domingo, 29 de enero de 2023

El caso de compartir la comunión

Leyendo cosas sobre historia de la Iglesia me he dado cuenta que, siempre que hay una crisis interna, uno de los motivos aducidos es el bajo nivel doctrinal de los fieles debido a una mala catequesis. Quizá sea cierto, quizá la catequesis es una culpable conveniente. De lo que sí estoy seguro, porque lo he vivido, es que ahora estamos en una grave crisis interna y que el nivel de catequesis actual es claramente peor del que había hace 50–100 años. Y donde se nota más, tanto el nivel de catequesis como la crisis, es en la Eucaristía.

Dos ejemplos recientes. Hace unas semanas, en la misa semanal que se hace a los padres y niños que se preparan para la primera comunión, una madre, tras recibir a comunión, al llegar al banco junto a su hija catecúmena se sacó la hostia de la boca, la partió en dos, y le dio la mitad a su hija. La catequista que lo vio se quedó helada y no pudo reaccionar. Después se lo contó al párroco que también se quedó de una pieza. “¡Pero si hoy mismo les hemos estado explicando a los padres la importancia de la comunión!” 

Segundo ejemplo. Precisamente a raíz de este caso, otro sacerdote que es capellán en un hospital, me contó que hacía unos días se había encontrado una hostia en el suelo de la habitación del hospital ocupado por una señora ya muy mayor. Horrorizado, la recogió y cuando preguntó cómo había pasado esto la hija de la anciana dijo que ella se la había traído. El sacerdote le preguntó si era ministro de la Sagrada Comunión y le dijo que no, que había ido a misa y había cogido una hostia para su madre (suponemos que fue a comulgar, pero no se comió ella la hostia sino que la guardó para llevarla al hospital). No sabemos cómo se la dio a su madre, pero acabó en el suelo.Y ahí se quedó.

No es posible pensar en qué pensaban la madre de la niña y la hija de la anciana, pero hay una mala analogía usada para la misa (y la comunión) que es consistente con estos comportamientos: la analogía de que la misa es “compartir el pan”.

Es una mala analogía, pues ¿quién comparte con quién? No somos nosotros que compartimos, sino que es Cristo que comparte su cuerpo con nosotros, y así, nos hace partícipes de Él. Y es Cristo mismo el que nos da su cuerpo en la figura del sacerdote, que actúa in persona Christi, como si fuera Cristo mismo. Por eso sólo el sacerdote (y diáconos y ministros extraordinarios en casos muy concretos) puede repartir la comunión. Pero si me dan la hostia y tengo en la cabeza la idea de que la misa es “compartir el pan”, pues eso hago y la comparto con mi hija o con mi madre. Pero eso implica creer que la hostia pasa a ser mía cuando me la dan. ¿Por qué creo eso?

Ese es uno de los problemas conceptuales de la comunión en la mano es este: recibo la hostia en mi mano y facilita el que crea que es mía. La simbología de la comunión en la boca es mucho más adecuada en este aspecto. Pero hay otro problema más grave, que es creer que la hostia es un objeto. La hostia ya no es un simple objeto material, sino que es el Cuerpo de Cristo. Si yo le doy mi mano a alguien, ambos tenemos claros que la mano sigue siendo mía. Pues lo mismo, la hostia es el Cuerpo de Cristo, y aunque la pongan en mi mano, sigue siendo de Cristo. 

Luego el análisis nos lleva al problema que todos conocemos: ya no creemos en la presencia real de Cristo en la Eucaristía, sino que creemos que la hostia consagrada es un mero símbolo. Por eso mucha gente, incluso sacerdotes, pasa ante el sagrario como ante cualquier otra capilla; tratan la hostia consagrada como un mero trozo de pan; hablan en el templo, incluso durante misa, como si fuera en la plaza; no se arrodillan en la consagración; y parten la hostia para compartirla con su hija, o se la llevan a su madre enferma.

¿Y qué podemos hacer? Los obispos de Estados Unidos han decidido gastarse los cuartos en un  programa de tres años con cursillos, documentos, actos y demás. No creo que sea efectivo: formas de actuar de la sociedad que tenemos bien metidos en el cuerpo no cambian por un cursillo. Ya he dicho que la madre del primer ejemplo acababa de asistir a una conferencia del sacerdote sobre la Eucaristía. Más efectivo, aunque más lento, es cambiar la simbología y la forma de actuar: devolver los sagrarios al presbiterio; arrodillarse durante la consagración; comulgar de rodillas y en la boca; no entrar en un templo sin hacer una visita, pro breve que sea, al Santísimo; reencender devociones, como las procesiones del Corpus, las exposiciones del Santísimo y la Adoración Nocturna. Algo se va haciendo: conozco varias parroquias de aquí, de Palma de Mallorca, en donde se hace semanalmente una Exposición del Santísimo. Hace 10 años no sé si había alguna. Cada vez hay más capillas de Adoración Perpetua en España. La procesión del Corpues está de vuelta en muchos sitios. Es alentador. 

Y es el único camino, pues la Eucaristía como símbolo es la nada. Como dijo la escritora católica Flannery O'Connor: “If it's just a symbol, to hell with it” (Si es sólo un símbolo, que se vaya todo al infierno). Pero va a ser lento, y necesitaremos paciencia y constancia:  hemos estado 50 años o más hundiéndonos en el hoyo y va a costar al menos otro tanto salir de él. 

domingo, 22 de enero de 2023

Consciente hasta la muerte

Hace poco, ante la noticia de que un conocido suyo había decidido morir en casa, rodeado de su familia, mi suegra nos dijo: “Cuando me llegue la hora, me lleváis al hospital y que me seden bien, que no quiero enterarme de nada”. Eso me dio que pensar.

Por un lado está la idea de que uno puede morir “sin enterarse de nada”. Recordé algo que había leído sobre la guillotina. El inventor de la guillotina afirmaba que era una manera más humana de morir, sin sufrimiento, pues la muerte era instantánea. Pero durante la revolución francesa un médico se puso de acuerdo con algunos futuros guillotinados y, tras la ejecución, pudo hacerles preguntas y recibir respuestas –creo que con movimientos de los párpados–. Descubrió que estaban conscientes durante uno o dos minutos. Las células del cerebro no murieron instantáneamente tras cortarles la cabeza. 

Y hay motivos para pensar que algo similar sucede cuando uno muere sedado, por ejemplo durante las eutanasias. Postulan que la sedación impide que te comuniques, pero no que padezcas tu muerte. Vamos, que el que “no se entera de nada” no es el moribundo, sino los que le rodean. El moribundo sufre; los que están en paz son los familiares y médicos que están a su alrededor.

Pero no es seguro que sea así. Aceptemos que, de una manera u otra, en su vertiente física uno puede morirse “sin enterarse”. Pero el hombre es cuerpo y alma y durante la muerte el alma se separa del cuerpo. No puede ser que tu alma se separe de tu cuerpo y tú no te enteres. Espiritualmente, tiene que ser desgarrador. La muerte es terrible, a veces físicamente, y siempre espiritualmente.

La Iglesia católica reconoce que, estés consciente o inconsciente, el momento de la muerte es muy duro y es cuando tu alma necesita más ayuda. Por eso hay oraciones específicas para pedir una buena muerte, como la oración a la Virgen Santísima, o la Coronilla de S. Miguel. En ésta última se pide:

En la hora de la muerte, no permitáis que ningún espíritu maligno se nos acerque, para perjudicar nuestras almas. Oh Dios y Señor nuestro, guiadnos por medio de este mismo Arcángel [S. Miguel]. Enviadle que nos conduzca a la Presencia de vuestra Excelsa y Divina Majestad.

También hay un rito específico para asistir a los moribundos.  En ella se reza (V/ es lo que dice el sacerdote o diácono, R/ es lo que responden los asistentes):

R/: Venid en su ayuda, santos de Dios salid a su encuentro, ángeles del Señor recibid su alma y presentadla ante el Altísimo.

V/: Cristo, que te llamó, te reciba y los ángeles te conduzcan al regazo de Abrahán.

R/: Recibid su alma y presentadla ante el Altísimo.

V/: Dale, Señor, el descanso eterno y brille sobre él la luz perpetua. Recibid su alma y presentadla ante el Altísimo.

En el momento de la muerte, no sólo tu cuerpo se consume, sino que tu alma está muy débil y acechada por el Maligno. Existe un serio peligro de que en estos momentos te rebeles ante Dios y te condenes. Es por eso que necesitas más ayuda sobrenatural, y en particular el don de la perseverancia final. Y una vez muerto, el alma se siente perdida y necesita de la ayuda de ángeles y santos para llegar hasta al Señor. Todo el mundo necesita ayuda para el momento de su muerte. Esto lo puede solicitar en parte por sí mismo rezando a menudo para solicitar una buena muerte y el don de la perseverancia final. Y también se consigue en el momento de la muerte rezando junto con familiares y allegados. 

Yo rezo cada día la Coronilla de S. Miguel, y cada noche antes de acostarme, rezo la oración final de la completas que acaba “Que Dios nos conceda una noche tranquila y una muerte santa”. Y además, no quiero morir sedado o inconsciente. Quiero estar rezando a Dios, mejor junto a mi familia, para conseguir toda la ayuda sobrenatural que pueda para soportar este tránsito. Quiero estar consciente hasta la muerte.

 

domingo, 15 de enero de 2023

Por qué soy católico. Resumen final

 Resumen final

Cuando empecé esta serie pensé que la completaría en 2 o 3 semanas. Han pasado más de 6 meses. Ha sido un camino más largo y complicado de lo que pensaba: lecturas, preguntas, investigación, vueltas y vueltas a cómo enfocar cada entrada. Pero ya hemos llegado al final y creo que es conveniente hacer un resumen final de los argumentos utilizados en las 11 entradas de esta serie. No voy a reargumentar cada punto sino mi intención es dar una visión general del camino que he recorrido, con enlaces a las argumentaciones originales. Vamos allá.

El punto de partida es el hecho de que nacemos de una familia con una cultura y una religión. Si no hacemos nada, quizá mantengamos esa religión que nos dieron o, lo que es más probable en estos días, quizá nos gane la indiferencia. Pero cómo vivimos esta vida presente y cómo será nuestra vida tras la muerte depende totalmente de nuestra religión, luego es nuestro deber indagar un poco en las bases de nuestra vida religiosa. Yo nací católico, pero no soy católico por defecto, sino que he estudiado mi religión y estoy convencido que es la única religión verdadera. En estas entradas he estudiado y dado forma a este convencimiento. No es una disgresión teológica, sino una argumentación desde la base que debe tener todo católico, recibida en catequesis, en la práctica diaria, con lecturas, conversaciones y viendo charlas (hoy en día casi todas a través de Internet).

La idea conductora de mis reflexiones es que la religión católica tiene más sentido que cualquier otra. Tiene más sentido que exista un dios a que no exista y que haya un sólo dios a que haya varios. El Dios cristiano tiene más sentido que el musulmán y que la visión judía del mismo Dios. Y dentro del cristianismo, tiene más sentido la Iglesia católica que la ortodoxa o que las denominaciones protestantes. Veamos cada uno de estos puntos.

Tiene más sentido que exista dios a que no exista

No le veo ningún sentido al ateísmo y hay varias formas de argumentarlo. La primera es simplemente mirando a nuestro alrededor. Vemos agua, montañas, el cielo, las estrellas. Vemos flores, moscas, peces, gorriones, perros. Y vemos a otras personas. ¿De dónde sale todo esto? Fuera de la existencia de un dios creador no hay realmente una explicación. El big bang explica cómo se dispersa la materia, por qué existen estrellas y galaxias, y por qué existen los átomos que existen y en las proporciones que existen, pero no explica de dónde aparece esta materia. La teoría de la evolución explica cómo se desarrolla la vida, pero no de dónde aparece. Y nadie sabe de dónde aparece la consciencia y la inteligencia que caracteriza al hombre. 

La ciencia no tiene explicación sobre cómo aparece la materia. Aparece porque sí, sin causa alguna. La diferencia entre una piedra y un lirio es que, por casualidad las moléculas se organizan de tal manera que aparece una roca o, también por casualidad, de tal manera que aparece un ser viviente que puede reproducirse y evolucionar. Mucha casualidad. La diferencia entre un hombre y cualquier lombriz varía: cuando era niño era porque, otra vez casualidad, aparece la consciencia y la voluntad (en el “eslabón perdido”); ahora se favorece la idea de que la voluntad, la inteligencia y la consciencia no existen, sino que son interacciones mecánicas de los átomos que a nosotros nos aparece como ilusión de consciencia, voluntad, inteligencia. Estas explicaciones materialistas no tienen sentido alguno. Tiene mucho más sentido pensar que un dios creador ha creado la materia que vemos y palpamos, ha creado la vida y ha creado el hombre. Además, esto da mucho mas sentido a la materia, la vida y al hombre.

Una segunda argumentación se basa en la existencia de los milagros. Vamos a definir milagro como un suceso que todo el mundo acepta ha pasado pero para el que no hay explicación científica. Se suele argumentar que no hay explicación actual, pero puede haberla en el futuro. Pero los milagros que son señales de Dios, los aceptados por la Iglesia Católica, son tales que no hay posible explicación futura, pues son imposibles. Por ejemplo, el vino tiene más energía que el agua (el vino puede arder, el agua, no), Luego para convertir agua en vino hay que darle esa energía. Alguien calculó la energía necesaria para convertir el agua en vino en las bodas de Caná y demostró que era imposible que un proceso natural diera lugar a esa conversión. Y lo mismo podemos decir del milagro del cojo de Calanda, al que le creció instantáneamente un pierna que le había sido amputada. O los milagros son sucesos sobrenaturales, o no podemos entender la naturaleza y por lo tanto no hay base para la ciencia. Tiene mucho más sentido pensar que los milagros son obra de un dios, y por lo tanto demostración de su existencia.

Una tercera familia de argumentaciones de la existencia de dios tienen base en la metafísica, que estudia lo que está más allá de la naturaleza (de la física). Una primera cosa que nos enseña la metafísica es que un dios no puede ser material, sino puramente espiritual y debe existir fuera del espacio y del tiempo. 

Hay muchas demostraciones metafísicas de la existencia de dios, pero nos centramos en dos: la causa primera y el fundamento del bien. Empecemos por la causa primera. Si hay un cambio, es porque algo ha causado ese cambio. Y ese algo es a su vez un cambio que ha tenido que ser causado por otro cambio, y así. Por ejemplo, me he mojado porque ha empezado a llover. Pero ha empezado a llover porque se ha enfriado la atmósfera. Y se ha enfriado la atmósfera porque… Esta cadena causal no puede extenderse infinitamente, luego debe haber una causa primera que cambia a las cosas sin cambiar ella. Eso es lo que llamamos dios.

Vayamos con el fundamento del bien. ¿Existe el bien o es pura cuestión de convenio? Por ejemplo, ¿la violación es mala por convenio? Porque si es así, por otro convenio la violación puede convertirse en algo bueno, es sólo cuestión de plantearlo. Este tipo de pensamiento en el fondo nos repugna. Luego hay un bien absoluto. ¿En qué se basa este bien absoluto? No puede ser en el hombre, pues sería un convenio, luego ha de ser de algo que trasciende al hombre. Debe venir de dios.

Una pega que los ateos suelen poner a la existencia de dios es la siguiente: ¿cómo puede existir un dios todopoderoso y bondadoso que permita el mal y el sufrimiento en el mundo? Esto se pude dividir en dos cuestiones: ¿Cómo puede dios permitir que algunos hombres hagan daño a otros? Y ¿cómo puede  permitir dios que haya sufrimiento por enfermedades, catástrofes naturales y similares?

La cuestión del mal se contesta fácilmente: el mal es consustancial a nuestra libertad. Si tiramos una piedra a otra persona el mal no está en si acertamos, sino en que hemos tenido la intención de tirarle una piedra. La única manera que tiene dios de evitar este mal es impedir que tengamos la intención de hacerlo. Es decir, es limitar nuestra libertad. Si dios nos ha hecho libres, el mal es una posibilidad.

En cuanto al problema del sufrimiento, Sto. Tomás de Aquino lo declaraba un misterio, pero argumentaba que tiene que ser porque de este dolor puede salir un bien mayor que el sufrimiento soportado. Y esto es algo  que se ajusta a nuestra experiencia: en los momentos duros, de sufrimiento y dolor, es cuando hemos crecido más de lo que pensábamos posible, cuando nos hemos fortalecido. Dios nos manda estas pruebas para que podamos crecer y hacernos mejores. 

Luego ni la existencia del mal ni la del sufrimiento son obstáculo a la existencia de un dios. Es más, la existencia de dios da sentido al sufrimiento y nos permite este crecimiento. El sufrimiento sin sentido es aniquilador. Es dios el que le da un sentido que nos hace crecer.

Una vez establecido que tiene más sentido que exista un dios a que no exista, pasemos a la cuestión de cuántos dioses hay. Esto está muy relacionado con el concepto de dios que tengamos. Si tenemos un concepto similar al de los griegos y romanos, cuyos dioses más parecen lo que hoy llamamos superhéroes, no hay problema en que haya varios. Pero si consideramos que Dios es el creador, todopoderoso, la fuente de la bondad y de la justicia, no puede haber más que uno. Por ejemplo, la única manera que hubiera dos dioses todopoderosos es que estuvieran siempre absolutamente de acuerdo en todo lo que hacen.  Y lo mismo pasaría con la idea de dios fuente de la justicia: tienen que tener ambos siempre exactamente el mismo concepto de lo que es justo.  Es decir, tendrían que ser absolutamente idénticos. Y eso quiere decir que son un sólo dios.

Ya establecido que lo que tiene sentido es que haya un solo Dios, comparemos las tres grandes religiones monoteístas.

Expuse dos razones por la cual el cristianismo tiene más sentido que el islam: una es el concepto de dios que se tiene en el islam.  La diferencia esencial es que Jesucristo es un ser que ama de forma incondicional, imparcial y universal, mientras que el amor de Allah es parcial y condicional, debes ganártelo. Y no es universal, pues no ama a los pecadores. Este concepto de Dios que nos mostró Jesucristo es superior, y tiene más sentido, al concepto de Allah que aparece en el Corán.  La segunda razón se basa en cómo se difundieron ambas religiones tal y como explica Sto. Tomás de Aquino en su Summa contra Gentiles: la difusión de la religión católica, predicha por los profetas, hecha por gente inculta, entre peligros y persecuciones, sin prometer nada en este mundo ni de este mundo, es de inspiración divina, mientras que el del Islam, que no fue predicha, hecha esencialmente por las armas y que promete placeres carnales en este mundo y en el otro, tiene una pinta mucho más humana.

La religión judía se refiere, obviamente al mismo Dios que el cristiano, pero son visiones diferentes, cuya diferencia se centra en si Jesucristo es o no Dios. Si leemos atentamente los Evangelios y mirando lo que Jesús dijo de sí mismo sólo tenemos tres opciones: (a) Jesús es quien dice ser, el Hijo de Dios; (b) Jesús es un demente, con delirios de ser Dios; o (c) Jesús es un embaucador, que engaña a sus seguidores. No hay otra opción. Y analizando las tres, vemos que la única que tiene sentido es que Jesucristo sea el Hijo de Dios. Un embaucador no se somete a una muerte de cruz, cuando le era fácil escaparse de ella. Y un demente no hace milagros, reconocidos incluso por sus enemigos. Lo que tiene más sentido es que Jesucristo es el Hijo de Dios, y por lo tanto tiene más sentido la visión cristiana de Dios, y el cristianismo, que la visión judía, y el judaísmo.

Y ya dentro del cristianismo, hemos de comparar la religión católica con la ortodoxa y la protestante.

Hay muy poca diferencia entre el catolicismo y los ortodoxos: su separación tiene más parecido a una trifulca familiar que a diferencias doctrinales esenciales. Pero la Iglesia católica tiene más sentido porque es universal, mientras que las Iglesias ortodoxas son nacionales: uno es católico “sin apellidos”, pero no ortodoxo “sin apellidos”, sino que es ortodoxo griego u ortodoxo ruso, u ortodoxo ucraniano, etc. Las dificultades de esta nacionalización de la religión se ha hecho muy cara en estos momentos con la guerra rusa-ucraniana.

Las diferencias doctrinales y de liturgia entre la Iglesia Católica y las denominaciones protestantes son mucho mayores y se las puede comparar de muchas maneras. Pero me es difícil establecer que una doctrina tiene más sentido que la otra, por lo tanto usemos otros dos argumentos para establecer cuál tiene más sentido. Uno de ellos es la justificación que dan los protestantes de su revuelta y separación. Claman que la verdadera Iglesia de Cristo desapareció en el S. II, “secuestrada” por papas y obispos, y que Lutero Calvino y demás reformadores la “rescataron” en el S. XVI. Pero estudio tras estudio, incluso de devotos protestantes (en el momento), como Peter Kreeft, muestran que es al revés: es la Iglesia católica la que es la fiel seguidora de la Iglesia desde sus orígenes. Los sacramentos, la sucesión apostólica, la liturgia, etc. de la Iglesia primitiva, tal y como lo recogen, por ejemplo, los Padres de la Iglesia, es esencialmente la que tenemos en la Iglesia católica (y ortodoxa) hoy en día. Luego la base fundacional del protestantismo es falsa. 

El segundo argumento son las diferencias de doctrina que se observan en las diferentes denominaciones y los cambios doctrinales que han ido siguiendo, sobre todo en las últimas décadas, para estar a la par del Mundo Moderno.  Dios está fuera del tiempo, como nos dice la metafísica, luego es inmutable. Y su doctrina también. Una iglesia con cambios doctrinales no puede ser la Iglesia de Cristo. Por lo tanto tiene mucho más sentido la Iglesia católica que las denominaciones protestantes.

Conclusión

Esta entrada contiene un breve resumen recorrido en las 11 entradas de esta serie. Lo que tiene sentido es que exista un dios, y que sea único. De los dioses de las religiones monoteístas el Dios cristiano es el que tiene más sentido. Y de las religiones cristianas, la católica. Esto no es una “gran demostración” irrebatible, sino una reflexión personal, pero que a mí me da la seguridad de estar en la Única Iglesia Verdadera. Y que me incita a obedecerla sin reservas para así avanzar en el camino de mi salvación. 

domingo, 1 de enero de 2023

Por qué soy católico - VI b

 Tiene más sentido la religión católica que la ortodoxa o las protestantes

En la entrada anterior comparamos la Iglesia católica con las Iglesias ortodoxas. En esta, la vamos a comparar con la denominaciones protestantes.

Dos notas previas. La primera es que estamos comparando las religiones (doctrinas, historia, liturgias) y no sus fieles. Aunque voy a mostrar que las denominaciones protestantes tienen claros defectos, los fieles cristianos protestantes pueden, para vergüenza de los católicos, ser más comprometidos y más fieles seguidores de Cristo. 

La segunda nota es que hay muchas denominaciones protestantes. Los anglicanos son diferentes de los luteranos, los calvinistas, los baptistas, los metodistas, los evangélicos… Mi intención al hablar de “los protestantes” es decir cosa que en esencia valen para todas las denominaciones, aunque en detalle será diferente según la denominación de la que tratemos. Por ejemplo, el número de sacramentos admitido es diferente según la denominación. Todas admiten dos (bautismo y matrimonio), algunas admiten más, pero ninguna admite los siete de los católicos y ortodoxos. 

Diferencias

Así como vimos en la entrada anterior que la Iglesia católica y las ortodoxas son muy similares en doctrina, tienen los mismos sacramentos, la liturgia es reconocible y tiene algunas diferencias no esenciales en su forma de proceder (disciplina), no podemos decir lo mismo de las denominaciones protestantes. Las diferencias doctrinales son enormes. Por exponer la mayor, no reconocen la presencia real de Cristo en la Eucaristía. Sólo reconocen dos sacramentos (algunas denominaciones, más). No existe la misa, sino que tienen celebraciones dominicales sin eucaristía. No existe el sacerdocio, sino que hay pastores al frente de las comunidades. No hay sucesión apostólica (el linaje de sus obispos llegan como mucho al S. XVI). No reconocen el Magisterio de la Iglesia ni la Tradición. Las diferencias formales son enormes. Si comparamos la Iglesia Católica con las denominaciones protestantes, una tiene que tener mucho más sentido. 

Para mostrar cómo las denominaciones protestantes tienen menos sentido que la Iglesia católica vamos a estudiarlo desde dos vertientes: su base fundacional y las consecuencias de su doctrina.

La base fundacional del movimiento protestante

La justificación que dan los protestantes para la reforma protestante es la siguiente. Cristo fundó su Iglesia, pero casi inmediatamente de muertos los Apóstoles, en el S. II, el Papa y los obispos “secuestraron” la Iglesia y la convirtieron en una institución para su beneficio y poder. Y así siguió hasta el S. XVI, en el que Lutero, Calvino, Zuinglio y demás reformadores “rescataron” a la Iglesia de las manos de Roma y la devolvieron a Cristo y sus fieles.

Algunos, como el P. Loring (que en paz descanse), destacan la falta de lógica de que pasaran catorce siglos desde que la Iglesia fuera secuestrada a que alguien se diera cuenta y la rescatara. Pero la lógica de Dios no es la de los hombres, por lo tanto no lo veo como un argumento fuerte. Más fuerte es el argumento de que este secuestro es falso. Esto lo he oído relatar de diferentes maneras por varios estudiosos de la Iglesia antigua, pero la que más me gusta es cómo lo cuenta Peter Kreeft.

Kreeft nació en una familia protestante presbiteriana (calvinista) muy comprometida (creo que su padre era pastor protestante). Fue a la universidad de Calvin a estudiar filosofía y teología, probablemente con la intención de convertirse también en pastor. Cuenta como en una clase el profesor les explicó la justificación de la reforma protestante que he expuesto antes y él dijo “Es decir, que si un católico y yo nos trasladáramos en el tiempo hasta el S. I, la Iglesia sería para mí muy familiar y me sentiría muy cómodo, mientras que el católico, no la reconocería y se sentiría incómodo”.  El profesor le contestó “Es una manera muy curiosa de ponerlo, pero sí, es así”. A Kreeft le pareció un punto de partida interesante para un estudio de la Iglesia primitiva y se puso a ello. Y llegó a la conclusión contraria de la que esperaba: la Iglesia primitiva era mucho más parecida a la católica que a la protestante. Ese fue el principio de su conversión al catolicismo.

Otros han apuntado a contradicciones internas de esta base fundacional. Por ejemplo, los protestantes no aceptan el Magisterio de papas y obispos (recogida en los concilios y otros documentos) y la Tradición (recogida sobre todo por los Padres de la Iglesia). Consideran que sólo la Biblia recoge las enseñanzas de Cristo (sola scriptura). Pero la Biblia no es un libro escrito por nadie, sino que es la recolección de escritos considerados sagrados. ¿Recolectado por quién? Por el Magisterio de la Iglesia en el Concilio de Roma del año 382. ¿Basado en qué? Sobre todo en la Tradición. Luego tenemos que los protestantes rechazan el Magisterio y la Tradición en favor de la Biblia, que es un producto del Magisterio y la Tradición (debo indicar que la Biblia protestante difiere de la católica, pero la variación es pequeña y no invalida este argumento).

Por esta falsedad del argumento fundacional de la Reforma y por estas contradicciones internas, la religión católica tiene más sentido que la protestante en cualquiera de sus denominaciones.

Consecuencias de su doctrina

Es difícil hablar de doctrina protestante, pues hay diferencias doctrinales notables entre una denominación y otra. Pero todas coinciden que no hay intercesores entre la persona y Cristo –ni sacerdotes, ni obispos, ni cardenales ni papas– sino que lo que importa es la relación personal con Jesús que cada uno tenga. Por ejemplo, no hay Sacramento de la Penitencia, pues uno no debe confesarse con un sacerdote, sino directamente con Dios. Pero todos sabemos lo fácil que es engañarnos a nosotros mismos. Para no hablar de otros, yo he sido muy capaz en mi vida de justificar que los pecados mortales que he cometido, realmente no lo eran. Pero mi alma estaba moribunda y hasta que, empujado por la Virgen, no reconocí mis pecados y me confesé, mi alma no revivió.

Y de la misma manera que una persona se autoengaña, se pueden autoengañar las comunidades. El hecho de que en muchas denominaciones no exista el Sacramento del Orden, no exista el sacerdocio, sino que los pastores son meros empleados contratados por la comisión de la comunidad, y que pueden ser despedidos si la comunidad así lo decide, promueve que el pastor predique más lo que la comunidad quiere oír que la doctrina de Cristo.

Y así vemos que en este siglo ha habido cambios de doctrina fundamentales en muchas denominaciones, marcados más por el Mundo que por Dios. ¿Que hay un fuerte movimiento feminista? Pues las mujeres pueden ser pastores e incluso obispos. ¿Que la moral sexual se ha relajado? Se permite el uso de anticonceptivos, se facilita el divorcio y hasta se acepta el aborto. Pero como vimos en la entrada donde explicábamos la base metafísica de la existencia de Dios, Dios existe fuera del tiempo. Esto implica que Dios no puede cambiar, es inmutable (si cambiara, habría un antes y después del cambio y Dios existiría en el tiempo). La doctrina y la moral no pueden cambiar. Y así lo recoge la Iglesia católica: la doctrina católica puede refinarse, explicarse de una manera más adaptada a los tiempos, pero no puede cambiar. Los doctrina católica se basa sólo en Dios y no en  los movimientos del Mundo. La Iglesia católica es así más cercana al concepto de Dios, y por la tanto tiene más sentido que la protestante.

Resumen

La diferencia entre la Iglesia católica y las denominaciones protestantes son muy grandes en historia, liturgia y doctrina. No puede ser que las dos tengan sentido. Hemos visto primero que la base de la revuelta protestante se basa en una falsa percepción de los inicios de la Iglesia y que esta base tiene contradicciones internas. También hemos visto que las consecuencias de las bases doctrinales protestantes da lugar a que tanto el individuo como la comunidad pueda verse movido más por el Mundo que por Dios. Es por todo esto que la Iglesia católica tiene más sentido que las denominaciones protestantes.