– Jerónimo, ¿qué me puedes dar?Leí esto estando en adoración, ante el Santísimo. Tras leerlo me dije, “Voy a dar mis pecados al Señor”. Y vi que no podía hacerlo.
– Señor, te daré mis escritos.
– No es suficiente.
– Entonces, ¿qué te puedo dar? Te daré mis penitencias y mortificaciones.
– Eso tampoco es suficiente.
– ¿Qué más tengo que te pueda dar, Señor?
– Puedes darme tus pecados.
Porque mis pecados están enraizados en mí y dar mis pecados significaba arrancarme partes de mí. Y no estaba preparado para hacer eso. Es sabido desde siempre, ya lo decían S. Juan Bautista y S. Pablo, que tenemos que vaciarnos de nosotros mismos para llenarnos de Jesucristo. Hasta ese día para mí eran palabras. Ahora lo entiendo mejor y sé lo difícil que es.
Me he dado cuenta de lo lejos que estoy pero también he descubierto un camino nuevo. De cuando en cuando digo al Señor que le doy mis pecados. De momento es de palabra, pero poco a poco espero que sea de verdad.
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