miércoles, 15 de septiembre de 2021

Las sutiles asechanzas del diablo

 CS Lewis es popular sobre todo por su serie Las Crónicas de Narnia, pero la parte principal de su obra son sus libros de apologética cristiana. El había sido ateo, pero con las influencias de su colega en la U. de Oxford JRR Tolkien y de GK Chesterton, ambos católicos, fue acercándose a Dios y acabó siendo Anglicano. Tanto Tolkien como Chesterton sintieron mucho que no diera un paso más y llegara al Catolicismo. Escribió muchas obras de apologética cristiana. Procuraba centrarse en lo que los cristianos tenemos en común y alejarse de lo que nos divide. Y de ahí surge el título de una de sus obras más conocidas: Mero Cristianismo (Mere Christianity), es decir, hablar de lo que es el cristianismo común, el cristianismo sin etiquetas.

Este libro parte de una serie de programas que dio en la BBC durante la Segunda Guerra Mundial. Reescribió sus charlas y las convirtió en un libro. Al provenir de programas de radio, está dirigido al público general, no a especialistas o aficionados a la teología, y usa un lenguaje llano muy fácil de entender. Además, está escrito con la sencillez del que entiende profundamente del tema. Es un gran libro.

He estado releyéndolo estos días y en un par de sitios habla de las sutiles estrategias del diablo para engañar a los creyentes y llevarles hacia su terreno. Aquí sólo lo toca de pasada, pero escribió un libro entero de este tema: Cartas de un Diablo a su Sobrino (The Screwtape Letters). Es otro gran libro que recomiendo leer.

El diablo es sutil. No te dice “Ese te ha quitado el aparcamiento. ¡Atropéllale!” porque sabe que no lo vas a hacer. No. Te va engañando, normalmente haciéndote creer que estás haciendo un bien cuando, en realidad, estás cayendo en sus redes. No olvidemos que Satanás es el Padre de la Mentira. Veamos los dos ejemplos que nos pone Lewis.

El primero lo encontramos en el capítulo “El gran pecado”, que trata de la soberbia. En él explica cómo la soberbia es el pecado principal y cómo otros vicios suelen estar alimentados por la soberbia. Estos otros vicios menores, como la avaricia o la lujuria, provienen de nuestra naturaleza animal, mientras que la soberbia es puramente espiritual. Por eso una táctica del diablo es utilizar la soberbia, el pecado mayor, para amortiguar estos vicios más simples.  Lewis concluye:

“El diablo se ríe. Está perfectamente satisfecho de verte casto y valiente y controlando tu ira siempre y cuando, al mismo tiempo, está instalando en ti la Dictadura de la Soberbia –del mismo modo que estaría contento de ver cómo te curabas de tus sabañones si se le permitía a cambio darte cáncer. Pues la Soberbia es cáncer espiritual: se come la posibilidad misma de amor o satisfacción o incluso del sentido común.”

Nótese que es el peligro del que Jesús nos advierte en la parábola del publicano: el fariseo ayunaba y oraba y daba el diezmo, pero eso no le justificaba, pues lo hacía para no ser como el publicano. El diablo nos ayuda encantado a conseguir un bien, si el resultado es hacernos caer en un mal mayor.

El segundo ejemplo está hacia el final del libro en el capítulo titulado “Dos notas”. En él explica cómo los cristianos somos como un organismo, todos juntos con un mismo fin, pero cada uno es un órgano, con sus ideas y talentos propios. Y nos advierte que si nos olvidamos de que nuestros prójimos pertenecen al mismo organismo que nosotros caemos en el error del individualismo, mientras que si nos olvidamos que son órganos distintos que nosotros, si queremos suprimir las diferencias para ser todos iguales, caemos en el error de totalitarismo. Pero los cristianos no debemos ser ni individualistas, ni totalitarios. Y concluye:

“Siento un fuerte deseo de decirte –y supongo que tú sientes un fuerte deseo de decirme– cuál de estos dos errores es el peor. Eso es el diablo, entrando en nosotros. Siempre manda los errores al mundo por parejas –parejas opuestas–. Y siempre nos anima a que dediquemos mucho tiempo a pensar cuál es el peor. ¿Ves por qué? Confía en que tu gran antipatía por uno de los errores te lleve gradualmente hacia el opuesto. Pero no debemos dejarnos engañar. Debemos mantener nuestros ojos fijos en la meta y pasar rectos entre los dos errores.”

Y este tipo de actuación del diablo es muy fuerte en estos momentos. Es el caso de los errores del  tradicionalismo y el modernismo: que si la Misa Tridentina o la Novus Ordo; que si el Vaticano II es inválido o que si permite olvidarnos de todos los concilios anteriores; que si la evangelización tradicional o la Nueva Evangelización. No hemos de dejarnos arrastrar por ninguno de estos dos errores.

En resumen,  hay que tener los ojos fijos en el bien, en Dios, y  vencer el mal a base de hacer el bien. En cambio, si nos fijamos en el mal y lo que buscamos es evitarlo, sin buscar el bien, el diablo muy contento nos ayudará a salir de nuestros pequeños vicios y errores para empujarnos hacia otros mucho peores. Si nos obsesionamos con el mal, estamos haciéndole el caldo gordo al diablo.


lunes, 6 de septiembre de 2021

Por la belleza hacia Dios

Conozco gente a quien le gusta ver las retransmisiones de ciclismo no por el deporte, sino para poder ver paisajes y monumentos. En esto días, en las retransmisiones de la Vuelta Ciclista a España, he podido ver muchos edificios de pueblos y ciudades y es difícil no notar que todos los edificios antiguos, sean iglesias, castillos, ayuntamientos, casonas, son bellos. A veces son serenos, otras fastuosos; quizá sean sencillos o quizá grandiosos. Pero siempre son bellos. En cambio, siempre que enfocan un edificio moderno, digamos de mediados del siglo XX en adelante, veo que son feos. Pueden ser funcionales, impactantes, eficientes o lo que sea. Pero bellos no son. En general son moles de hormigón y cristal, sin ninguna característica que les redima. 

Y lo mismo que podemos decir de la arquitectura lo podemos decir de, por ejemplo, el vestir. ¿Qué es lo que más se ve? Gente vestida con camisetas y vaqueros. Incluso en lugares y momentos en que la imagen es importante. Si ves fotos de actos de los años 20 o 30, ves hombres y mujeres cuidadosos en su vestir. Hoy alguno hay, pero pocos. Hace unos días en una cena escuchaba a la suegra de mi hermana, modista e hija de modista, que comentaba que le era muy difícil ir a comprar ropa, pues, incluso en tiendas buenas, todo era tan feo y mal hecho.

No hablemos de pintura y escultura. Hoy el artista busca que su obra sea innovadora, perturbadora, iconoclasta, pero no bella. Quizá sea porque es mucho más fácil crear una obra diferente o insultante que una obra bella, pero creo que es algo más profundo que eso.

No es que antes todo fuera bello. Seguramente se crearon muchos bodrios que han sido misericordiosamente borrados. Y tampoco es que antes no se buscara ser diferente e impactante. Por ejemplo Beethoven y Van Gogh fueron ambas cosas. La diferencia es que ahora apenas se hace nada que sea bello. Mira los edificios de tu ciudad que tengan 50 años o menos. ¿Hay alguno que merezca ser conservado? Ahora no se busca la belleza. ¿Por qué?

He leído algún artículo sobre esto y seguramente hay sesudas tesis doctorales del tema. Pero yo le voy a dar un enfoque sagrado, sobrenatural, como corresponde a este blog. La belleza, o la capacidad de apreciación de la belleza, reside en el alma, es decir, la belleza proviene de Dios. Una sociedad que rechaza a Dios, que rechaza el alma, rechaza también la belleza. No es que se busque más aspectos materialistas, como la eficiencia, que la belleza. Es que se rechaza la belleza. En arquitectura este movimiento tiene un nombre adecuado: brutalismo.

Esto nos lleva a una situación como el del huevo y la gallina: una sociedad alejada de Dios crea un mundo feo; un mundo en donde impera la fealdad nos aleja de Dios. Pero como católicos, sabemos que aunque vivimos en el Mundo, no hemos de ser parte del Mundo. Y en esta instancia, luchar contra el Mundo es buscar la belleza y rechazar la fealdad. Buscando la belleza nos mejoramos nosotros y mejoramos nuestro entorno. Y no es difícil, aunque exige algún sacrificio.

Escucha música bella; no escuches la música horrible que tanto impera. Deléitate ante un cuadro bello; no vayas a un museo de arte moderno. Compra muebles bonitos; rechaza los muebles funcionales que no tienen alma. Viste bien incluso si sólo sales a pasear; guarda las camisetas y los pantalones raídos para pintar la casa o trabajar en el jardín o el huerto. 

En el fondo lo que quiero decir es que busques la belleza siempre, pues Dios está en ella. Arréglate antes de salir de casa; escribe con buena letra; pon un poco de cuidado al cocinar y presenta bien los platos; no leas artículos y novelas que no busquen elevar el alma; no mires los programas que buscan el escándalo y la maledicencia… Busca que haya más belleza en tu vida por la noche que la que había por la mañana. Y así tú y tu entorno estaréis más cerca de Dios por la noche de lo que lo estabais por la mañana.