Es doctrina de la Iglesia Católica que Adán y Eva existieron: fueron el primer hombre y la primera mujer. También es doctrina que todos descendemos de ellos y que cometieron el pecado original. Pero esto a muchos les suena a falso. No creen que existiera un primer hombre y una primera mujer, sino que Adán y Eva son unos seres alegóricos, de leyenda, que simplemente representan el inicio de la humanidad y que fueron inventados por el escritor del Génesis para contarnos la creación del hombre y la existencia del pecado de forma poética. Que los ateos tengan esta visión no es de extrañar. Lo preocupante es que muchos cristianos incurren en este error doctrinal, que se llama poligenismo.
Y es cierto que si pensamos en la aparición del hombre como un proceso natural, no existe un primer ser humano. Las especies se van formando de gradualmente, pasito a pasito, a lo largo de decenas de miles de años y no hay un primer individuo de la especie: cada individuo que nace es de la misma especie que sus progenitores. Luego la exigencia doctrinal de la existencia de Adán y Eva como los dos primeros individuos de la especie humana se presenta a veces como un ejemplo en el que la doctrina de la Iglesia contradice a la ciencia.
Y si la única visión del mundo que tienes es lo natural, es difícil superar esta contradicción. Pero si crees en Dios y en lo sobrenatural, no debiera haber problema alguno. El que muchos cristianos incurran en el error del poligenismo proviene de no entender qué es el hombre. Porque lo que diferencia a un hombre de cualquier otra criatura no son sus genes. Lo que diferencia la hombre de cualquier otra criatura es que posee alma. La diferencia no es natural, sino sobrenatural.
Y así desaparece cualquier contradicción. Evidentemente, no sé cómo apareció Adán, pero voy a dar un posible mecanismo que es correcto tanto biológica como teológicamente.
Digamos que había una especie de homínidos, que vivía en África y que contaba con unos cuantos miles de individuos. Dios convirtió uno de estos homínidos en hombre insuflándole un alma Este fue Adán. Genéticamente era como sus padres y hermanos. Pero sobrenaturalmente, no. Al tener alma también disponía de las potencias del alma: inteligencia, memoria y voluntad. El resto de la especie sólo tenía instinto y obedecía a su instinto. Adán, no. Adán era diferente. Adán era capaz de razonar. Adán era libre. Y se sintió sólo. Entonces Dios insufló alma a una hembra homínida y se convirtió en Eva, la primera mujer.
Adán y Eva, gracias a poseer almas, no sólo tenían inteligencia, memoria y voluntad, sino también un conocimiento de Dios. Desgraciadamente decidieron usar su voluntad para desobedecer a Dios y cometieron el pecado original. Nótese que si Adán y Eva no existieron, sino que son sólo seres alegóricos, el pecado original no pudo suceder, y eso implica que el pecado es algo consustancial al hombre, es algo que Dios introdujo en nosotros. Y eso contradice la esencia de Dios.
Adán y Eva eran biológicamente indistinguibles del resto de los homínidos: eran de la misma especie. Pero eran esencialmente diferente de ellos: eran humanos porque tenían alma.
Pero si Adán y Eva eran biológicamente sólo dos homínidos entre miles, ¿cómo es que son los padres de toda la especie humana? Tampoco es difícil de explicar. Empecemos por un caso muy simple.
Supongamos que no había miles de homínidos sino solo dos parejas: Adán y Eva, que eran humanos y Yago y Zoe que no lo eran. Les llamaremos la Generación 0. Adán y Eva tuvieron descendencia, como también la tuvieron Yago y Zoe. Esta es la Generación 1. La mitad de esta generación, los descendientes de Adán y Eva, también tenían alma y eran humanos, mientras que los de Yago y Zoe no tenían alma y eran homínidos. Pero eran todos de la misma especie biológica. Ahora digamos que en esta generación nunca se emparejaron hijos de los mismo padres. Por lo tanto los hijos de Adán y Eva se emparejaron con los hijos de Yago y Zoe. Sus descendientes forman la Generación 2. Y toda esta generación son descendientes de Adán y Eva y por lo tanto son todos humanos.
Si en vez de dos parejas son unas cuantas miles de parejas, se puede demostrar que pasará lo mismo, sólo que tardarán más generaciones. No muchas más, quizá una docena o dos. Además, como los humanos tienen claras ventajas evolutivas sobre los homínidos, la teoría de la evolución nos asegura que los homínidos acabarán por desaparecer.
Este no es el único mecanismo posible. Se me ocurren algunos y estoy seguro que hay muchos otros que ni siquiera se me pueden ocurrir. Pero eso no es lo importante. Lo importante es tener claro que la diferencia entre los hombres y cualquier otro ser vivo no es natural sino sobrenatural; no es por la existencia de unos genes, sino por la existencia del alma.
El alma es lo que hace que seamos seres humanos. Y el alma sólo la da Dios. Si vivimos eso, hemos avanzado mucho en el camino del cristianismo.