuestros obispos y rezad por ellos, que lo necesitan.

viernes, 20 de marzo de 2020

Crónica (3): La parroquia abre por las tardes

Tengo la mala tendencia a ser injustamente duro en primera instancia. Por eso normalmente escribo y reescribo mis entradas al blog, dejando tiempo entre mi primer borrador y la publicación para eliminar esas frases en las que me dejo llevar más por mi bilis que por la razón, la caridad y la verdad. Estas entradas tituladas “Crónica” van a ser más viscerales y sin tanta revisión. Pido a Dios que me permita ver las injusticias y durezas que no ayudan a nadie  antes de que pasen al papel.
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En la entrada anterior dije que iba a tener la parroquia abierta todas las tardes. Había un cierto temor de que tras las nuevas restricciones del gobierno el obispado iba a decidir cerrar las iglesias. Por suerte, no ha pasado. Cada tarde voy y tengo la parroquia abierta e iluminada de 6 a 7:30.

Llevo tres días y en esos 3 días han venido exactamente 3 personas. Y sólo un ratito. Pero no importa, pues esto no es una cuestión de números. La iglesia está abierta, Jesús está disponible. El virus o el mundo o el diablo o lo que sea no ha podido cerrar las puertas a Cristo.

Y esa hora y media la dedico a hacer oración del pueblo. No por el pueblo, que también, sino del pueblo: es el pueblo de Dios que ora, aunque sólo esté yo presente. Rezo las vísperas, la oración oficial de la Iglesia, rezo el Rosario, rezo una Coronilla de la Divina Misericordia. Lo hago en voz alta, porque somos todos que rezamos. Y añado cantos, también en voz alta. Soy un soldado de Cristo, armado con un Rosario, haciendo guardia.

Es una hora y media que me tranquiliza mucho. Entro nervioso y salgo relajado. Delante del sagrario me acuerdo que Jesucristo nos dijo que no tuviéramos miedo, que Él había vencido al mundo. Y el miedo se va.


lunes, 16 de marzo de 2020

Crónica (2): Se suspende el viático en mi parroquia y algunas acciones esperanzadoras

Tengo la mala tendencia a ser injustamente duro en primera instancia. Por eso normalmente escribo y reescribo mis entradas al blog, dejando tiempo entre mi primer borrador y la publicación para eliminar esas frases en las que me dejo llevar más por mi bilis que por la razón, la caridad y la verdad. Estas entradas tituladas “Crónica” van a ser más viscerales y sin tanta revisión. Pido a Dios que me permita ver las injusticias y durezas que no ayudan a nadie  antes de que pasen al papel.
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Ayer escribí sobre la suspensión de las misas en la diócesis de Mallorca y el cierre temporal de la capilla de Adoración Perpetua. Hoy seguimos con cierres, pero también con alguna acción que abre la esperanza.

Yo reparto el viático en mi parroquia a enfermos y ancianos. El sábado pregunté al párroco si seguíamos o no. El repartir el viático en estas condiciones requiere una cadena de “síes”: Debe dar su asentimiento la parroquia, el que recibe el viático, el que lo reparte y, para un caso concreto, la dirección de la residencia de ancianos a la que vamos. Esta tarde me ha llamado mi párroco diciendo que han decidido que mejor suspender el viático. Me ha pedido que llame por teléfono a los que pueda y que si quieren hablar con un sacerdote, que se lo diga, que él irá.

En la misma llamada hemos hablado sobre la posibilidad de tener la iglesia abierta. Yo me había ofrecido voluntario a tenerla abierta 4 horas cada tarde y a organizar un programa de oración: rosario, una novena, la coronilla de la divina misericordia y lo que fuera menester. Me ha dicho que vamos a abrir una hora: la hora en la que había misa. [Fragmento eliminado]

La tristeza se ahonda.

Pero vayamos a los brotes de esperanza. Sé de varios sacerdotes que han decidido celebrar misa diaria y anunciarla con toque de campanas, anuncios o como puedan para que los fieles puedan unirse desde sus casas. El sacerdote del hospital Son Espases (el hospital de referencia de Mallorca) va a estar en la capilla a la hora de la misa diaria para confesar y dar la comunión al que la quiera. El P. Jorge González Guadalix, del que hablé ayer, está retransmitiendo sus misas por facebook.

Soy coordinador de grupo de la Adoración Perpetua y ayer tuve que llamar a los adoradores de mi grupo para decirles que se cerraba la capilla. Uno me dijo que su mujer y él se habían puesto a hacer adoración en linea, a través de alguna de las páginas web con una webcam enfocado al Santísimo. Otra me dijo que ella iba a seguir haciendo su turno de 2 horas desde su casa cada semana. Dado que su turno es de 3 a 5 de la madrugada, tiene mucho mérito. Se ha apuntado una adoradora nueva a pesar del cierre, para empezar cuando reabramos.

El resto de Israel sigue vivo. No todo está perdido.

Ayer estuve pensando sobre las actitudes de los obispos y su falta de coraje. Quizá los obispos no estén dando un paso al frente porque temen (con razón) que sus feligreses no les van a seguir. La falta de coraje de la feligresía no ayuda al valor de su obispos. Cierto que ellos son los pastores y nosotros somos las ovejas, pero tenemos parte de la culpa por no ser fiables. Y mucha más culpa aún por no rezar por ellos. Yo sí que rezo por el Papa cada día, pero casi nunca por mi obispo. He cambiado esta mala actitud. Si queremos obispos santos y valientes hemos de rezar por ellos. Los lodos que estamos viendo vienen de polvos de muchos años y no lo vamos a arreglar en unos días. Pero hemos de empezar: rezad cada día por vuestros obispos.


domingo, 15 de marzo de 2020

Crónica: Se suspenden las misas y la Adoración Perpetua

Tengo la mala tendencia a ser injustamente duro en primera instancia. Por eso normalmente escribo y reescribo mis entradas al blog, dejando tiempo entre mi primer borrador y la publicación para eliminar esas frases en las que me dejo llevar más por mi bilis que por la razón, la caridad y la verdad. Estas entradas tituladas “Crónica” van a ser más viscerales y sin tanta revisión. Pido a Dios que me permita ver las injusticias y durezas que no ayudan a nadie  antes de que pasen al papel.
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Ayer salió un nuevo comunicado del Obispado de Mallorca, por la que se suprimen todas las celebraciones litúrgicas.  Por la noche me llamó Sor Concepción, la coordinadora general de la Adoración Perpetua de Mallorca, para decirme que se cerraba la capilla de Adoración Perpetua hasta que pasara esta crisis. Esta noche he llorado. Mi pensamiento lo recoge muy bien un tweet que he visto esta mañana:
Al menos un aspecto positivo: en mi entrada de ayer me quejaba del tono del decreto anterior del obispado, tan secular que parecía un bando.   Este es mucho más religioso, acabado con la oración del Papa. También pide que se mantengan las iglesias abiertas para que los fieles puedan ir a rezar. Al menos eso.

Ayer en misa la iglesia estaba casi vacía. Los católicos que vamos a misa tenemos tanto o más miedo a morir como los ateos. Es decir, no es miedo por nuestras almas, que eso estaría muy bien, sino miedo por nuestros cuerpos. Si fuera miedo por nuestras almas las iglesias estarían llenas y habría cola ante los confesionarios. Pero no, todo el mundo en casa. No confío en Dios, que es mi Padre: confío más en el Gobierno, que no me quiere, y en mí mismo. Prefiero la protección de mi casa que la de la Iglesia. Tristísimo.

Y en cuanto a la Adoración Perpetua, el problema mayor es que los adoradores se han desbandado. Se había estudiado la posibilidad de cerrar la capilla al público, pero mantener la Adoración. Pero me dijo Sor Concepción que el viernes habían fallado 5 personas (realmente 6, pues yo cubrí a una) y que así no se podía mantener la capilla. Cierto que hay muchos adoradores mayores, pero la realidad es que nuestra respuesta ha sido que estamos dispuestos a seguir a Cristo y a estar con Él… mientras no haya ningún peligro. Yo creo que, precisamente por estar con Él en estos momentos de crisis, nos va a dar especial protección.  Los acontecimientos muestran que no confiamos en Dios y en un momento de crisis, en vez de ir a Él, cerramos.

Supongo que la idea de todo el mundo es la de capear el temporal para después volver a la normalidad. Pero a mí no me cesa de venir a la mente la frase del Evangelio “Se os quitará a vosotros y se dará a otros que tengan más merecimientos”. Si esto es una prueba del Señor, estamos suspendiendo y muy lejos del aprobado.


sábado, 14 de marzo de 2020

Medidas contra el Coronavirus que no afecten lo sagrado

En esta entrada era bastante crítico con la actitud de la Conferencia Episcopal. Tras oración y meditación, he llegado a la conclusión que prefiero que el día del Juicio el Señor me diga: “Fuiste fiel a tu obispo incluso cuando lo creíste equivocado” a que me diga, “Te creíste más listo que tu obispo”. Por lo tanto he borrado esta entrada. Sed fieles a vuestros obispos y rezad por ellos, que lo necesitan.


lunes, 24 de febrero de 2020

Oración y santidad

Todos somos llamados a ser santos. Esto no es nuevo: incluso aparece en el Antiguo Testamento (Lev 19, 1-2). También aparece en las cartas de S. Pablo. Pero hasta hace no mucho esto se interpretaba como que todos estábamos llamados a ser religiosos o misioneros, a llevar una vida especial. Pero desde hace un siglo o así la Iglesia ha ido avanzando la noción de que todos estamos llamados a ser santos dentro de nuestras vidas cotidianas. Debemos aspirar a la santidad sin necesidad de hacer votos ni marcharnos de misiones: podemos ser santos en nuestros hogares, con nuestras familias, en nuestro trabajo, con nuestros amigos y vecinos. S. Josemaría Escrivá fue un destacado defensor de esta idea, como también lo fue S. Juan Pablo II.

Ser santos implica estar en continua presencia de Dios: trabajamos en presencia de Dios, jugamos con nuestros hijos en presencia de Dios, miramos la televisión en presencia de Dios. Como decía Sta. Teresa de Jesús, “También entre los pucheros está el Señor”. Pero esto, ¿cómo se consigue?

Esta presencia continua es una gracia de Dios, por lo que, aunque nuestro esfuerzo es necesario, nuestras fuerzas no bastan y sin la ayuda del Señor no lo vamos a conseguir. Un primer paso es estar en oración continua (o tan continua como podamos). Esto no quiere decir recitar Padre Nuestros y Ave Marías las 24 horas del día, sino estar en alabanza y ofrecimiento a Dios todo el rato. Por ejemplo podemos empezar al levantarnos por la mañana: hacemos unos momentos de oración para dar gracias por el nuevo día, pedir fuerzas para cumplir su voluntad y ofrecer nuestro trabajo y esfuerzo. Al salir con el coche, otros pocos segundos para pedir un viaje sin incidencias. Antes de empezar el trabajo, otra breve oración. Y antes de las comidas (incluido el café de media mañana), y al salir del trabajo, al llegar a casa, antes de leer un libro o mirar la televisión, al ir al cine o a pasear… Así estas actividades se convierten en oración, aunque no estemos recitando nada y estemos completamente concentrados en la carretera, nuestro trabajo o en la conversación con nuestro cónyuge.

También es bueno interrumpir lo que hagamos alguna vez para rezar: por ejemplo al mediodía podemos rezar el Ángelus. Y es necesario tener al menos un momento más intenso de oración cada día leyendo la Biblia o rezando el rosario. Y acabamos el día con otro momento de oración antes de dormir, haciendo un breve examen de conciencia, dando gracias y ofreciendo al Señor nuestro descanso (así el sueño también se convierte en oración).

Hacer esto no es fácil. Al menos para mí no lo es: me meto en el coche con prisas y pensando en todo el trabajo que tengo y se me olvida dedicar 5 segundos para pedir vigilancia en la carretera y un buen viaje. Antes de las comidas principales sí que rezo, pero antes del café de media mañana se me pasa casi siempre. Me siento ridículo rezando una oración antes de encender la tele. Y por algún motivo el examen de conciencia nocturno se me atraviesa: lo he intentado una y otra vez y nada. Mi director espiritual ya no sabe qué hacer conmigo. No es fácil, pero el camino a la santidad requiere superar estas pruebas que parecen pequeñas y triviales.  Quizá el Señor nos pone primero estas pruebas más simples y sólo tras superarlas nos pondrá otras de más envergadura.

¿Entonces, qué podemos hacer para ir consiguiendo esta oración permanente? No intentemos hacerlo todo a la vez: nos vamos a sentir agobiados y lo dejaremos pronto. Por ejemplo podemos empezar con la oración al levantarnos, antes de las comidas principales y al ir a dormir. Aunque sean oraciones de unos segundos. Una vez tenemos bien asentada esta costumbre, añadimos alguna más, al empezar el trabajo, por ejemplo. Y después, otra. A mí me va bien tener estampas de santos al lado de donde tengo las llaves o junto al ordenador de mi trabajo: al ir a coger las llaves al marcharme o al sentarme antes de ponerme a trabajar las veo y me es fácil musitar una jaculatoria. También me ayuda tener un icono de la Virgen y el niño al lado de la cama.

Ante casos más difíciles, como mi cerrazón ante el examen de conciencia diario,  mi director espiritual me recomienda ser “político y no despótico” (creo que esto es de Aristóteles). Es decir, a negociar con uno mismo y buscar alguna manera de ir avanzando en vez de imponer el avance. Por ejemplo, él sabe que tengo mucho cariño a las ánimas del Purgatorio. Me sugirió que cada noche, antes del examen de conciencia, ofrezca mis dificultades para estas benditas ánimas. Y de momento va funcionando (sólo llevo una semana, pero es más de lo que había conseguido con otros métodos).

Y finalmente, ayuda mucho tener un conjunto de oraciones a las que acudir. Aunque podemos ir recitando Padre Nuestros y Ave Marías, unas cuantas oraciones específicas para la ocasión y unas cuantas jaculatorias te simplifican recitarlas y por lo tanto estar permanentemente en oración. En tiempos de mis padres y abuelos eran populares los devocionarios, con oraciones, devociones, los textos de la misa y consejos, pero ahora son más difíciles de encontrar. Mantengo otro blog con oraciones, pero es un blog, con oraciones añadidas a medida que se me ocurren o las necesito, sin mucha estructura. Tengo la intención de escribir un Breviario simple para una vida santa (ese es el título que  me está gustando más), que sería un libro electrónico y gratuito, para promover la oración frecuente en nuestras vidas. Si os parece interesante, o tenéis alguna sugerencia, dejad un comentario. Lo voy a escribir seguro (si Dios quiere), pero si veo que hay interés, tendré un incentivo para dedicarle más tiempo y acabarlo antes.

Todos estamos llamados a ser santos sin salir de nuestra vida cotidiana. Un paso necesario para conseguir esta santidad es estar en oración permanente, hacer que nuestro trabajo, nuestras interacciones con los demás, incluso nuestro descanso sean oración. Para ello conviene iniciar todas nuestras actividades con breves oraciones o jaculatorias que hagan que nuestras actividades sean una alabanza al Señor.  La oración ha de pasar de ser algo que hacemos a ser parte de lo que somos. Para ser santos, primero hemos de ser oración.



domingo, 16 de febrero de 2020

Si Dios quiere que le encontremos, ¿por qué se oculta?

Hace unos días estaba yo buscando unos papeles en mi parroquia cuando oí a un catequista decir “…porque si Dios se nos apareciera, hasta el más convencido ateo creería en Él”. Yo no estoy tan seguro. Es más, estoy seguro que independientemente de cuántas apariciones, milagros y signos hiciera, muchos no creerían en Él. La demostración es simple: ya vino y ya sabemos lo que pasó. Pocos creyeron que fuera el Hijo de Dios; muchos más creyeron que era un usurpador y un peligro. Y lo mataron. Es más, cuanto mejor lo conocían, menos creían en Él: “¿De dónde le viene a éste esa sabiduría y esos poderes? ¿No es este el hijo del carpintero?” (Mt 13, 54 – 55).

A veces se usa esto como argumento de que Dios no existe: si existiera, se nos daría a conocer, ¿no? Esta cuestión la han tratado muchos teólogos. Veamos lo que dicen dos de ellos.

Uno es el teólogo protestante William Lane Craig, muy conocido en el mundo de lengua inglesa por sus libros, escritos y debates defendiendo la demostración racional de la existencia de Dios. Sobre este argumento en contra de la existencia de Dios (está en YouTube. Empieza a los 5:30. En inglés) hace notar que lo que Dios quiere no es que le veamos sino que nos salvemos, y puede ser muy bien que una revelación demasiado obvia haga más difícil nuestra salvación. Las cosas demasiado simples no nos atraen. Lo sagrado requiere el misterio.

Esto lo menciona Jesús mismo en la parábola de Lázaro y el rico Epulón (Lc 16, 19 – 31), cuando Epulón pide a Abraham que Lázaro vaya a ver a sus parientes Abraham le contesta que ya tienen a Moisés y los profetas. Cuando Epulón indica que a Moisés y los profetas no les hacen caso pero sí que creerían si resucitase un muerto, le responde con un claro «Si no escuchan a Moisés y a los Profetas, tampoco se convencerán aunque uno resucite de entre los muertos».

Otro teólogo que trata esta cuestión es el Venerable Fulton Sheen. Su libro “Paz en el alma” tiene un capítulo titulado “¿Es Dios difícil de encontrar?”. Empieza explicando que podemos encontrar a Dios en el orden y la belleza del universo, a través de las aspiraciones y luchas de nuestras almas, en las Escrituras. Y si no le vemos es porque no queremos, porque preferimos estar en la oscuridad. ¿Pero cómo podemos preferir un mundo oscuro y sin Dios? Y aquí viene el punto clave del capítulo. Explica que hay tres falsos temores que nos alejan de Dios: (1) queremos ser salvados, pero no de nuestros pecados; (2) queremos ser salvados, pero sin que nos cueste demasiado; (3) queremos ser salvados, pero a nuestra manera, no a la de Dios. Es decir, no queremos el Reino de Dios, sino nuestros propios reinos. Y por eso no le buscamos: quedaría demasiado obvio que nuestros reinecitos, que tanto queremos, no valen nada.

Dios quiere que lo encontremos, precisamente por eso se oculta un poco: se pone tras un velo de misterio para hacer más potente su búsqueda y más atractivo su encuentro. Pero también nosotros tenemos que querer encontrarlo, dándole nuestros pecado (lo que no es tan fácil) y aceptando sus términos. Dios quiere que lo encontremos, pero no siempre queremos nosotros encontrar a Dios.




viernes, 7 de febrero de 2020

Campaña espiritual contra el hambre

Ninguna institución ha hecho una opción por los pobres más clara que la Iglesia Católica. Ninguna institución hace más para ayudar a los pobres, hambrientos y olvidados que la Iglesia Católica. De esto ya he escrito. Siguiendo esta opción tenemos hoy el día del ayuno voluntario y este domingo la colecta para la Campaña contra el hambre. Pero esta campaña, quizá desde siempre,  ha tenido una visión materialista del problema del hambre, y se centra en la colecta.

El hambre no es un problema material y como consecuencia, el hambre no se resuelve con dinero. El hambre es un problema moral.  En su raíz todo el mal en el mundo es un problema moral que proviene del pecado original. Hay hambre en el mundo porque somos pecadores. Y en este caso es fácil comprobarlo. Fijaos en cualquier gran hambruna. Los países de base moral cristiana envían inmediatamente ayuda. A los pocos días en el lugar de la catástrofe  hay comida, medicamentos, todo lo necesario. Y entonces llega el problema: estos bienes materiales no llegan al necesitado. A veces es porque hay una guerra y los combatientes impiden que se reparta la comida. A veces es el tirano del país que se lo queda y lo revende para aumentar su ilícita fortuna. No sé cuándo me di cuenta por primera vez, pero llevo al menos 40 años viendo esto pasar una y otra vez y no ha fallado nunca. No, estas grandes hambrunas no son esencialmente problemas materiales ni se resuelven sólo con dinero.

El dinero es un instrumento necesario para resolver el problema pero no es su causa.  Y hacemos mal dentro de la Iglesia en centrar nuestra atención en la colecta. Incluso conectan el ayuno con la colecta, sugiriendo que lo que ahorres en comida el viernes lo des el domingo. Esto da lugar a una lógica peligrosa que te empuja a no ayunar.

No ayunamos para obtener dinero, ayunamos para compadecernos del que pasa hambre. Para “padecer con”, unirnos a ellos en su mal y en su espíritu. Si hacemos esto, dar solamente lo que nos hemos ahorrado con el café y bocadillo de media mañana nos parecerá poco.

Al ser un problema moral, más importante que el dinero es la oración. Cierto que en la misa del domingo nos hablarán del problema del hambre, pero –al menos esa es mi experiencia– nos hablarán sobre todo de la colecta y lo necesario que es el dinero. Nos pedirán dinero, pero no nos pedirán oraciones. Y sin las oraciones, por grande que sea la colecta, el dinero servirá de poco.

Yo estoy muy a favor del día del ayuno voluntario y de la Campaña contra el hambre. Pero debería ser una campaña espiritual, basada en la oración. Ayunamos para estar cerca del que sufre. Oramos para reducir el pecado que es la causa del hambre. Más que decir que lo que ahorres en comida lo des en la colecta, sugiero que digan que el tiempo que no vas a dedicar a comer, lo dediques a rezar. Cierto que hace falta dinero y debe haber una colecta, pero no es el objetivo ni el punto central. Nos dedicamos al espíritu y el dinero llegará.

Yo os propongo que hoy ayunéis y recéis. Que el hambre físico que sintáis os acerque espiritualmente al hambriento. Y que la misa del domingo la ofrezcáis por los que pasan hambre y, sobre todo, por los pecadores que lo causamos. Y en penitencia por vuestros pecados, meted dinero en el sobre de la colecta.

domingo, 19 de enero de 2020

Formalidades

En una entrada reciente indiqué que me intrigaba por qué Jesucristo escogió nacer en Belén. Meditando sobre ello he llegado a la conclusión que es debido a que Jesucristo era del linaje de David. Lo hubiera sido naciera donde naciera, pero Dios usó este formalismo para hacer notar este hecho. No es la primera vez que en el Evangelio se usa de formalidades. Por ejemplo, la presentación del Niño en el Templo (Lc 2, 22-24) era innecesaria, pues no había que ofrecer Jesús a Dios, es decir a sí mismo, ni la Virgen necesitaba purificarse, pues la concepción fue virginal. Pero como indica el Evangelio lo hicieron para cumplir la Ley del Señor. Otro ejemplo lo tenemos en Mt. 17, 24–27, al pagar Jesús el tributo del Templo: le hace notar a Pedro que no está obligado a pagarlo, pero que lo hará de todas formas. La conclusión a la que llego tras estos y otros pasajes es que los formalismos son importantes en nuestra vida cristiana.

Quizá el motivo es el que me indicó mi director espiritual una vez que le dije que me cuesta sentirme perdonado de algunos pecados a pesar de haberme confesado de ellos. Y el me dijo que el formalismo de la confesión (examen de conciencia, dolor de los pecados, etc. y las fórmulas que sigue el sacerdote) me da una seguridad intelectual de haber sido perdonado. Aunque no me sienta perdonado, yo que estoy perdonado porque hay establecido un formalismo para este sacramento y el sacerdote y yo lo hemos seguido. Y esto pasa con todos los sacramentos.

Y no sólo con los sacramentos, sino con toda la vida espiritual. Es maravilloso estar henchido de emoción y de amor y de alegría. Pero no siempre es así. Y no estoy hablando sólo de nosotros que buscamos a tientas el camino de la santidad, sino también de los grandes santos: S. Francisco de Asís tuvo un periodo largo de oscuridad espiritual hacia el final de su vida; Sta. Faustina Kowalska lo tuvo al poco de entrar en el convento, antes de iniciar su contacto íntimo con Jesucristo. San Juan de la Cruz habla de las “noches oscuras del alma” y Sta. Teresa de Jesús, en su poesía Vuestra soy, para vos nací, dice
Si queréis, dadme oración;
Si no, dadme sequedad.
Si abundancia y devoción
Y si no, esterilidad.
Cuando las emociones no acompañan, son los formalismos los que te llevan.

 Quizá por eso me carga un poco esa gente que insiste que la oración te tiene que salir del alma. Es maravilloso si te sale del alma, pero si no sale, ¿qué haces? Pues si no te sale del corazón, que te salga de la boca. Por ejemplo, el rosario es una fuente de meditación profunda, muy fructífera. Pero otras veces –en mi caso la mayoría de las veces– lo rezas entre distracciones y casi sólo recitando las palabras. Estos rosarios secos y luchando con las distracciones quizá no aparenten mucho, pero sé que gustan a la Virgen y a Jesucristo y sé que ayudan a mi alma y a la Iglesia. Como dice S. Francisco de Sales, “Si el corazón se desvía o se distrae, tráelo de vuelta muy suavemente...  Incluso, si en toda una hora no haces más que volver tu corazón a la presencia del Señor, aunque se vuelva a ir cada vez que lo traes de nuevo,  tú hora estará muy bien empleada.”

Y me carga aún más ese horrible dicho “Cumplimiento: cumplo y miento”. Es cierto que a veces cumples por fuera y estás mintiendo por dentro, y eso está mal. Pero cumplir los mandamientos y lo que dice el catecismo aunque no lo entiendas, aunque lo hagas sólo formalmente, es obediencia y humildad, dos grandes virtudes. En cambio, sólo cumplir aquello que entiendes o que te parece bien es una magnífica excusa para hacer lo que te dé la gana. Es soberbia, es creer que sabes más que Dios y que la Iglesia sobre lo que conviene a tu alma.

Jesucristo mismo nos dio ejemplo de la importancia de seguir los formalidades desde su nacimiento mismo. La vida de Iglesia tiene una fuerte componente formal y estos formalismos nos ayudan en nuestra vida sacramental, nuestra vida espiritual y nuestra vida moral. Aunque hay que aprovechar el viento cuando sopla, la obediencia, humildad y disciplina de los formalismos a la larga nos van a llevar más lejos que las tormentas de las emociones.