Tiene más sentido que exista dios a que no exista
Milagros
En la entrada anterior usamos la creación para preguntarnos sobre la existencia de una deidad. Y vimos que considerar que existe un dios que crea la materia, la vida y el hombre tiene más sentido que pensar que todo surgió de la nada, sin motivo y por azar. Y también, la existencia de un dios da más sentido a la materia, a la vida y al hombre. Pero la existencia de dios es una gran y compleja pregunta, incluso podríamos decir que es la pregunta más importante de todas. Por lo tanto es adecuado trabajarla por cuantos más frentes mejor. Tras llegar a dios por la creación, vamos a llegar por otro camino, que se usa poco, pero que a mí me parece muy iluminativa: los milagros.
¿Qué es un milagro?
Deberíamos empezar por definir qué es un milagro. Hay una excelente entrada que estudia los milagros en el blog de Bruno Moreno, en Infocatólica. Voy a basar muchas cosas en su entrada, pero como mi objetivo es diferente, el enfoque también lo será.
Una primera definición de milagro podría ser que un milagro es una intervención de una deidad. Pero si un dios ha creado todo el Universo, incluyendo sus leyes físicas, entonces interviene en todo lo que pasa y por lo tanto todo es un milagro. Para aceptar esto ya tenemos que creer de partida en una deidad creadora. Luego esta concepción de los milagros nos puede ayudar a aumentar nuestro agradecimiento a dios y a tenerlo más presente en nuestras vidas, pero no nos ayuda a creer en la existencia de las deidades.
Una segunda definición sería que un milagro es una intervención sobrenatural de una deidad, es decir, una intervención que rompe las leyes naturales. Pero podría pasar que no fuera posible saber si algo es sobrenatural o no. Por ejemplo, ante una sequía se organizan ceremonias religiosas para pedir la lluvia. Y una o dos semanas después se pone a llover. ¿Ha sido una intervención sobrenatural de una deidad o ha sido la evolución atmosférica natural? Otro ejemplo. Supongamos un padre que el día anterior a la boda de su hija tiene fiebre, nauseas y vómitos. Ruega a su dios para estar bien al día siguiente y, efectivamente, a la mañana siguiente la fiebre y las nauseas han desparecido. ¿Ha sido una respuesta a sus plegarias o la evolución natural de su enfermedad? O quizá no había tal enfermedad, sino que todo eran los nervios previos a la boda. Milagros de este tipo pueden mejorar tu devoción y la confianza en tu dios y tu religión, pero no ayudan a creer en la existencia de una deidad.
Hay una tercera concepción del milagro, que es el milagro como signo. Los vemos en los Evangelios: Cristo hace milagros para mostrar a la gente que Él es Dios y ayudarles a creer en Él y su poder. Él mismo lo dice: «Pues, para que veáis que el Hijo del hombre tiene poder en la tierra para perdonar pecados —dijo al paralítico—: “A ti te lo digo, ponte en pie, toma tu camilla y vete a tu casa”» (Lc 5, 24). En el Evangelio de S. Juan se utiliza la palabra griega semeia, signo, para referirse a estos milagros.
Dado el objetivo de estos milagros, son muy visibles, casi diría que espectaculares, y no deben caber dudas de su aspecto sobrenatural. Por ejemplo, en la resurrección de Lázaro (Jn 11), Jesús, aunque sabe que Lázaro está muy enfermo, espera antes de ir, para que no hubiera duda alguna de que estaba muerto: «Señor, ya huele mal porque lleva cuatro días». Así quedaba claro que Él había resucitado a Lázaro y no era un error de los médicos al declararlo muerto precipitadamente.
Estos milagros como signos siguen produciéndose en nuestros días y son para mí una manera muy clara de hacer patente la existencia de Dios. Veamos algunos casos.
Curaciones
Los casos más controvertidos son las curaciones: el cuerpo humano es muy complejo y todos tenemos experiencia de cambios bruscos de salud que no explicamos. ¿Cómo podemos saber si una curación es natural o sobrenatural?
Una objeción habitual ante estas curaciones inexplicables es que nuestro conocimiento es incompleto: el que no haya explicaciones naturales ahora no significa que no las haya en el futuro. Esto puede ser en algún caso, pero no siempre. Digamos que entramos en una habitación y nos preguntan si hay algún animal dentro. No podremos asegurar que no haya un insecto o un ratón, pero sí que podremos asegurar que no hay un caballo. Y no sólo es el tamaño; también podremos asegurar que no hay peces, pues no hay agua. Hay casos que no podemos explicar de forma natural, pero también los hay que sabemos son imposibles.
¿Puede acaso haber explicación alguna al cojo de Calanda? Es el caso de Miguel Pellicer, que sufrió la amputación de una pierna en el hospital de Zaragoza. Pasó a ser un mendigo a la puerta de la basílica del Pilar. Decidió al cabo de un tiempo regresar a Calanda y en la noche del 29 de marzo de 1640, tras encomendarse a la Virgen del Pilar con especial devoción, su pierna le fue reimplantada. No fue un crecimiento gradual, sino que instantáneamente volvió a tener su pierna. No es una leyenda: fue un caso tan popular, que se envió al Notario Real a investigar. Todo está documentado. No hubo explicación entonces, ni la hay ahora, ni la habrá nunca. Basta hacerse una pregunta: ¿de dónde salió la materia de la pierna recreada? Si creció por algún proceso natural, esos 3 o 4 Kg de hueso, piel y carne vinieron de alguna parte. ¿De dónde?
Esta curación de Miguel Pellicer es totalmente imposible por un proceso natural. Para determinar si se da esta misma imposibilidad en otras curaciones, en Lourdes y en los procesos de los santos se usan siete criterios médicos:
- Debe haber un diagnóstico seguro;
- La enfermedad debe ser grave;
- La cura debe haber sucedido de forma inesperada, sin signos premonitorios;
- La cura debe haber sido instantánea;
- La cura debe haber sido completa;
- La cura ha sido duradera: pasados los años, la enfermedad sigue sin detectarse;
- No debe haber explicación médica alguna para la curación.
Y además, las autoridades eclesiásticas deben comprobar que hubo algún recurso a la fe: una petición, alguna devoción, algo.
Sólo si están muy seguros de que es sobrenatural lo declaran un milagro. Por ejemplo, en Lourdes hay miles de casos de sanaciones inexplicables, pero sólo en una setentena de casos se han declarado milagrosas. Pequeñas variaciones sobre lo que esperamos pueden ser naturales y debidas a nuestra ignorancia de la ciencia, pero grandes desviaciones son imposibles. Las sanaciones que se declaran milagrosas son de tal magnitud (diagnóstico seguro, caso grave, cura inesperada e inmediata), que podemos descartar que sea por alguna causa aún desconocida. Tiene más sentido pensar que milagros tan visibles y sin explicación natural son señales de un dios a pensar que son procesos naturales no sólo desconocidos, sino que rompen completamente el conocimiento científico.
Quizá no podamos presenciar nunca una curación milagrosa, pero hay otros milagros que si podemos ir a visitar: son los cuerpos incorruptos.
Cuerpos incorruptos
Hace muchos años un amigo mío médico (y creyente) me dijo: “Se tiene una explicación científica de los cuerpos incorruptos”. Se habían encontrado multitud de cuerpos incorruptos en los fondos de las fosas comunes multitudinarias que se habían cavado en las distintas guerras del S. XX. Si la fosa es muy profunda, el oxígeno no llega al fondo, y por lo tanto tampoco las bacterias que descomponen la carne. Esos cuerpos quedan incorruptos. Sólo hay un problema: los cuerpos incorruptos de santos no estaban en el fondo de fosas comunes sino en tumbas habituales. En algunos casos se ha visto que, salvo el cuerpo del santo, todo a su alrededor estaba podrido.
Otras veces se aplica incorrectamente el adjetivo de incorrupto a cuerpos que están momificados. Son casos en el que la piel del cadáver se vuelve como cuero, pero el músculo y las vísceras han desparecido. Es un proceso natural. Una vez hubo que hacer unos cambios en la tumba familiar y yo asistí a la exhumación de los cadáveres de mis abuelos. Ya me advirtieron los operarios del cementerio que seguramente estarían momificados. Se ve que en esa zona del cementerio hay condiciones de temperatura, humedad o lo que sea que dan lugar a la momificación, mientras que en otras zonas del cementerio, me dijeron, casi nunca pasa. Y efectivamente, mis abuelos estaban momificados. Pero los cuerpos incorruptos de los santos no están momificados, pues conservan el músculo y las vísceras. Son cuerpos incorruptos y para ello no hay explicación.
Aquí en Palma de Mallorca tenemos el cuerpo incorrupto de Sta. Catalina Thomás. Está en la Iglesia del convento de la Magdalena, donde pasó su vida, y se puede ir a visitar. Además del signo de su cuerpo incorrupto, tenemos otro: el pañuelo que tapa su cara.
Cuando estaba ya cerca de la muerte, en 1574, Sta. Catalina dijo a sus hermanas monjas que tras su muerte no la debían tapar ni con un sudario ni con nada. Pero una de las monjas sintió tanta pena que puso un pañuelo sobre su cara. Y ahí sigue el pañuelo, 450 años después: quedó pegada a su cara y nunca lo pudieron quitar. ¿Qué explicación científica puede haber para este pañuelo?
Y finalmente hay otro cuestión: todos los casos de cuerpos incorruptos que se conocen, son de santos católicos. Si es un proceso natural, sea el que sea, ¿cómo es que depende de la religión de la persona?
Tiene mucho más sentido creer que es Dios el que decide conservar los cuerpos de personas especialmente santas como un signo para que creamos en Él, que pensar que por algún proceso desconocido, el cuerpo de algunas personas, pero sólo de una determinada religión, a veces no se corrompen tras la muerte.
Pero la vida y los seres humanos son muy complejos y a veces es difícil disipar las dudas, incluso en los casos más extraordinarios. Vayamos pues a algo mucho más simple: un trozo de pan.
Milagros eucarísticos
Un milagro eucarístico es uno que ocurre en relación con una hostia consagrada. La materia de la hostia es pan ázimo, es decir, harina y agua, sin levadura. Algunos milagros eucarísticos son visiones que se han tenido durante la misa o en presencia de la hostia; otros son preservaciones de la hostia durante años (a veces cientos de años) sin que se corrompan y otros son la aparición de sangre sobre la hostia o la conversión de la hostia en sangre. Nos centraremos en este tercer tipo. El que quiera saber más de los milagros eucarísticos puede ir a la
página web ideada y realizada por el beato Carlo Acutis.
Mirando la lista de milagros en esta página, vemos que han sucedido en todas partes del mundo y en todas las épocas: algunos sucedieron hace más de mil años, otros, hace menos de diez. De la larga lista de milagros, describiré dos.
Uno es un milagro que me contaron cuando era niño:
sucedió en Gorkum, Holanda en 1572, aunque la hostia se conserva en el Escorial. Unos mercenarios protestantes entraron en una iglesia católica en Gorkum y la empezaron a saquear. Uno de ellos cogió la hostia consagrada que estaba en la custodia y la pisó. La perforó con los clavos de su bota en tres sitios. Por esos tres agujeros empezó a manar sangre. Uno de los asaltantes, maravillado, avisó a un sacerdote, que pudo recuperar la hostia. Ahora se encuentra en El Escorial y se puede ver.
Como uno puede dudar de cosas que pasaron hace cientos de años, veamos a uno que sucedió en en este mismo siglo XXI, en 2008,
en Legnica, Polonia. Durante una misa, una hostia cayó al suelo. Como está mandado para estos casos, se colocó la hostia en agua, para que se disolviera, y se metió en el sagrario. Cuando lo volvieron a sacar había aparecido una mancha roja, con algo que parecía un tejido animal. El obispo de Legnica mandó analizar el tejido y la comisión estableció que era un tejido de corazón humano en agonía.
¿Qué explicación natural hay a todos estos milagros? ¿Cómo puede un trozo de pan convertirse en sangre o tejido de corazón humano? ¿Por qué sólo pasa en hostias y no en el pan que compramos en la panadería? ¿Por qué sólo pasa si la hostia ha sido consagrada, esto es, se ha convertido en el Cuerpo y la Sangre de Cristo?
Preguntémonos: ¿Qué tiene más sentido, pensar que esto es un proceso natural desconocido, o que es un signo de Dios?
Conclusión
Hay sucesos que han sucedido a lo largo de los siglos que desafían nuestro conocimiento de la naturaleza. Hemos visto aquí tres tipos: curaciones inexplicables, cuerpos incorruptos y pan que se convierte en sangre y tejidos humanos. No hay duda alguna que esto sucesos han ocurrido, pero alguno puede dudar que sean sobrenaturales y considerar que debe haber una explicación natural. Pero muchos de estos sucesos son tales que no es que no tengamos explicación es que nuestro conocimiento nos demuestra que son imposibles. Entonces, sólo tenemos dos opciones: o aceptamos que son sobrenaturales –signos de la existencia de un dios– o aceptamos que no existen leyes de la naturaleza, pues pueden ser rotas de forma brutal y sin explicación posible. Para mí tiene mucho más sentido pensar que existe un dios a que no existan leyes naturales.
Hemos llegado a la existencia de un dios a través de la observación del mundo –de la materia, la vida y el hombre– y también de la observación de milagros: casos extraordinarios que no tienen explicación natural. Pero también podemos llegar a concluir que debe existir un dios a partir de puro razonamiento. De esto se ocupa la metafísica y entraremos en ello en la próxima entrada.
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