domingo, 22 de enero de 2017

Confesión y perdón

"La misericordia de Dios es infinita, por lo tanto Dios va a perdonar cualquier cosa que haga, y eso asegura que iré al cielo." Este es un argumento que sé que mucha gente se hace. Normalmente es un argumento implícito. Por ejemplo cuando no dan mucha importancia a pecar, porque "Total, Dios nos perdonará". O en la idea actual de que no hay que temer el infierno, que ni se sabe si existe. Incluso lo he oído explícitamente a curas y obispos. Pero es falso. ¿Cómo sé que es falso? Entre otras cosas,

El infierno es real, al infierno van muchas almas. Una vez condenado, el dolor es eterno. El objetivo principal de nuestra vida es que nosotros y los que nos rodean vivamos de tal manera que no acabemos en el infierno. 

¿Entonces eso de la misericordia infinita de Dios es una patraña? No. Hayamos hecho lo que hayamos hecho, si nos arrepentimos y pedimos de corazón perdón a Dios, Él nos perdonará. No importa si has sido un asesino en serie que ha torturado a ancianas y niños toda su vida. Si te arrepientes de corazón y pides perdón, Él te perdonará.

¿O sea, que basta un "Oye Dios, perdóname porfa" antes de morir para salvarte? No. Pedir perdón no es eso. Dios es infinitamente misericordioso, pero no es tonto. Es más, el magisterio de la Iglesia explícitamente dice que el "arrepentimiento" que proviene del miedo a condenarte al estar en peligro de muerte no es verdadero y por lo tanto no asegura el perdón de Dios.

¿Qué asegura el perdón de Dios? El sacramento de la confesión. Esto no significa que si en vez de directamente a Dios le pido perdón a través de un cura ya está. El proceso es más largo y exigente. Es el que nos enseñaban en el catecismo (y que sospecho que ya no se enseña). Son cinco pasos:
  1. Examen de conciencia
  2. Dolor de los pecados
  3. Propósito de la enmienda
  4. Decir los pecados al confesor
  5. Cumplir la penitencia
Examinémoslos uno a uno.

Examen de conciencia. Uno no se confiesa para evitarse un castigo. Uno se confiesa para rehacer su vida, dirigiéndola hacia Dios. Cada confesión es una conversión. Por lo tanto no te confiesas de ese pecado que te preocupa, sino que remiras toda tu forma de vivir y te confiesas de todo aquello que sabes no debes volver a hacer.

Dolor de los pecados. Si piensas "Eso que le hice a Fulano esta mal. Pero se lo merecía" no sientes dolor de este pecado. Y no digamos si antes de pecar te dices, "Bah, lo hago y ya me confesaré". El dolor de los pecados no es un dolor por ti. Es más bien ese dolor que sientes cuando le fallas a tu marido o tu mujer, a tu hijo, a tus padres… Te duele muy hondo porque ellos te aman y tú les has fallado. Pues lo mismo: Dios ha sufrido y muerto por ti y tú le has fallado.

Propósito de la enmienda. Te propones firmemente no volver a caer. Sí, somos débiles y es difícil prometer lo que sabes que te va a ser muy difícil cumplir. Sobre todo con los vicios, que parecen irresistibles. Aunque dudes de ti,  tienes que proponerte de corazón no volver a caer. Y si después caes, pues te vuelves a confesar. Propóntelo con toda tu fuerza (¿o piensas que puedes engañar a Dios?) Y una buena noticia: con la confesión viene incluida una gracia divina que te ayuda a mantener este propósito. Y aseguro que funciona: vicios de los que había intentado escapar por mi cuenta sin conseguirlo, fue confesarme una vez y ya está: apenas siento tentaciones.

Decir los pecados al confesor. Lo que ya sabemos. Una única advertencia. Dilos enteros, sin edulcorar. Humíllate, que de eso se trata.

Cumplir la penitencia. Por suerte o por desgracia, las penitencias son una broma. Por ejemplo, tras una confesión con un pecado tirando a grave me dice el confesor "Reza 3 avemarías". Pensé "Acabo de rezar un rosario. ¿Tres avemarías? ¡Tómate mi confesión en serio!". Quizá se lo tenía que haber dicho.  Lo bueno es que lo haces en dos minutos y la confesión es perfectamente válida. Lo malo es que el cura ha perdido una oportunidad para hacer que te enfrentes a tu pecado y ayudarte así a mejorar. 


Como veis, confesarse no es simplemente pedir perdón y "quedar en paz". Es mucho más. El sacramento de la confesión te asegura el perdón de Dios, pero además te da gracia para resistir a la tentación de volver a pecar, tranquiliza tu alma, reconduce tu vida, te insufla de alegría. 

Notad que este sacramento sólo lo tiene la Iglesia Católica. Para los protestantes no existe y su pedir perdón se queda en la parte terrenal, sin entrar en la sagrada. Muchos protestantes se han convertido al catolicismo precisamente por el sacramento de la confesión.

Es una herramienta potentísima para cambiar nuestras vidas. Lástima que lo usemos tan poco.