domingo, 24 de febrero de 2019

Reflexión 5: ¿Qué es ser bueno? (1/3)

Hace unos días estaba delante del sagrario cuando vinieron un grupo de niños de catequesis de primera comunión a hacer su saludo a Jesucristo (una excelente iniciativa de nuestro nuevo párroco, Dios le bendiga). Y hubo una intercambio entre los niños y la catequistas sobre el “ser buenos”. Y entonces yo me puse a pensar: ¿les explican a los niños qué es ser bueno para un católico?

Porque para los católicos, a diferencia de los protestantes, los actos buenos y malos, la virtud y el pecado, no es algo que uno decida personalmente, sino que está establecido por la Doctrina. Para un protestante, los líderes de sus denominaciones pueden aconsejar (y hay diferencias enormes entre unas y otras) pero lo que manda es lo que cada persona decida. Por ejemplo, ante un aborto, buen protestante habla con su pastor, lee las Escrituras, reza, medita y decide lo que es bueno o malo. Es fácil ver que las circunstancias y dificultades están integradas en el proceso y es muy difícil separar en la decisión su voluntad de la de Dios. Ante el mismo hecho un buen católico va al Catecismo de la Iglesia Católica, (núm. 2270 en adelante) y lee en el número 2271: «Desde el siglo primero, la Iglesia ha afirmado la malicia moral de todo aborto provocado. Esta enseñanza no ha cambiado; permanece invariable. El aborto directo, es decir, querido como un fin o como un medio, es gravemente contrario a la ley moral». El aborto es un pecado grave en toda circunstancia. Fin.

«Pero no está la conciencia para decidir lo que es bueno y malo?» se preguntará alguno. No. Es cierto que todos tenemos de forma innata un sentido de lo bueno y lo malo, un sentido que Dios ha puesto en nuestros corazones. Es la llamada Ley Natural. Pero también es cierto que somos seres caídos, imperfectos debido al Pecado Original. No sólo es que a menudo, como nos recuerda S. Pablo,  hacemos el mal que no queremos (Rm. 7: 19) sino que nuestra razón y visión defectuosas hacen que no sepamos distinguir con claridad el bien del mal. Por eso, a través de su Esposa la Iglesia, Jesucristo nos detalla qué es el bien y el mal, lo virtuoso y lo pecaminoso. Eso es la Doctrina.

Entonces, ¿la conciencia para que está? La conciencia está para aplicar la Doctrina a los casos concretos. Por ejemplo, el uso de anticonceptivos para el control de natalidad es un pecado grave y nuestras conciencias no pueden razonar que no lo son. Pero supongamos que un médico le receta a una mujer anticonceptivos como regulador hormonal para tratar un problema de salud. La obligación del católico es informarse bien de la situación médica (¿Hay algún otro tratamiento posible?¿Qué ventajas e inconvenientes tiene?) y doctrinal (Tenemos mandato de cuidar nuestros cuerpos. ¿Cómo interacciona este mandato con el de no tomar anticonceptivos?¿Cuál tiene prioridad?). Una vez informada, su conciencia le indica qué es lo que la Iglesia manda en este caso concreto y sabe si debe tomar los anticonceptivos o usar algún otro tratamiento. Y es obligación del católico formar su conciencia, conociendo la Doctrina y estudiando a fondo los casos duros que se le presentan (con ayuda de su párroco o director espiritual, si lo necesita). El actuar por desconocimiento de la Doctrina no exime de culpa.

La Doctrina está recogida en el Catecismo de la Iglesia Católica, un excelente libro, pero voluminoso, y excesivo para iniciarnos en lo que nos pide la Doctrina. Realmente basta con los Mandamientos de la Ley de Dios, debidamente comentados. Pero incluso si miramos sólo los Mandamientos sigue siendo demasiado para una iniciación: ocupan una buena sección del Catecismo.  Por suerte está el Compendio del Catecismo más breve y un gran punto de entrada.

Aunque la idea de esta reflexión empezó con los niños de Primera Comunión, voy a escribir para un público adulto por dos motivos. El primero es que soy incapaz de escribir para niños: no conozco sus inquietudes, su lenguaje, su forma de pensar. El segundo es que desde hace años no se enseña Doctrina en la catequesis ni de niños ni de jóvenes, luego creo que a muchos adultos le puede ser interesante leer esta reflexión.

En las dos entradas siguientes voy a repasar los 10 Mandamientos uno por uno. Los enunciaré y extraeré del Compendio sus consecuencias para nuestra conducta. Si añado algún comentario personal, estará entre paréntesis e indicado.

Lo que voy a escribir es un compendio del Compendio, adecuado para empezar, pero insuficiente. Después recomiendo ir al Compendio completo y al Catecismo para completar.