domingo, 28 de enero de 2018

Indulgencias

Ante la palabra “indulgencia” las reacciones más probables son de ignorancia («Nunca he entendido qué es eso de las indulgencias») o  pensar que es una cosa de antes del Vaticano II y que ya hoy en día esto está superado. Esto demuestra una falta de catequesis que es preocupante, pero que no trataré ahora. En esta entrada explicaré qué es una indulgencia, cómo se consigue y por qué obtener indulgencias es de buen católico. Tocaré los puntos más importantes. Hay más información sobre la confesión y las indulgencias en el Catecismo de la Iglesia Católica, una lectura siempre recomendable.


Qué es una indulgencia

Supongamos que tienes un coche precioso que quieres llevar a una exhibición. Un día lo conduces con unas cuantas copas de más y tienes un accidente, por suerte sin víctimas, pero que ha dañado el coche. La policía te pone una multa y se lo lleva. Primero tienes que pagar la multa para que te devuelvan el coche y después tienes que repararlo para poderlo llevar a la exhibición. Pues con un pecado, sobre todo si es grave, pasa lo mismo: tienes por una parte la culpa (el delito, que se redime con la multa) y por otra, la pena temporal (los golpes en el coche). Mediante la confesión se te perdona la culpa, pero después aún tienes que redimir la pena temporal, purificar tu alma dañada.

Una forma de purificarla es con obras de misericordia y otras buenas obras. También la puedes purificar con penitencias y mortificaciones. Asímismo lo puedes hacer aceptando con serenidad y alegría las tribulaciones que el Señor te mande. Si al morir –estando en gracia de Dios– no has redimido todas tus penas temporales, pasas al purgatorio para acabar de purgar tu alma antes de llegar al cielo.

Pero además de este camino, se pueden redimir las penas de los pecados obteniendo gracias puestas a tu disposición por Jesucristo, la Virgen y los santos. Eso son las indulgencias. Estas gracias, formadas por las buenas obras de los santos y de la Virgen y la sobreabundancia infinita de la gracia creada en la Pasión de Cristo, forman el tesoro de la Iglesia. Nosotros, mediante ciertas acciones, podemos solicitar el uso de parte de este tesoro para redimir las penas temporales ya sea de nuestros pecados o de las de alguna alma que esté en el purgatorio.

Porque una de las cosas más bonitas de las indulgencias es que no sólo te las puedes aplicar a ti, sino también a cualquier alma del purgatorio que tú quieras. Puede ser un alma concreta, puede ser una petición general (por ejemplo, el alma del familiar que más lo necesite) o incluso lo puedes mandar a un “fondo común”  y dejar que la Virgen lo administre como lo considere oportuno. Mediante las indulgencias se puede ayudar a los miembros de la Iglesia que nos han precedido.

Tipos de indulgencias

Hay dos tipos de indulgencias. Las plenarias redimen todas las penas temporales que se tengan. Las parciales redimen una parte de las penas. Por motivos históricos las indulgencias temporales se miden en días. Hoy, estos días (o años) no significan nada en sí. Una oración que te dé tres años de indulgencias (por ejemplo la Oración al Santísimo Sacramento de Sto. Tomás de Aquino) tiene unas 10 veces más “potencia redentora” que santiguarse diciendo «En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo», que tiene 100 días. Ahora bien, cuántos días de indulgencia se necesitan para redimir las penas de un pecado concreto sólo lo saben en el Cielo.

Cómo se obtienen las indulgencias

Para poder obtener una indulgencia hay dos condiciones previas. La primera es estar en gracia de Dios, al menos al terminar el proceso. Por un lado, esto parece que excluye a todos los católicos no practicantes (no ir a misa en Domingo es un pecado mortal, como establece el Catecismo de la Iglesia Católica (número 2181)). Pero por otro, como confesarse es una de las condiciones, al concluir  el proceso se está en gracia de Dios y se obtiene la indulgencia. La segunda condición previa es realizar la actividad en cuestión con el objeto de obtener la indulgencia. Por ejemplo, todas las veces que te has santiguado sin saber que tenía una indulgencia asociada no te obtienen redención alguna, por mucho que cumplas todas las demás condiciones. Las indulgencias no se dan automáticamente sino que tienes que querer obtenerlas. Y no olvidemos que sólo se pueden redimir las penas de los pecados de los cuales ya has recibido el perdón. No se pueden redimir las penas de los pecados por los que aún no te has confesado.

Cumplidas las condiciones previas, la indulgencia se obtiene con alguna acción concreta. Las típicas son el rezo de alguna oración o jaculatoria o la visita a algún templo. Por ejemplo, en este año 2018 se cumplen los 800 años de la constitución de la orden de los Mercedarios y este año se puede obtener una indulgencia plenaria visitando un templo de la orden. A veces la acción debe hacerse en algún día concreto. Un caso es el del día de todos los Santos y el día de Difuntos, en los que se puede obtener indulgencia plenaria para un alma del purgatorio, no para ti, yendo a cualquier templo y rezando una oración.

Una vez cumplidas las condiciones previas y realizada la acción, se acaba el proceso con tres actividades que se conocen como las condiciones habituales. Son comulgar, confesarse y rezar por las intenciones del Papa. Estas tres condiciones se pueden realizar el día anterior o en los 15 días posteriores a la acción de la indulgencia y no tienen por qué realizarse las tres el mismo día.

Hay algunos detalles prácticos adicionales. Sólo se puede obtener una indulgencia plenaria al día, pero no hay límite para las indulgencias temporales. Cada indulgencia plenaria exige una comunión y una oración por las intenciones del Papa, pero una confesión puede abarcar varias. Es decir, si obtienes cinco indulgencias plenarias en una semana, debes comulgar cinco veces y orar por las intenciones del Papa cinco veces, pero basta que te confieses una.

Obtener indulgencias es de un buen católico

Es cierto que en las indulgencias hay un cierto “tufillo” de avaricia pues puedes obtener muchas y las puedes acumular. Pero eso desaparece al entender lo que son: ¿para qué vas a querer más de una indulgencia plenaria para ti? Si consigues varias, van a ser para los difuntos. Yo, para evitar este fleco de avaricia, pongo todas las indulgencias parciales que obtengo a los pies de la Virgen para que ella los gestione. Las plenarias sí que las aplico para mis familiares y amigos difuntos.

Pero, más allá de este pequeño peligro, hay varios motivos por los que un buen católico no sólo puede, sino que debe querer obtener indulgencias.

Uno es que así reconocemos más que la salvación viene de Dios y nos abrimos a su misericordia. El que uno quiera redimir sus propias penas tiene un tinte a soberbia. Además te acerca a la herejía del Pelagianismo («yo me salvo a mí mismo»).

Otro es que nos hace más conscientes de nuestro pecado y nos mueve a confesarnos más a menudo. Nos mueve por dos motivos: uno es que sólo podemos redimir nuestros pecados después de que nos hayan perdonado la culpa; el otro es que la confesión es parte del proceso. En estos tiempos en el que la confesión es el sacramento olvidado, cualquier cosa que nos induzca a confesarnos es bueno.

Además, si nos preocupamos por las indulgencias es que nos preocupa la salvación de nuestra alma. Y esta preocupación causará un sinfín de buenas influencias en nuestra vida.

Finalmente, el proceso de las indulgencias interconecta las tres Iglesias que forman la Comunión de los Santos: la Iglesia Triunfante,  la Iglesia Militante y la Iglesia Purgante. La Iglesia Triunfante (los santos en el cielo) mantienen el tesoro de la Iglesia; nosotros, la Iglesia Militante, usamos de ese tesoro para redimir nuestras penas y las de la Iglesia Purgante, las almas del purgatorio. Nos interconecta con nuestros hermanos en Cristo, tanto los pasados como los futuros, tanto los santos como los que están en el purgatorio. Y no olvidemos que las almas del purgatorio no pueden rezar, no pueden ayudarse a sí mismas, no pueden hacer nada más que padecer. Rezar por ellas y obtener indulgencias por ellas es una enorme caridad.