domingo, 16 de febrero de 2020

Si Dios quiere que le encontremos, ¿por qué se oculta?

Hace unos días estaba yo buscando unos papeles en mi parroquia cuando oí a un catequista decir “…porque si Dios se nos apareciera, hasta el más convencido ateo creería en Él”. Yo no estoy tan seguro. Es más, estoy seguro que independientemente de cuántas apariciones, milagros y signos hiciera, muchos no creerían en Él. La demostración es simple: ya vino y ya sabemos lo que pasó. Pocos creyeron que fuera el Hijo de Dios; muchos más creyeron que era un usurpador y un peligro. Y lo mataron. Es más, cuanto mejor lo conocían, menos creían en Él: “¿De dónde le viene a éste esa sabiduría y esos poderes? ¿No es este el hijo del carpintero?” (Mt 13, 54 – 55).

A veces se usa esto como argumento de que Dios no existe: si existiera, se nos daría a conocer, ¿no? Esta cuestión la han tratado muchos teólogos. Veamos lo que dicen dos de ellos.

Uno es el teólogo protestante William Lane Craig, muy conocido en el mundo de lengua inglesa por sus libros, escritos y debates defendiendo la demostración racional de la existencia de Dios. Sobre este argumento en contra de la existencia de Dios (está en YouTube. Empieza a los 5:30. En inglés) hace notar que lo que Dios quiere no es que le veamos sino que nos salvemos, y puede ser muy bien que una revelación demasiado obvia haga más difícil nuestra salvación. Las cosas demasiado simples no nos atraen. Lo sagrado requiere el misterio.

Esto lo menciona Jesús mismo en la parábola de Lázaro y el rico Epulón (Lc 16, 19 – 31), cuando Epulón pide a Abraham que Lázaro vaya a ver a sus parientes Abraham le contesta que ya tienen a Moisés y los profetas. Cuando Epulón indica que a Moisés y los profetas no les hacen caso pero sí que creerían si resucitase un muerto, le responde con un claro «Si no escuchan a Moisés y a los Profetas, tampoco se convencerán aunque uno resucite de entre los muertos».

Otro teólogo que trata esta cuestión es el Venerable Fulton Sheen. Su libro “Paz en el alma” tiene un capítulo titulado “¿Es Dios difícil de encontrar?”. Empieza explicando que podemos encontrar a Dios en el orden y la belleza del universo, a través de las aspiraciones y luchas de nuestras almas, en las Escrituras. Y si no le vemos es porque no queremos, porque preferimos estar en la oscuridad. ¿Pero cómo podemos preferir un mundo oscuro y sin Dios? Y aquí viene el punto clave del capítulo. Explica que hay tres falsos temores que nos alejan de Dios: (1) queremos ser salvados, pero no de nuestros pecados; (2) queremos ser salvados, pero sin que nos cueste demasiado; (3) queremos ser salvados, pero a nuestra manera, no a la de Dios. Es decir, no queremos el Reino de Dios, sino nuestros propios reinos. Y por eso no le buscamos: quedaría demasiado obvio que nuestros reinecitos, que tanto queremos, no valen nada.

Dios quiere que lo encontremos, precisamente por eso se oculta un poco: se pone tras un velo de misterio para hacer más potente su búsqueda y más atractivo su encuentro. Pero también nosotros tenemos que querer encontrarlo, dándole nuestros pecado (lo que no es tan fácil) y aceptando sus términos. Dios quiere que lo encontremos, pero no siempre queremos nosotros encontrar a Dios.




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