Posiblemente lo más sano es primero darle la vuelta a la observación: si yo pienso eso de otros, seguramente hay otros que piensan lo mismo de mí. Luego me replanteo la pregunta: ¿es posible que a pesar de ir a misa frecuentemente, a Adoración, rezar el rosario diariamente, etc no esté yendo por el camino que lleva a la Salvación? Y no me refiero a caer por debilidad. Eso lo hacemos todos y lo seguiremos haciendo. Me refiero a ir voluntariamente, esforzándome, por un camino que no es el estrecho camino del Cielo.
Está claro que esto es posible. Jesucristo mismo trató este tema, por ejemplo en la parábola del fariseo y del publicano (Lc 18, 9–14): ambos rezaban, pero sólo uno quedó justificado. O en ese fragmento que me hace temblar, cuando habla de los que le preguntarán “ Señor, Señor, ¿no profetizamos en tu nombre y en tu nombre no expulsamos demonios?” y les responderá “¡Jamás os conocí; apartaos de mí, agentes de iniquidad!” (Mt 7, 21–23) Es decir, es fácil ensañarnos a nosotros mismos. ¿Qué podemos hacer?
Este mismo pasaje nos da una pista: “No todo el que diga Señor, Señor entrará en el Reino de los Cielos, sino el que haga la voluntad de mi Padre celestial.” El origen del engaño es sustituir la voluntad del Padre por la nuestra. No basta con rezar: podemos hacer lo del fariseo y rezar con vanidad, para dar gracias de lo buenísimos que somos. Rezar sin provecho. Algunas sugerencias: en el Padre Nuestro debemos dedicar especial énfasis a la frase “Hágase tu voluntad así en el tierra como en el Cielo”. O podemos rezar alguna vez la oración de Carlos de Foucauld, Padre, me pongo en tus manos. También podemos, con un ejercicio, ir comprobando si estamos haciendo nuestra voluntad o la del Padre.
Otra manera para asegurarnos que estamos en el buen camino, y para redirigir nuestros pasos si no lo estamos, es conocer y seguir la doctrina de la Iglesia Católica. Sí, eso tan contrario a los dictados del Mundo. Seguir la Doctrina es ser obedientes con la Iglesia, y eso es ser obedientes a Dios. Tengo una amiga, de misa frecuente, que está “casada” con otra mujer. Y muy a gusto. También conozco a proabortistas que van frecuentemente a misa. Si estás tan en contra de cuestiones fundamentales de la Doctrina, te has desviado del camino de la Salvación a pesar de toda tu piedad.
El documento principal para conocer la Doctrina es el Catecismo de la Iglesia Católica. Es un libro muy gordo, un “tocho”, quizá no lo más adecuado como punto de partida. Yo sólo lo uso para profundizar en cuestiones concretas. Un punto de entrada mejor es el Compendio del Catecismo, más corto, simple y al alcance de todos. O si eres más tradicional y te gusta el método pedagógico de preguntas y respuestas, está el Catecismo de S. Pío X, o los que estudiaban nuestros padres: el Astete, el Ripalda o los catecismos nacionales (los quitaron cuando era niño y no llegué a estudiarlos). Seguir la Doctrina, toda la Doctrina, es duro, pero seguro.
Una tercera comprobación me la dio mi director espiritual: vas por el buen camino si estás aumentando en virtud. Si no lo estás haciendo, no vas bien. El método que uso yo, y me da buen resultado, es mantener un cuaderno donde escribo los resultados de mis exámenes de conciencia. Porque tienes que hacer examen de conciencia frecuente, idealmente diario. Este cuaderno es la base de mi preparación para la confesión. Y al repasarlo vas viendo tu evolución: los pecados que cometías y ya no cometes, los pecados que ahora ves y que ante no veías, lo que te preocupaba hace años y lo que te preocupa ahora. Con este cuaderno me es fácil ver si estoy aumentando en virtud o no y cómo está entrando Dios en mi vida.
Es necesario rezar, ir a misa, confesarse frecuentemente. Pero puede no bastar: nos podemos estar engañando y y estarnos esforzando para seguir un camino que no lleva al Cielo. Buscando la voluntad del Padre, conociendo la Doctrina de la Iglesia y estudiando si vas aumentando en virtud a través del examen de conciencia diario (y un cuaderno), te ayudará a coger buen rumbo. Y saberlo.
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