Ninguna institución ha hecho una opción por los pobres más clara que la Iglesia Católica. Ninguna institución hace más para ayudar a los pobres, hambrientos y olvidados que la Iglesia Católica. De esto ya he escrito. Siguiendo esta opción tenemos hoy el día del ayuno voluntario y este domingo la colecta para la Campaña contra el hambre. Pero esta campaña, quizá desde siempre, ha tenido una visión materialista del problema del hambre, y se centra en la colecta.
El hambre no es un problema material y como consecuencia, el hambre no se resuelve con dinero. El hambre es un problema moral. En su raíz todo el mal en el mundo es un problema moral que proviene del pecado original. Hay hambre en el mundo porque somos pecadores. Y en este caso es fácil comprobarlo. Fijaos en cualquier gran hambruna. Los países de base moral cristiana envían inmediatamente ayuda. A los pocos días en el lugar de la catástrofe hay comida, medicamentos, todo lo necesario. Y entonces llega el problema: estos bienes materiales no llegan al necesitado. A veces es porque hay una guerra y los combatientes impiden que se reparta la comida. A veces es el tirano del país que se lo queda y lo revende para aumentar su ilícita fortuna. No sé cuándo me di cuenta por primera vez, pero llevo al menos 40 años viendo esto pasar una y otra vez y no ha fallado nunca. No, estas grandes hambrunas no son esencialmente problemas materiales ni se resuelven sólo con dinero.
El dinero es un instrumento necesario para resolver el problema pero no es su causa. Y hacemos mal dentro de la Iglesia en centrar nuestra atención en la colecta. Incluso conectan el ayuno con la colecta, sugiriendo que lo que ahorres en comida el viernes lo des el domingo. Esto da lugar a una lógica peligrosa que te empuja a no ayunar.
No ayunamos para obtener dinero, ayunamos para compadecernos del que pasa hambre. Para “padecer con”, unirnos a ellos en su mal y en su espíritu. Si hacemos esto, dar solamente lo que nos hemos ahorrado con el café y bocadillo de media mañana nos parecerá poco.
Al ser un problema moral, más importante que el dinero es la oración. Cierto que en la misa del domingo nos hablarán del problema del hambre, pero –al menos esa es mi experiencia– nos hablarán sobre todo de la colecta y lo necesario que es el dinero. Nos pedirán dinero, pero no nos pedirán oraciones. Y sin las oraciones, por grande que sea la colecta, el dinero servirá de poco.
Yo estoy muy a favor del día del ayuno voluntario y de la Campaña contra el hambre. Pero debería ser una campaña espiritual, basada en la oración. Ayunamos para estar cerca del que sufre. Oramos para reducir el pecado que es la causa del hambre. Más que decir que lo que ahorres en comida lo des en la colecta, sugiero que digan que el tiempo que no vas a dedicar a comer, lo dediques a rezar. Cierto que hace falta dinero y debe haber una colecta, pero no es el objetivo ni el punto central. Nos dedicamos al espíritu y el dinero llegará.
Yo os propongo que hoy ayunéis y recéis. Que el hambre físico que sintáis os acerque espiritualmente al hambriento. Y que la misa del domingo la ofrezcáis por los que pasan hambre y, sobre todo, por los pecadores que lo causamos. Y en penitencia por vuestros pecados, meted dinero en el sobre de la colecta.
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