miércoles, 17 de mayo de 2017

Compromiso de oración

(Actualizado el 21 de mayo de 2017)

Como católico, veo la sociedad y me asusto: moral casi inexistente, hipersexualidad, destrucción del concepto de familia, desplome de la natalidad, consideración del aborto como un derecho, imposición por ley de ideologías contrarias a la moral cristiana (siendo el LBGT el caso más claro), profanación de templos y símbolos cristianos, iglesias vacías, pobreza litúrgica. Incluso como ciudadano veo la corrupción, los ataques a la libertad de expresión (como al famoso autobús de Hazte Oír), el dinero y la economía como máximo criterio (y no me refiero sólo a los gobiernos: «ya tendré hijos cuando tenga la vida asentada»). O al presidente electo francés E. Macron diciendo que la cultura francesa no existe.

Muchos estamos asustados y veo peticiones de acción. Por ejemplo, la Asociación de Abogados Cristianos,  emprende acciones legales siempre que puede contra los que atacan y vejan a los católicos. El Centro Jurídico Tomás Moro, ha iniciado una campaña de denuncias contra la cristianofobia. Hay varias iniciativas priodísticas como Actuall o Religión en Libertad, exponen y explican la situación y promueven el pensamiento cristiano. La productora Infinito + 1 crea preciosas y profundas películas para dar a conocer a Dios y las virtudes cristianas. Dios los bendiga a todos. Son todas acciones muy loables, a las que contribuyo económicamente.

Una mención especial merece el artículo de Francisco Segarra (@pakez) Plan de acción urgente contra la cristianofobia. El plan no es parar directamente a los enemigos del catolicismo sino hacer público el cristianismo con signos: hacer la señal de la cruz cada vez que se pase por delante de una iglesia, rezar en público, mencionar a Dios siempre que se pueda, llevar una cruz bien visible.

Pero la acción sola no resolverá el problema. El origen de todos estos problemas es que hemos alejado a Dios de nuestra sociedad. Europa reniega de sus orígenes cristianos: Juan Pablo II pidió insistentemente que se reconocieran las raíces cristianas en la constitución europea, sin éxito. Este renegar de Dios quizá empezó hace siglos, con la Ilustración, aunque desde luego ha sido clarísimo en las últimas décadas. Dios es infinítamente misericordioso y nos llama y nos espera y nos llamará y nos esperará siempre. Pero si lo empujamos fuera de nuestras vidas, se aparta. Como Jesús le dijo a Sta. Faustina Kowalska, «Si frustran todas mis gracias, me molesto con ellos, dejándoles a sí mismos y les doy lo que desean».

Ante esta situación pensar en acciones, en qué voy a hacer, no basta. Las acciones salen de nosotros y lo que necesitamos es la actuación de Dios. Necesitamos oración, mucha oración. No es que las iniciativas que he mencionado no digan que hay que rezar, pero su centro, o al menos lo que presentan como fundamental, es la acción. Y, como decía el Padre Pío, la acción sin oración no es efectiva. Tenemos que orar mucho. Sólo la oración puede resolver esto. Sólo la oración puede salvar esta sociedad.

Oración continuada, permanente. No una «cruzada de oración» que dure unos días. No un rosario una vez a la semana o al mes. No una novena. Oración diaria de aquí hasta el día de nuestra muerte.

Tengo un convencimiento profundo, un convencimiento que no procede de mí, de que si todos los católicos practicantes nos comprometiésemos a rezar una hora al día todos los días, los problemas descritos disminuirían visiblemente en unos meses. Y si seguimos constantes en la oración, se reducirían a la nada y no volverían. No digo nada nuevo. Sta. Teresa ya decía «Almas orad, orad, orad, porque todo lo puede la oración.»

Y eso busco: gente que se comprometa a rezar una hora al día, todos los días, para siempre, para salvar a esta sociedad (y a sí mismos).

–¿Pero de dónde voy a sacar una hora al día, con lo ocupado que estoy?

Eso es parte del remedio: eliminar ocupaciones secundarias y dar tiempo a lo importante: a la oración y a Dios. Además, no es necesario que la hora sea seguida. Puedes rezar un cuarto de hora por la mañana, al levantarte (quizá tengas que adelantar el despertador unos minutos). Y tener otro cuarto de hora de oración por la tarde. Y un ratito antes de acostarte, haciendo un examen de conciencia. A mediodía reza el Ángelus. Antes de empezar una tarea, dedícala a Dios. Bendice la mesa antes de desayunar, comer, cenar, incluso antes de tomar el café de media mañana. Reza mientras esperas al autobús, en la cama antes de dormirte (o si eres como yo, en las interrupciones del sueño). Y naturalmente, los Domingos y fiestas tienes la misa, que es toda oración. Tienes más ideas en el mencionado Plan de acción urgente contra la cristianofobia.

– ¡Pero entonces me voy a pasar la vida rezando!

Me alegro de que lo hayas entendido.

– ¿Y qué hago?¿Pasarme una hora rezando Padrenuestros?

Pues no es mala cosa. Yo rezo muchísimos Padre Nuestros y Ave Marías cada día y cuanto más los rezo, menos me cansan y más me llenan. Pero las posibilidades de oración son enormes. En 2000 años la Iglesia ha acumulado miles de formas y estructuras que puedes usar.

Puedes unirte a grupos de oración. No los hay en cada parroquia, pero no son difíciles de encontrar. En muchas iglesias rezan el rosario diariamente y tienen exposiciones del Santísimo periódicamente. También hay centros de Adoración Perpetua. Estas oraciones en comunidad pueden ser el momento importante diario o semanal de tu oración. Pero debes tener claro que tu compromiso con la oración es individual: tú te tienes que comprometer a rezar una hora al día. Si el grupo no se reúne un día, no puedes dejar la oración «para la semana que viene». Y rezar sólo con el grupo no basta: la oración no debe ser algo extraordinario que haces una vez por semana, sino algo ordinario que haces en todo momento.

Puedes meditar. Una meditación de 10 o 15 minutos es muy fructífera. El silencio te relaja y te llena. Puedes usar un texto del evangelio o cualquiera de los textos específicos para la meditación. Por ejemplo los de S. Agustín, de Tomás de Kempis o de Thomas Merton.

También puedes rezar la liturgia de las horas, unas oraciones estructuradas que se rezan a horas determinadas por casi todos los religiosos. Los Laudes al amanecer y las Vísperas al atardecer son las más importantes. Todas las comunidades religiosas las rezan y no es raro que sean abiertas a todo el que quiera ir. Varían cada día en ciclos de cuatro semanas. No es necesario tener el libro (llamado breviario) para rezarlas, ya que se encuentran en Internet en muchos sitios.

Hay oraciones particulares para cada tarea. Por ejemplo está una preciosa oración para antes de estudiar de Sto. Tomás de Aquino.

Naturalmente está el rosario, la oración mariana por excelencia. Recomiendo a todo el mundo rezar un rosario cada día. Te cambiará. El Padre Pío y muchos otros llaman al rosario su arma contra el mal (o contra el diablo). Si no tienes un rosario, cómprate uno. Son baratos.

Hay también las coronillas, que son oraciones compuestas al estilo del rosario. Por ejemplo está la coronilla a la Divina Misericordia, que se reza en cinco minutos y es fácil de recordar de memoria.

O simplemente se puede leer la Biblia. A mí me gusta leer las lecturas de la misa del día cada mañana. O libros religiosos. Los hay a miles para todos los gustos. Pero fíjate que sean libros católicos y no libros de «espiritualidad» que pueden ser profundamente anticristianos. Si tienes dudas busca libros escritos por los santos. O por papas. O los libros de G.K. Chesterton.

– ¿Y así salvaremos la sociedad?

Sí. Si nos ponemos todos, será rápido. Si somos muy pocos, será más lento. Y mientras tanto recibirás grandes beneficios de Dios. Se reducirán tus peores defectos. En mi caso, soy más paciente, domino mi genio y mis sentidos, escucho a los demás con atención. Además duermo mejor (y sin pastillas).

La oración nos salvará. Individualmente y colectivamente. Pero nos tenemos que comprometer a ello. Escríbelo. En un papel o en los comentarios de esta entrada. Comprométete ante Dios a rezar una hora al día todos los días. Ahí va mi compromiso público:

«Yo, José Miró Julià, me comprometo ante Dios y ante mis hermanos a rezar al menos una hora al día hasta el fin de mis días, para la salvación de la sociedad y de las almas del mundo.»

Repite el compromiso cada semana.  Hazlo público si lo crees conveniente. Díselo a otros.

– Escribir un compromiso es fácil. Cumplirlo, no tanto…

Estoy aquí para ayudar, y estoy seguro que no soy el único dispuesto a hacerlo. Escribid vuestro compromiso, mandad vuestros testimonios, proponed vuestras oraciones, exponed vuestras dudas, describid vuestros problemas. Usad los comentarios del blog o Twitter (@joe_miro). Cuantos más seamos, mejor. Estas cosas no suman: se multiplican.