¿Por qué esta forma de actuar? Se me ocurren varios motivos. Un primer motivo es que no sabemos qué hacer para identificar el problema. Los problemas sociales no son simples y haría falta trabajo, tiempo y dinero que no tenemos. Hay otros motivos, pero después llega el que creo más interesante: el activismo, el “tenemos que hacer algo”. Y ese algo tiene que ser algo que podamos mostrar: intentar determinar cuál es el problema no sería “hacer algo”. No es que no se quiera resolver el problema, pero la apariencia de actividad es más importante que la eficacia de la solución.
Este es un desorden de nuestra sociedad: meditar, pensar, reflexionar no están bien vistos, lo consideran inmovilismo. Si no hay acción, no hay un plan, no hay medidas o decretos, no hay nada.
Como contraste tenemos la virtud cardinal de la prudencia. Es la primera y principal virtud cardinal: las demás se apoyan en ella. La prudencia no significa alejarse del peligro: eso es pusilanimidad. Tampoco significa lanzarse al peligro sin pensar: eso es ser temerario. La prudencia exige estudiar a fondo el problema o la situación, tomar la decisión de qué es lo mejor y después hacerlo. La prudencia exige acción, pero sólo después de tener claro cuál es el problema y qué es lo que hay que hacer.
Desgraciadamente en la Iglesia no sigue su propia sabiduría, dan la espalda a esta virtud cardinal y vemos los mismos defectos que veo en mi universidad: el nefasto activismo. Una analogía al problema de los suspensos de primero es la poca gente que va a misa. Poca gente va a misa, ¿cómo resolvemos este problema? Y otra vez, no es un problema, es un síntoma. El problema es otro. Pero no nos planteamos eso sino que buscamos “soluciones”, porque hay que hacer algo. Por ejemplo, misas-espectáculo por Navidad, para que vengan los padres a ver a sus niños y se llene el templo, o coros y guitarras u homilías poco controvertidas.
Por suerte, a diferencia de los suspensos de primero en la universidad, sabemos perfectamente cuál es el problema: nos hemos alejado de Dios. Pero si en vez de buscar volver a Dios, buscamos ser “activos”, llegamos a las soluciones indicadas, que no hacen nada por acercarnos a Dios. Más bien todo lo contrario. Y vemos templos cada vez más vacíos.
No es fácil saber en qué nos hemos alejado de Dios, pero no importa, en las Escrituras hay muchos ejemplos y el camino de conversión es siempre el mismo: arrepentimiento, oración, ayuno, mortificación. Pero no es el camino que se sigue, porque no es actividad, no da lugar a una mejora medible, a unas estadísticas que podamos enseñar. En serio: me he encontrado con algún sacerdote que cree que rezar no es hacer nada.
Consideremos el Domund, el día de Seminario o cualquier otro día en el que queremos trabajar en la “solución de un problema”. Lo que hacemos ahora es lo siguiente: la semana anterior te dirán que la semana que viene es el día en cuestión, después en la misa se recordará al inicio que tenemos una intención especial, en la homilía se le dedicarán unos minutos, en las peticiones se hará una o dos preces específicas, se recordará antes de la colecta que se recoge el dinero para esa intención y a la semana siguiente te dirán cuánto se ha recogido en la colecta. Incluso cuando se hace un ayuno, como el día del ayuno voluntario en la campaña contra el hambre, se conecta el ayuno con la colecta, recomendando que des lo que te ahorres de comida. Lo que queda al final en la mente del fiel es la colecta y poco más. Es una visión materialista de los problemas, que no los resuelven, pues se quedan en los síntomas.
¿Cómo me gustaría que se hiciera? Se expone el problema como un problema espiritual, de alejamiento de Dios, de pecado. Y de pecado nuestro, no de los demás: tú tienes que rezar, ayunar y arrepentirte de tus pecados. Se puede empezar con antelación con una novena. Llegado el día, se dedica todo el fin de semana, y no sólo la misa, a la intención. El sábado es día de ayuno y hay una exposición del Santísimo desde las 9:00 a las 21:00, con sacerdotes confesando (no olvidemos la parte de conversión y arrepentimiento). Durante estas 12 horas hay tiempo de sobra para hacer meditaciones orientadas a la cuestión, oraciones, peticiones, etc. El domingo se acaba con una misa solemne de petición y acción de gracias. Y sí, hay una colecta especial, pero el objeto de la colecta es de desprendimiento, de ofrenda, de limosna penitencial, no de mera recogida de fondos. Imaginaos la fuerza de una actuación así de una comunidad. Y el mensaje que daría, tanto dentro de la Iglesia como a los de fuera.
No conozco ninguna parroquia que tenga un programa de actuación como este. Me imagino que incluso dentro de círculos diocesanos si un párroco indica que para el Domund va a hacer un día de Exposición del Santísimo, oración, ayuno y conversión le mirarán con cara rara y le recordarán que está muy bien, pero que no se olvide de hacer algo útil.
Y aunque lo ideal es que se hiciera en comunidad, desde la institución, lo bueno es que no es necesario que lo convoque nadie: no necesitas permiso para rezar la novena, hacer una jornada de oración, ayuno y conversión para cualquier intención que quieras. Puedes hacerlo tranquilamente en tu casa. Así que, si te parece bien esta idea, no esperes a la parroquia o a la diócesis. Ya sabes lo que tienes que hacer.
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