miércoles, 10 de enero de 2024

Catecismos




Hace muchos años, para poder hacer la primera comunión, tuve que aprenderme el catecismo de primer grado (el verde). Después, empecé a aprender el de segundo grado (el rojo), pero a poco de empezar los quitaron y empezamos a estudiar otros textos. Vienen en formato de preguntas y respuestas y los aprendíamos de memoria: el maestro o catequista te hacía la pregunta y tú tenías que darle la respuesta, literalmente, sin cambiar una palabra. Ahora, unos 50 años después, los he vuelto a comprar (nota al respecto al  final) y me los estoy volviendo a aprender. De memoria. He impreso las preguntas y me las hago de una en una y me las respondo. Hay varias cosas importantes que estoy aprendiendo de este ejercicio (aparte de la doctrina en sí) y que voy a comentar en esta entrada.

Empecemos por aspectos pedagógicos. ¿Es adecuado el método de preguntas y respuestas y el tener que decir las palabras exactas sin cambiar ni una? Está el peligro evidente de no aprender nada sino solamente “repetir como un papagayo” las respuestas. Además, como las preguntas te las hacían siempre en orden, podías repetir la respuesta correcta sin siquiera escuchar la pregunta. Hay una escena muy divertida en el libro El mundo, la Carne y el Padre Smith en el que, en una clase de catequesis, después de realizar algunas preguntas y recibir las respuestas, el P. Smith se sale del guión y los niños, en vez de intentar entender lo que les está diciendo, están intentando adivinar la “respuesta correcta” a lo que ha dicho el Padre.

Si aprenderse los catecismos fuera el último paso de la formación del cristiano, efectivamente sería un mal método. Pero no es el último, sino que es el primero. De la misma manera que un pianista necesita aprenderse primero la pieza de memoria para poder liberar la mente de saber qué nota va dónde y así poder concentrarse en las cuestiones de interpretación, un cristiano debe liberarse de saber qué significa qué término para poder centrarse en entender cómo aplicarlo a su vida. Para poder cumplir los Mandamientos uno primero debe saber –de memoria– cuáles son. O es difícil entender la importancia del sacramento de la confesión si ni siquiera se sabe qué es un sacramento. Para poder profundizar en la doctrina cristiana debe partirse de tener una buena base y esto implica aprenderse de memoria e interiorizar los fundamentos.

Pero ¿sin cambiar una sola palabra? ¿No sería mejor decirlo “a mi manera”? He notado que las respuestas a las preguntas están cuidadosamente redactadas. Son precisas y escuetas. Raramente va a decir uno algo mejor mientras que es probable que se le escape algún aspecto si usa sus propias palabras. Incluso el orden de las palabras es raramente mejorable. Además repetir siempre lo mismo, con las mismas palabras y el mismo ritmo y entonación lo hacen como una canción y más fácil de recordar y de interiorizar.

Los fundamentos hay que interiorizarlos, hacerlos parte de ti. Que sea un conocimiento que no haya que buscar, sino que salga solo. Y esto se consigue –y probablemente sea la única manera de conseguirlo– a través de repeticiones, repeticiones y más repeticiones. 

Otra cosa que me ha sorprendido al estudiar los catecismos es la amplitud de los conocimientos que tenían (¿teníamos?) los niños. Tras escuchar homilías, conversar con sacerdotes y recibido algunos comentarios sobre el estado de los seminarios, sospecho que muchos sacerdotes jóvenes y de mediana edad tendrían dificultades en responder a las preguntas que los niños de antaño respondían instantáneamente. Si uno se sabía bien los catecismos de primer y segundo grado tenía un conocimiento amplio y profundo de los fundamentos de la Doctrina Cristiana.

¿Y era posible aprenderse todo eso? Sí, claro que sí. Millones de niños lo hicieron. La pedagogía de hoy en día va por otros derroteros, se ha menospreciado la memoria y no se desarrolla cuando se es niño, que es cuando toca. Los jóvenes de hoy en día tienen atrofiada la memoria y les parece imposible memorizar algo que a los de mi edad nos parecería simple. Esa atrofia programada de la memoria me parece casi criminal. Que Dios perdone a los pedagogos que promovieron tal aberración.

No es que todo antes fuera maravilloso. Los niños no lo disfrutábamos, y sospecho que los catequistas tampoco. Además, demasiado a menudo este primer paso de aprendizaje de los fundamentos se convertía en el último paso y nunca se profundizaba. Y por falta de uso, las respuestas se olvidaban. Yo sólo recordaba una parte de lo que aprendí de niño. Y hay cosas que un niño de 7 años no puede entender (ejemplo típico, el sexto y noveno mandamientos). Pero en vez de sustituirlo por otros métodos, hubiera sido mejor que lo completaran. Es de notar que el Compendio del Catecismo de la Iglesia Católica vuelve a “la forma dialogal, que recupera un antiguo género catequético basado en preguntas y respuestas”.

Pero incluso sin desarrollo posterior, estos catecismos dejaban una semilla que podía ser útil. Varias veces, al intentar profundizar en algún aspecto de la Doctrina, alguna palabra o frase provocaba en mi cerebro el recuerdo de alguna de las respuestas del catecismo que había aprendido tanto tiempo atrás. Y estas respuestas recordadas siempre me han ayudado mucho.

Estoy disfrutando del ejercicio de volver a aprender de memoria los dos catecismos. Y me está resultando muy útil para entender mejor cosas que he estudiado posteriormente. No he oído más que quejas del nivel de catequesis actual. Volver a los catecismos antiguos, debidamente adaptados, sería una buena solución.


NOTA: Estos catecismos, y muchos más, están disponibles por Internet en la web mercaba.org. Se pueden comprar también por Amazon. No son los originales, sino lo mismo que hay en Internet (errores de edición y puntuación incluidos) pero ya impresos y con las portadas originales. Los catecismos originales pueden quizá encontrarse en librerías de viejo. Se pueden acceder a muchas librerías de éstas a través de iberlibro.com.


No hay comentarios:

Publicar un comentario