Hace poco, ante la noticia de que un conocido suyo había decidido morir en casa, rodeado de su familia, mi suegra nos dijo: “Cuando me llegue la hora, me lleváis al hospital y que me seden bien, que no quiero enterarme de nada”. Eso me dio que pensar.
Por un lado está la idea de que uno puede morir “sin enterarse de nada”. Recordé algo que había leído sobre la guillotina. El inventor de la guillotina afirmaba que era una manera más humana de morir, sin sufrimiento, pues la muerte era instantánea. Pero durante la revolución francesa un médico se puso de acuerdo con algunos futuros guillotinados y, tras la ejecución, pudo hacerles preguntas y recibir respuestas –creo que con movimientos de los párpados–. Descubrió que estaban conscientes durante uno o dos minutos. Las células del cerebro no murieron instantáneamente tras cortarles la cabeza.
Y hay motivos para pensar que algo similar sucede cuando uno muere sedado, por ejemplo durante las eutanasias. Postulan que la sedación impide que te comuniques, pero no que padezcas tu muerte. Vamos, que el que “no se entera de nada” no es el moribundo, sino los que le rodean. El moribundo sufre; los que están en paz son los familiares y médicos que están a su alrededor.
Pero no es seguro que sea así. Aceptemos que, de una manera u otra, en su vertiente física uno puede morirse “sin enterarse”. Pero el hombre es cuerpo y alma y durante la muerte el alma se separa del cuerpo. No puede ser que tu alma se separe de tu cuerpo y tú no te enteres. Espiritualmente, tiene que ser desgarrador. La muerte es terrible, a veces físicamente, y siempre espiritualmente.
La Iglesia católica reconoce que, estés consciente o inconsciente, el momento de la muerte es muy duro y es cuando tu alma necesita más ayuda. Por eso hay oraciones específicas para pedir una buena muerte, como la oración a la Virgen Santísima, o la Coronilla de S. Miguel. En ésta última se pide:
En la hora de la muerte, no permitáis que ningún espíritu maligno se nos acerque, para perjudicar nuestras almas. Oh Dios y Señor nuestro, guiadnos por medio de este mismo Arcángel [S. Miguel]. Enviadle que nos conduzca a la Presencia de vuestra Excelsa y Divina Majestad.
También hay un rito específico para asistir a los moribundos. En ella se reza (V/ es lo que dice el sacerdote o diácono, R/ es lo que responden los asistentes):
R/: Venid en su ayuda, santos de Dios salid a su encuentro, ángeles del Señor recibid su alma y presentadla ante el Altísimo.
V/: Cristo, que te llamó, te reciba y los ángeles te conduzcan al regazo de Abrahán.
R/: Recibid su alma y presentadla ante el Altísimo.
V/: Dale, Señor, el descanso eterno y brille sobre él la luz perpetua. Recibid su alma y presentadla ante el Altísimo.
En el momento de la muerte, no sólo tu cuerpo se consume, sino que tu alma está muy débil y acechada por el Maligno. Existe un serio peligro de que en estos momentos te rebeles ante Dios y te condenes. Es por eso que necesitas más ayuda sobrenatural, y en particular el don de la perseverancia final. Y una vez muerto, el alma se siente perdida y necesita de la ayuda de ángeles y santos para llegar hasta al Señor. Todo el mundo necesita ayuda para el momento de su muerte. Esto lo puede solicitar en parte por sí mismo rezando a menudo para solicitar una buena muerte y el don de la perseverancia final. Y también se consigue en el momento de la muerte rezando junto con familiares y allegados.
Yo rezo cada día la Coronilla de S. Miguel, y cada noche antes de acostarme, rezo la oración final de la completas que acaba “Que Dios nos conceda una noche tranquila y una muerte santa”. Y además, no quiero morir sedado o inconsciente. Quiero estar rezando a Dios, mejor junto a mi familia, para conseguir toda la ayuda sobrenatural que pueda para soportar este tránsito. Quiero estar consciente hasta la muerte.
No hay comentarios:
Publicar un comentario