domingo, 17 de julio de 2022

Por qué soy católico - II b

Tiene más sentido que exista dios a que no exista

Milagros

En la entrada anterior usamos la creación para preguntarnos sobre la existencia de una deidad. Y vimos que considerar que existe un dios que crea la materia, la vida y el hombre tiene más sentido que pensar que todo surgió de la nada, sin motivo y por azar. Y también, la existencia de un dios da más sentido a la materia, a la vida y al hombre. Pero la existencia de dios es una gran y compleja pregunta, incluso podríamos decir que es la pregunta más importante de todas. Por lo tanto es adecuado trabajarla por cuantos más frentes mejor. Tras llegar a dios por la creación, vamos a llegar por otro camino, que se usa poco, pero que a mí me parece muy iluminativa: los milagros.

¿Qué es un milagro?

Deberíamos empezar por definir qué es un milagro. Hay una excelente entrada que estudia los milagros en el blog de Bruno Moreno, en Infocatólica. Voy a basar muchas cosas en su entrada, pero como mi objetivo es diferente, el enfoque también lo será.

Una primera definición de milagro podría ser que un milagro es una intervención de una deidad. Pero si un dios ha creado todo el Universo, incluyendo sus leyes físicas, entonces interviene en todo lo que pasa y por lo tanto todo es un milagro. Para aceptar esto ya tenemos que creer de partida en una deidad creadora. Luego esta concepción de los milagros nos puede ayudar a aumentar nuestro agradecimiento a dios y a tenerlo más presente en nuestras vidas, pero no nos ayuda a creer en la existencia de las deidades.

Una segunda definición sería que un milagro es una intervención sobrenatural de una deidad, es decir, una intervención que rompe las leyes naturales. Pero podría pasar que no fuera posible saber si algo es sobrenatural o no. Por ejemplo, ante una sequía se organizan ceremonias religiosas para pedir la lluvia. Y una o dos semanas después se pone a llover. ¿Ha sido una intervención sobrenatural de una deidad o ha sido la evolución atmosférica natural? Otro ejemplo. Supongamos un padre que el día anterior a la boda de su hija tiene fiebre, nauseas y vómitos. Ruega a su dios para estar bien al día siguiente y, efectivamente, a la mañana siguiente la fiebre y las nauseas han desparecido. ¿Ha sido una respuesta a sus plegarias o la evolución natural de su enfermedad? O quizá no había tal enfermedad, sino que todo eran los nervios previos a la boda. Milagros de este tipo pueden mejorar tu devoción y la confianza en tu dios y tu religión, pero no ayudan a creer en la existencia de una deidad.

Hay una tercera concepción del milagro, que es el milagro como signo. Los vemos en los Evangelios: Cristo hace milagros para mostrar a la gente que Él es Dios y ayudarles a creer en Él y su poder. Él mismo lo dice: «Pues, para que veáis que el Hijo del hombre tiene poder en la tierra para perdonar pecados —dijo al paralítico—: “A ti te lo digo, ponte en pie, toma tu camilla y vete a tu casa”» (Lc 5, 24). En el Evangelio de S. Juan se utiliza la palabra griega semeia, signo, para referirse a estos milagros. 

Dado el objetivo de estos milagros, son muy visibles, casi diría que espectaculares, y no deben caber dudas de su aspecto sobrenatural. Por ejemplo, en la resurrección de Lázaro (Jn 11), Jesús, aunque sabe que Lázaro está muy enfermo,  espera antes de ir, para que no hubiera duda alguna de que estaba muerto: «Señor, ya huele mal porque lleva cuatro días». Así quedaba claro que Él había resucitado a Lázaro y no era un error de los médicos al declararlo muerto precipitadamente.

Estos milagros como signos siguen produciéndose en nuestros días y son para mí una manera muy clara de hacer patente la existencia de Dios. Veamos algunos casos.

Curaciones

Los casos más controvertidos son las curaciones: el cuerpo humano es muy complejo y todos tenemos experiencia de cambios bruscos de salud que no explicamos.  ¿Cómo podemos saber si una curación es natural o sobrenatural? 

Una objeción habitual ante estas curaciones inexplicables es que nuestro conocimiento es incompleto: el que no haya explicaciones naturales ahora no significa que no las haya en el futuro. Esto puede ser en algún caso, pero no siempre. Digamos que entramos en una habitación y nos preguntan si hay algún animal dentro. No podremos asegurar que no haya un insecto o un ratón, pero sí que podremos asegurar que no hay un caballo. Y no sólo es el tamaño; también podremos asegurar que no hay peces, pues no hay agua. Hay casos que no podemos explicar de forma natural, pero también los hay que sabemos son imposibles. 

¿Puede acaso haber explicación alguna al cojo de Calanda? Es el caso de Miguel Pellicer, que sufrió la amputación de una pierna en el hospital de Zaragoza. Pasó a ser un mendigo a la puerta de la basílica del Pilar. Decidió al cabo de un tiempo regresar a Calanda y en la noche del 29 de marzo de 1640, tras encomendarse a la Virgen del Pilar con especial devoción, su pierna le fue reimplantada. No fue un crecimiento gradual, sino que instantáneamente volvió a tener su pierna. No es una leyenda: fue un caso tan popular, que se envió al Notario Real a investigar. Todo está documentado. No hubo explicación entonces, ni la hay ahora, ni la habrá nunca. Basta hacerse una pregunta: ¿de dónde salió la materia de la pierna recreada?  Si creció por algún proceso natural, esos 3 o 4 Kg de hueso, piel y carne vinieron de alguna parte. ¿De dónde? 

Esta curación de Miguel Pellicer es totalmente imposible por un proceso natural. Para determinar si se da esta misma imposibilidad en otras curaciones, en Lourdes y en los procesos de los santos se usan siete criterios médicos:

  1. Debe haber un diagnóstico seguro;
  2. La enfermedad debe ser grave;
  3. La cura debe haber sucedido de forma inesperada, sin signos premonitorios;
  4. La cura debe haber sido instantánea;
  5. La cura debe haber sido completa;
  6. La cura ha sido duradera: pasados los años, la enfermedad sigue sin detectarse;
  7. No debe haber explicación médica alguna para la curación.
Y además, las autoridades eclesiásticas deben comprobar que hubo algún recurso a la fe: una petición, alguna devoción, algo.

Sólo si están muy seguros de que es sobrenatural lo declaran un milagro. Por ejemplo, en Lourdes hay miles de casos de sanaciones inexplicables, pero sólo en una setentena de casos se han declarado milagrosas. Pequeñas variaciones sobre lo que esperamos pueden ser naturales y debidas a nuestra ignorancia de la ciencia, pero grandes desviaciones son imposibles. Las sanaciones que se declaran milagrosas son de tal magnitud (diagnóstico seguro, caso grave, cura inesperada e inmediata), que podemos descartar que sea por alguna causa aún desconocida.  Tiene más sentido pensar que milagros tan visibles y sin explicación natural son señales de un dios a pensar que son procesos naturales no sólo desconocidos, sino que rompen completamente el conocimiento científico.

Quizá no podamos presenciar nunca una curación milagrosa, pero hay otros milagros que si podemos ir a visitar: son los cuerpos incorruptos.

Cuerpos incorruptos

Hace muchos años un amigo mío médico (y creyente) me dijo: “Se tiene una explicación científica de los cuerpos incorruptos”.  Se habían encontrado multitud de cuerpos incorruptos en los fondos de las fosas comunes multitudinarias que se habían cavado en las distintas guerras del S. XX. Si la fosa es muy profunda, el oxígeno no llega al fondo, y por lo tanto tampoco las bacterias que descomponen la carne. Esos cuerpos quedan incorruptos. Sólo hay un problema: los cuerpos incorruptos de santos no estaban en el fondo de fosas comunes sino en tumbas habituales. En algunos casos se ha visto que, salvo el cuerpo del santo, todo a su alrededor estaba podrido. 

Otras veces se aplica incorrectamente el adjetivo de incorrupto a cuerpos que están momificados. Son casos en el que la piel del cadáver se vuelve como cuero, pero el músculo y las vísceras han desparecido. Es un proceso natural. Una vez hubo que hacer unos cambios en la tumba familiar y yo asistí a la exhumación de los cadáveres de mis abuelos. Ya me advirtieron los operarios del cementerio que seguramente estarían momificados. Se ve que en esa zona del cementerio hay condiciones de temperatura, humedad o lo que sea que dan lugar a la momificación, mientras que en otras zonas del cementerio, me dijeron, casi nunca pasa. Y efectivamente, mis abuelos estaban momificados. Pero los cuerpos incorruptos de los santos no están momificados, pues conservan el músculo y las vísceras. Son cuerpos incorruptos y para ello no hay explicación.

Aquí en Palma de Mallorca tenemos el cuerpo incorrupto de Sta. Catalina Thomás. Está en la Iglesia del convento de la Magdalena, donde pasó su vida, y se puede ir a visitar. Además del signo de su cuerpo incorrupto, tenemos otro: el pañuelo que tapa su cara. 

Cuando estaba ya cerca de la muerte, en 1574, Sta. Catalina dijo a sus hermanas monjas que tras su muerte no la debían tapar ni con un sudario ni con nada. Pero una de las monjas sintió tanta pena que puso un pañuelo sobre su cara. Y ahí sigue el pañuelo, 450 años después: quedó pegada a su cara y nunca lo pudieron quitar. ¿Qué explicación científica puede haber para este pañuelo?

Y finalmente hay otro cuestión: todos los casos de cuerpos incorruptos que se conocen, son de santos católicos. Si es un proceso natural, sea el que sea, ¿cómo es que depende de la religión de la persona?

Tiene mucho más sentido creer que es Dios el que decide conservar los cuerpos de personas especialmente santas como un signo para que creamos en Él, que pensar que por algún proceso desconocido, el cuerpo de algunas personas, pero sólo de una determinada religión, a veces no se corrompen tras la muerte.

Pero la vida y los seres humanos son muy complejos y a veces es difícil disipar las dudas, incluso en los casos más extraordinarios. Vayamos pues a algo mucho más simple: un trozo de pan.

Milagros eucarísticos

Un milagro eucarístico es uno que ocurre en relación con una hostia consagrada. La materia de la hostia es pan ázimo, es decir, harina y agua, sin levadura. Algunos milagros eucarísticos son visiones que se han tenido durante la misa o en presencia de la hostia; otros son preservaciones de la hostia durante años (a veces cientos de años) sin que se corrompan y otros son la aparición de sangre sobre la hostia o la conversión de la hostia en sangre. Nos centraremos en este tercer tipo. El que quiera saber más de los milagros eucarísticos puede ir a la página web ideada y realizada por el beato Carlo Acutis.

Mirando la lista de milagros en esta página, vemos que han sucedido en todas partes del mundo y en todas las épocas: algunos sucedieron hace más de mil años, otros, hace menos de diez. De la larga lista de milagros, describiré dos.

Uno es un milagro que me contaron cuando era niño: sucedió en Gorkum, Holanda en 1572, aunque la hostia se conserva en el Escorial. Unos mercenarios protestantes entraron en una iglesia católica en Gorkum y la empezaron a saquear. Uno de ellos cogió la hostia consagrada que estaba en la custodia y la pisó. La perforó con los clavos de su bota en tres sitios. Por esos tres agujeros empezó a manar sangre. Uno de los asaltantes, maravillado, avisó a un sacerdote, que pudo recuperar la hostia. Ahora se encuentra en El Escorial y se puede ver.

Como uno puede dudar de cosas que pasaron hace cientos de años, veamos a uno que sucedió en en este mismo siglo XXI, en 2008, en Legnica, Polonia. Durante una misa, una hostia cayó al suelo. Como está mandado para estos casos, se colocó la hostia en agua, para que se disolviera, y se metió en el sagrario. Cuando lo volvieron a sacar había aparecido una mancha roja, con algo que parecía un tejido animal. El obispo de Legnica mandó analizar el tejido y la comisión estableció que era un tejido de corazón humano en agonía.

¿Qué explicación natural hay a todos estos milagros? ¿Cómo puede un trozo de pan convertirse en sangre o tejido de corazón humano? ¿Por qué sólo pasa en hostias y no en el pan que compramos en la panadería? ¿Por qué sólo pasa si la hostia ha sido consagrada, esto es, se ha convertido en el Cuerpo y la Sangre de Cristo?

Preguntémonos: ¿Qué tiene más sentido, pensar que esto es un proceso natural desconocido, o que es un signo de Dios?

Conclusión

Hay sucesos que han sucedido a lo largo de los siglos que desafían nuestro conocimiento de la naturaleza. Hemos visto aquí tres tipos: curaciones inexplicables, cuerpos incorruptos y pan que se convierte en sangre y tejidos humanos. No hay duda alguna que esto sucesos han ocurrido, pero alguno puede dudar que sean sobrenaturales y considerar que debe haber una explicación natural. Pero muchos de estos sucesos son tales que no es que no tengamos explicación es que nuestro conocimiento nos demuestra que son imposibles. Entonces, sólo tenemos dos opciones: o aceptamos que son sobrenaturales –signos de la existencia de un dios– o aceptamos que no existen leyes de la naturaleza, pues pueden ser rotas de forma brutal y sin explicación posible. Para mí tiene mucho más sentido pensar que existe un dios a que no existan leyes naturales.

Hemos llegado a la existencia de un dios a través de la observación del mundo –de la materia, la vida y el hombre– y también de la observación de milagros: casos extraordinarios que no tienen explicación natural.  Pero también podemos llegar a concluir que debe existir un dios a partir de puro razonamiento. De esto se ocupa la metafísica y entraremos en ello en la próxima entrada.

miércoles, 6 de julio de 2022

Por qué soy católico - II a

Tiene más sentido que exista dios a que no exista

La existencia de dios es un tema muy complejo y del que se ha escrito muchísimo. Probablemente se puede montar una biblioteca mediana con los libros que hay sobre este tema. Mi intención no es hacer un resumen de lo que he leído de la existencia de dios, ni una recopilación de los argumentos a favor y en contra, sino explicar por qué yo le veo mucho más sentido a que exista un dios que a que no exista. Aún así, es una cuestión extensa y una entrada no va a bastar: van a ser al menos tres. 

Si alguien quiere profundizar más, recomiendo dos libros. El primero es ¿Dios existe? de Dante A. Urbina, un libro en español que es simple y claro. El segundo está en inglés: Five proofs of the existence of God, de Edward Feser. Trata la cuestión de forma profunda y rigurosa. Detalla cinco pruebas de la existencia de Dios que se han desarrollado a lo largo de la historia, desde Aristóteles a Leibniz, explicando los argumentos, y exponiendo y refutando las objeciones habituales a los mismos. Aunque no es imprescindible tener conocimientos básicos de metafísica, sin ellos la lectura es muy dura.

Hay materia

Todo el mundo ha oído hablar del Big Bang: es la teoría que mejor explica el nacimiento del universo. Pero hasta finales de los 1960, esta teoría coexistió con otra, la del estado estable, que proponía que el universo siempre había presentado el mismo aspecto.  Como el universo se expande, un estado estable implica que se tiene que ir creando materia de forma continua: de tanto en cuanto tiene que aparecer espontáneamente, de la nada, un átomo de hidrógeno –el átomo más simple que hay–. Y esta aparición espontánea de materia fue  el punto principal de ataque a esta teoría por los defensores del Big Bang. La ironía de esta objeción no se le escapó al principal defensor de esta teoría, el afamado astrónomo británico Fred Hoyle: aquellos a los que les parecía inconcebible que apareciera de la nada, de tanto en cuanto, un simple átomo de hidrógeno, no tenían ningún problema en aceptar la aparición de la nada, en el inicio, no de un simple átomo sino de toda la materia del universo.

Mira a tu alrededor: animales, plantas, tierra, mar, aire, nubes, estrellas. ¿Todo esto apareció de la nada? Es decir, existe, pero no hay causa alguna para su existencia. ¿Cómo puede ser eso? Materia que existe porque sí, sin motivo ni explicación alguno: no había nada, y de repente, sin nada que lo provocase, hubo una explosión y apareció el universo. Cuando intento pensar en ello mi cerebro se rebela. No tengo palabras para exponer lo inconcebible que me parece esta situación. Tiene mucho más sentido pensar en un dios que crea el universo que en un universo que aparece de la nada.

Hay vida

Pero hay gente mucho más inteligente que yo que no tiene problemas en aceptar la aparición espontánea del universo. Por lo tanto, postulemos que existe la posibilidad de que el Big Bang apareciera sin causa y de la nada. ¿Cómo explicamos la vida?¿Y cómo explicamos los lirios del campo, que ni cosen ni hilan, pero que ni Salomón, en todo su fasto, estaba vestido como uno de ellos?¿Y cómo explicamos el hombre, inteligente y con consciencia de sí mismo?

La respuesta que se da en el supuesto que ningún dios existe es que al azar los átomos se encuentran y se convierten en compuestos químicos cada vez más complejos. Más adelante, una reacción al azar de estos compuestos químicos se convierten en un organismo vivo y después, mediante la evolución, cambios al azar en compuestos químicos de los organismos sobreviven y se transmiten si dan lugar a organismos mejor adaptados a su entorno. Se consigue así que aparezcan organismos cada vez más complejos y “avanzados”. Uno de estos cambios fue tal que dio lugar a un ser inteligente y consciente de sí mismo. Es decir, el hombre.

Hay alguna evidencia que soporta este argumento. Por ejemplo, se ha conseguido en el laboratorio crear aminoácidos, que son los bloques fundamentales que forman las proteínas, a partir de compuestos químicos simples, que se supone existían en la Tierra primigenia, y energía en forma de descargas eléctricas, es decir, rayos. Pero nunca se ha conseguido crear un organismo vivo a partir de interacciones al azar. Y se ha intentado. El hecho de que más de una vez se ha lanzado la conjetura de que la vida llegó a la Tierra desde el espacio sobre un meteorito o un cometa me hace pensar que no se considera posible crear vida mediante reacciones al azar. Naturalmente, esta conjetura espacial no soluciona nada y sólo empuja el problema, alejándolo: ¿cómo llegó la vida al cometa? 

Aceptemos de todas formas que apareciera la vida. Los seres vivos, mediante mutaciones al azar, van diversificándose y convirtiéndose en más complejos y adaptados al entorno. Es la teoría de la evolución. Una teoría fundamental para entender los cambios biológicos en la Tierra. Explica muchas cosas, pero no lo explica todo. Existe una excelente entrada en el blog de Fred Reed en donde se exponen varios problemas serios de la teoría estándar de la evolución. Pero digamos que explica lo suficiente.

Evolucionando, evolucionando, llegamos al homínido que se convierte en hombre, es decir, que adquiere inteligencia, voluntad y consciencia de sí mismo. ¿Cómo pasó esto? No se sabe. Es más, cuando se intenta encontrar la inteligencia y voluntad en el cerebro –normalmente a través de resonancias magnéticas funcionales (fMRI)– no encuentran nada. Y así encontramos noticias del estilo “Científicos demuestran que no existe la voluntad”. Es otra gran ironía: usando inteligencia y voluntad se hace un estudio cuya conclusión es que no existe ni la inteligencia ni la voluntad.

Incluso hay problemas teóricos. En su libro Uncertainty W.M. Briggs explica cómo la inducción, la obtención de reglas generales a partir de casos particulares, que es la forma principal de aprendizaje abstracto, no es mecanizable, es decir, no puede ser consecuencia de un proceso neurológico. En otras palabras, no puede residir en el cerebro. ¿Cómo creamos entonces las leyes que son el fundamento de la física y las ciencias?

Resumiendo. Suponiendo que no existe un dios, podemos explicar razonablemente bien el camino desde el inicio de los tiempos hasta la actualidad con la excepción de tres pasos: la aparición de la materia, la aparición de la vida y la aparición del hombre.  Estos tres grandes hitos son misterios para los que no tenemos explicación, ni aproximada. 

Uno podría argumentar que no tenemos explicación todavía. Pero al igual que cuando se buscan una llaves en el bolso, cuanto más se busca sin encontrarlas, más cierta parece la conclusión de que las llaves no están en el bolso. Si, a pesar de todos los esfuerzos, no hemos avanzado nada en estos tres misterios, quizá no haya explicación.

Si existe un dios todo queda más claro: podemos seguir aceptando todo lo que podemos explicar, pero es dios el que crea la materia, crea la vida y crea al hombre. Nótese que estos son los tres pasos trascendentes de todo el proceso: dios interviene explícitamente en los tres únicos pasos que redefinen la creación. O si se quiere, da respuesta a las tres preguntas trascendentales: ¿qué es la materia?, ¿qué es la vida? y ¿qué es el hombre? En todo lo demás también interviene, naturalmente, pero su intervención puede ser indirecta.

También es importante notar que no es que usemos a dios como comodín para explicar aquello que no podemos explicar de otra manera. Ya en el el relato de la creación del Génesis se muestra cómo Dios interviene en estros tres pasos, y en este mismo orden: primero crea la materia, después crea la vida, y finalmente crea al hombre. Primero vino el relato del Génesis –verdad revelada– y milenios después resulta que lo que hemos descubierto con el razonamiento científico encaja con este relato. 

Mirando al mundo a nuestro alrededor, a las estrellas, a los seres vivos y al hombre, y estudiando cómo hemos llegado hasta aquí, tiene para mí mucho más sentido creer en la existencia de dios, que creer que no existe. Es más, la existencia de dios es precisamente la que da sentido a la materia, a la vida y al hombre.  La creación da sentido al concepto de dios y dios da sentido al mundo.

Quizá no todo el mundo obtenga sentido de dios a partir de la creación. No importa, pues no es la única forma de llegar a la conclusión de que existe un dios. En la próxima entrada expondré mi forma favorita: los milagros.