miércoles, 13 de noviembre de 2019

Si Roma te confunde

Cuando en 1858 se le apareció la Virgen a Sta. Bernadette en Lourdes, uno de los motivos que incitaron a pensar que la aparición era real era que la Virgen dijo que era la Inmaculada Concepción. Los que estudiaban la aparición creyeron muy poco probable que una niña de un pueblecito perdido en los Pirineos hubiera oído hablar del dogma de la Inmaculada Concepción de María que se había proclamado en Roma en 1854, cuatro años antes. El catolicismo tiene 20 siglos y en 19 de ellos la mayoría de los fieles no sabían del Papa más que el nombre; no habían leído, ni les habían contado, ninguna encíclica ni ningún discurso pronunciado ante el colegio cardenalicio; probablemente sabían poco más de sus propios obispos. Pero eso no les impedía trabajar sólidamente en la salvación de sus almas.

Hoy en día sabemos cada palabra que pronuncia el Papa, cómo piensa nuestro obispo y mil otros obispos de todo el mundo. Y eso no es necesariamente bueno. A veces el Papa, nuestro obispo, nuestro párroco nos guían e iluminan. Pero otras veces nos confunden y alarman. Y ahora estamos en uno de estos tiempos en que la jerarquía más nos confunde que nos ilumina. Por lo que he leído y oído, esto no es extraordinario: a menudo Roma y los obispos han causado confusión. Lo que pasa es que ahora nos enteramos todos y no sólo los pocos iniciados en cuestiones vaticanas y política eclesiástica. Quizá lo tenían mas fácil en los siglos anteriores.

¿Qué hacer ante cartas, comunicados y homilías que parece que se contradicen? ¿Qué hacer si tu párroco, tu obispo o Roma te confunden y te alteran? Es muy fácil: no les escuches. Como han demostrado tantos santos, no son imprescindibles para tu salvación. Puedes avanzar en tu salvación sin prestar atención a la jerarquía. Céntrate en lo siguiente:
  • Lee y medita el Evangelio. Yo leo las lecturas de la misa del día cada mañana y las medito cinco minutos.
  • Vé a misa cada domingo y confiésate a menudo.
  • Reza. Yo me he comprometido a orar una hora al día, pero puede bastar con unos minutos por la mañana y un breve examen de conciencia cada noche. Recomiendo añadir un rosario diario.
  • Estudia la doctrina de la Iglesia Católica. Está en el Catecismo. Cierto que es muy largo. Más que para estudiarlo todo, va bien para profundizar en temas concretos. Para un estudio global, es mejor el Compendio, mucho más accesible. O el Catecismo de S. Pio X, muy didáctico en su formato de preguntas y respuestas. Todos son válidos. El Catecismo es más completo y toca asuntos actuales que no están en el de S. Pio X, pero la doctrina de la Iglesia no ha cambiado nunca, ni puede cambiar. Cualquier libro de doctrina aprobado por la Iglesia está fundado en roca.
  • Lee vidas de santos. Para mí son muy ilustrativas y concretas y te llenan de ideas de qué hacer en tu vida.
  • Lee libros clásicos de espiritualidad católica, como “La imitación de Cristo” de Kempis. Recomiendo los clásicos porque se han demostrado útiles para llevar hacia el cielo a muchas generaciones de católicos en muchas circunstancias: es casi seguro que les sacarás provecho.
Con esto avanzarás mucho en el camino de tu salvación. Cimentarás tu alma en Cristo y en el magisterio de la Iglesia, que es camino que no puede fallar. Cosa que, desgraciadamente, no siempre se puede decir de Roma.