martes, 27 de diciembre de 2016

La Misa-espectáculo del Gallo

La pasada Nochebuena fuimos la familia a la Misa del Gallo. Desde hace años esta Misa de Medianoche se hace por la tarde (a las 7:00 en mi parroquia) porque la feligresía ya es anciana y no puede trasnochar.  Como es tradición en Mallorca, tuvimos el canto de la Sibila, canto muy antiguo que sólo se canta en la Misa del Gallo. La que lo interpretó este año lo hizo muy bien. El coro parroquial cantó. Y como pasa en tantas otras parroquias, hubo una participación infantil, con un baile, una breve representación teatral y villancicos. Todo el mundo se lo tomó en serio y la representación fue de fondo navideño, no profano. La iglesia estaba llena de gente, con los padres y familiares de los niños. Tras la Misa, mientras nos felicitábamos la Navidad, una me dijo "Ha sido la Misa del Gallo más bonita que recuerdo, ¿no te parece?" Yo no quise ser negativo y sólo me encogí de hombros.

Porque, sí, la iglesia estaba llena, pero no de feligreses, sino de espectadores, haciendo fotos y filmando vídeos. La iglesia pasó de ser un lugar santo a ser un teatro y el altar, del lugar más sagrado, donde Dios desciende en cada Misa, a ser a ratos un mero escenario. El espectáculo había estado muy bien, pero la Misa… había perdido mucho de su importancia y de su trascendencia.

Repito que se había organizado con cariño y cuidado: los villancicos no eran sobre la nieve y regalos sino sobre el niño Jesús, la representación también, los padres fotógrafos fueron tan discretos como era posible. No se organizó una saturnal profana. Pero ni por esas.

Quizá soy demasiado negativo. Porque si la iglesia se llenó y toda esa gente adoró al Niño Jesús, aunque sólo fuera un ratito, eso tiene que ser bueno, ¿no? Si miramos esto, sólo esto, aisladamente, efectivamente hay algo positivo. Pero si lo miramos todo yo creo que se ha perdido más de lo que se ha ganado.

Los que vinieron a ver a sus niños empezaron viendo un espectáculo, y eso impregnó todo el resto: las vestimentas religiosas se convirtieron un poco en vestuario, el incienso, en tramoya, el canto de la Sibila, en un número musical. Hubo aplausos tras la representación y el canto y como dijo Benedicto XVI, cada vez que se aplaude en Misa, algo sobrenatural se pierde. Me sospecho que incluso la consagración se vio desde un punto de vista más teatral que religioso, más como una representación que una recreación. No creo que ninguno de los espectadores creyó que Jesús bajó otra vez a la Tierra y volvió a ser ofrecido en sacrificio para la expiación de nuestro pecados. Tras la conclusión de la Misa, los niños subieron al escenario, perdón, al altar, para que les hicieran fotos. Tenían al Niño Jesús a un lado y a Jesús en la cruz al otro. Ni niños ni padres les hicieron el más mínimo caso. Dios en esta misa no fue el protagonista supremo, sino que sólo fue parte de la ambientación.

No es que crea que si no hubieran venido los niños hubiéramos tenido una Misa del Gallo altamente espiritual. Pero todo es cuestión hacia donde empujas. Si vas empujando constantemente hacia lo sagrado, irás construyendo una visión sagrada y trascendente de la Misa. Si lo haces hacia lo terreno, lo sagrado pasará a segundo plano. Llevamos muchos años empujando hacia lo terrenal y las iglesias se han vaciado. Es lógico: si la misa es una reunión de gente que piensa de una cierta manera, mejor lo haces en un mitin o en el fútbol; si es un espectáculo, los hay mejores en el teatro o en televisión; si es música, tienes YouTube, Spotify o tu reproductor de MP3. Lo único que puedes encontrar en Misa y que no puedes encontrar en ningún otro sitio es la parte trascendente, sobrenatural, sagrada: la venida de Jesús y su sacrifico para salvarte de tus pecados y abrirte el camino del cielo. El comer su Cuerpo para entrar en comunión con Él y recibir fuerzas para seguirle.

Y este movimiento hacia lo sagrado no se consigue simplemente mediante palabras. No basta con decir antes de la consagración "Y ahora bajará Jesús al altar" (aunque no estaría más que se dijera, sobre todo en ls «misas de los niños») . Es necesario actuarlo y vivirlo par poder interiorizarlo y creerlo. Esto no se consigue en unas horas ni unas semanas. Esto hay que trabajarlo todos los días. Poniendo agua bendita en las benditeras y usándola para purificarse antes de entrar en la Casa de Dios; arrodillándose ante el Sagrario; guardando un respetuoso silencio siempre que se está en la iglesia (ya hablarás con tus amigos a la salida); usando exclusivamente música sacra compuesta específicamente para la liturgia (dando prioridad al gregoriano, como indica el Concilio Vaticano II); arrodillándose en la consagración y tras la comunión (e incluso para recibir la comunión); reservando el altar sólo para el sacerdote y sus ayudantes… Naturalmente hay que explicar el porqué de todo esto y hacerlo no por mera costumbre y sin pensar, sino conscientemente y por convencimiento. Estos signos, repetidos muchas veces, nos llevarán hacia lo sobrenatural, hacia lo sagrado, hacia el contacto con Dios.

Y nos cambiará para todo y para siempre.



viernes, 23 de diciembre de 2016

Navidad: rechazada por absurda

El tema de este blog es que las cuestiones sagradas (en particular de la religión católica) se están convirtiendo para casi todos en algo terrenal y mundano. Y al llegar la Navidad pensé, «¿Qué ejemplo mejor hay de algo sagrado que se ha convertido en algo mundano?» Y llevo un rato delante del teclado y me estoy dando cuenta que, gracias a Dios, la Navidad no se ha convertido en algo terrenal.

Sí, las fiestas se han convertido en una bacanal consumista. Lo central es comer y beber, estar con la familia, regalos costosos. Las decoraciones son de campanas o curvas abstractas. Ahora decimos «Felices Fiestas» e incluso eso de forma poco sentida. Las decoraciones que se ven más son luces, árboles o esos odiosos y horteras Papa Noel colgando de las paredes. Pero no es que la Navidad se haya convertido en algo terrenal, es que la Navidad ha desaparecido de nuestras calles y muchas de nuestras casas.

¿Y por qué no se ha eliminado sólo lo sagrado de la Navidad? Mi conclusión es que no se puede. Si miras lo que celebramos desde un punto de vista sagrado, tenemos a Dios que se hace hombre naciendo de una virgen. Pero si lo intentas mirar desde un punto terrenal, lo que te encuentras es tan absurdo que no te puede entrar en la cabeza. Y lo apartas.

Intenta crear una historia de Dios que viene a la Tierra. Lo primero que te viene a la mente (o lo primero que me vino a la mente a mí) es a Dios viniendo desde los cielos, como en una nave espacial, de forma luminosa y atronadora, y que en primera instancia llena al mundo de terror y después nos juzga o nos da instrucciones o algo así (sí, ya sé: esto es poco más o menos la película  Ultimatum a la Tierra. No tengo mucha imaginación). La segunda posibilidad es pensar en Dios viniendo a la Tierra de incógnito durante un par de semanas para entender mejor qué es esto de ser hombre o cómo es la vida en la Tierra o para arreglar algo pero sin que se note. Viene disfrazado de hombre, pero no es realmente un hombre y es ya adulto. Esto es ridículo pues Dios, siendo omnisciente, no tiene ningún motivo para hacer esto.

Todas las historias plausibles que me vinieron a la cabeza eran así.

¿Qué hizo Dios? No vino como hombre, no vino como niño. Vino como… no sé, ¿célula? pasó por toda la gestación dentro del vientre de la Virgen y nació como todos nacemos. Dios pasó nueve meses en el vientre de una mujer. Dios, el omnipotente, el omnisciente, el principio y fin, Dios.  Nueve meses haciéndose hombre célula a célula. Esto o lo crees por la fe o es tan absurdo que no te entra en la cabeza. Y después nace. De parto. Además en un pesebre. Y después está lo que no aparece en los Evangelios: tiene hambre y frío, se mea encima, tiene irritaciones por los pañales, le salen los dientes, pasa enfermedades, aprende a caminar, a hablar. Dios elige pasar por todo eso para ser en todo como nosotros. O nosotros en todo como Dios.

Si piensas en la Navidad de forma religiosa, como algo sagrado, te maravillas, te postras de rodillas y le adoras. Si lo piensas de forma profana, te lo quitas rápidamente de la cabeza y te apresuras a comer más turrón y a beber más cava. Se pueden hacer fiestas a finales de diciembre sin mencionar a Jesús para nada, pero la Navidad es un absurdo tal que no puede convertirse en algo terrenal. Es puramente sagrado.

La Navidad es el principio del ser religioso y demasiado para el ser terrenal.

Os dejo con una foto de un rincón de nuestro Belén mallorquín. Feliz Navidad a todos, y que el niño Dios nazca en vuestros corazones una vez más.




domingo, 4 de diciembre de 2016

Lucha espiritual

Jesús es salvador. Eso se dice casi cada Domingo pero durante mucho tiempo me ha sonado a hueco. Se suele argumentar que hoy la gente es rica, y no pobre como antes, que tenemos médicos y hospitales y la enfermedad grave y la muerte está menos presente que antes, que tenemos libertad y derechos humanos y ya no se está oprimido como antes. Y ante esta situación, claramente beneficiosa para todos, ya no sentimos necesidad de salvarnos.

Esta falsa narrativa, como tantas otras, se centra en lo terrenal: dinero, bienestar, libertades civiles. Si seguimos la lógica de esta narrativa llegamos a la conclusión que no necesitamos religión porque el estado cumple ahora esta función. Y así se entiende el discurso de primacía del estado de Hillary Clinton (y casi todos los políticos) que comenté en una entrada anterior.

Gracias al Coronel Pakez (@pakez) descubrí a Michael Voris (@Michael_Voris) y la web de Church Militant. Y en ella la visión tradicional de la salvación que predicaba la Iglesia Católica.  He leído y oído allí palabras que ya no se escuchan en las iglesias: alma (¿a que hace tiempo ningún cura os habla de vuestra alma?), eternidad, pecado mortal, infierno, diablo, condenación, lucha espiritual, confesión, penitencia.

Por eso no sentimos necesidad de salvarnos: porque nadie nos ha dicho que hay un peligro real de condenarnos. No es porque somos ricos, estamos sanos y tenemos derechos civiles. Es porque no nos han explicado que el diablo acecha nuestras almas, que nosotros somos muy poco para el diablo y que sin la ayuda de Dios estamos perdidos.

Recuerdo como en clase de religión el P. Fermín nos decía que el cielo era una certeza, pero no se sabía si el infierno existía. No sé de donde sacó eso, porque en los Evangelios Jesús una y otra vez habla del infierno y del peligro de condenarnos. Sin ir más lejos, cuando habla del Juicio Final (Mt. 25; 31-46) que acaba "Estos irán al castigo eterno, y los justos a la Vida eterna".  El infierno existe.

No basta con ser cumplidor: a los fariseos, muy devotos y cumplidores, les llamó "sepulcros blanqueados". Ni con no ser malo: en la parábola de los talentos (Mt 25; 14-30) al que guardó con cuidado el talento para no perderlo, pero que no hizo ningún bien con él le dice "Echen afuera, a las tinieblas, a este servidor inútil; allí habrá llanto y rechinar de dientes." La vida es una lucha espiritual continua. Es una lucha contra el diablo cara a cara cada día y en cada momento. Y sólo puedes ganar en esta lucha si tienes a Dios a tu lado. Si luchas solo estás perdido. Si lo haces con Dios, estás salvado. 

Si no nos damos cuentas de que el mal existe, que lo tenemos dentro, que el diablo nos acecha todo el rato y que si no luchamos constantemente por nuestra alma la vamos a condenar al fuego eterno, si no creemos todo eso, no podemos salvarnos. No es que nos vayamos a convertir en asesinos y violadores, simplemente nos quedaremos cómodamente en el sillón viendo la tele. Y muy cómodamente acabaremos en el infierno.

Esta visión tradicional no asusta. Esta visión despierta. No asusta porque tenemos a Dios a nuestro lado y si Dios está con nosotros, ¿quién estará contra nosotros? (Salmo 27, Rom 8:31). Si luchamos, la victoria es segura. Paradójicamente, darme cuenta que mi alma está en peligro constante me ha vuelto más tranquilo y alegre. Hay que luchar sin parar con las armas que Dios nos da. ¿Qué armas? En mi caso, entre otras cosas:
  • La Eucaristía. Todos los Domingos y Fiestas y siempre que puedo entre semana.
  • El rosario. Diariamente.
  • Visitando el Santísimo. Soy adorador y tengo mi turno semanal. Y voy más si puedo.
  • Oraciones variadas a lo largo del día. Rezo un breve oración antes de empezar cualquier tarea. Por ejemplo, antes de estudiar, esta preciosa oración de Sto. Tomás de Aquino. Y me he dado cuenta que se reza muy bien en la parada del autobús, mientras esperas.
  • Confesión frecuente. Nunca me había gustado la confesión. Y he estado quizá 20 años sin confesarme. Ahora, a las dos semanas de la última confesión me siento incómodo y en necesidad del sacramento. 
  • Lectura de la Biblia. En mi caso me gusta leer las lecturas de la misa del día. Cada mañana, antes de ir al trabajo.
  • Otras lecturas religiosas. En este momento estoy leyendo Suma contra los gentiles de Sto. Tomás de Aquino. También me gusta Chesterton. 
  • Visitas a webs religiosas como la mencionada Church Militant, donde encuentro más lecturas y videos.
Alguno se estará preguntando: «¿Esto no te convierte en un fariseo?¿No te falta la caridad y las buenas obras?» Naturalmente que faltan. No lo he puesto en esta lista porque el orden debe ser este: cuida tu alma y este cuidado te llevará a la caridad. La oración, la adoración, las lecturas y el tener a Dios permanentemente presente me obliga a meterme en el mundo y ayudar a los demás. El otro camino, el de la caridad sin pensar en tu salvación, la «caridad loca» que describe Juan Manuel de Prada, es un camino que no necesariamente lleva al cielo. 

No estamos salvados. Necesitamos a Jesús salvador a nuestro lado para salvar nuestras almas. Sin Él, nuestras almas están condenadas al fuego eterno. La lucha espiritual continua, con la oración, la Eucaristía, la adoración, el estudio y las otras armas que Él nos da, hace la vida una aventura excitante. Mucho más atractiva que la que sale de "el infierno no existe". Y asegura la salvación eterna.