jueves, 15 de febrero de 2024

Miércoles de ceniza: la gente busca convertirse

 Ayer fue Miércoles de Ceniza. Yo fui a misa por la mañana y estaba lleno. Mucho más que cualquier domingo. Mi mujer y mi hijo fueron por la tarde, y también. Y por lo que me cuentan y he leído, esto es lo habitual no sólo en España sino también en el resto del mundo occidental. Por lo que vi ayer, más gente va a misa el Miércoles de Ceniza que por Navidad y probablemente incluso más que por Semana Santa. Pudiera ser que el Miércoles de Ceniza es el día en el que más gente va a misa en todo el año. Y eso que no es un día de precepto. 

Esto rompe algunas concepciones que se tienen y que marcan la vida litúrgica. La más obvia, que conviene mover ciertas solemnidades importantes, como la Ascensión y el Corpus, de jueves a domingo, para facilitar que la gente vaya a la misa. Pero vemos que los feligreses no tienen ningún problema en ir a misa en día laborable para una fiesta señalada. Dado que, sobre todo por la Ascensión, la asistencia a misa no es diferente de la de un domingo cualquiera, considero bastante probable que fuera más gente a misa si se dejara en jueves. 

Otra mala costumbre que se tiene y que queda en entredicho es la reducción de días de precepto. Yo sólo me enteré hace unos pocos años. Cada año el Obispo saca un decreto en el cual dispensa en su diócesis del precepto de ir a misa en algunas solemnidades. Por ejemplo, en 2022 el Obispo de Mallorca dispensó los preceptos de los días de San José y de Santiago Apóstol. El motivo alegado fue que eran días laborables. 

Como argumento en mi entrada sobre el calendario litúrgico, este sometimiento del calendario litúrgico al laboral da subliminalmente la idea de que sólo hay que ir a misa si es cómodo y conveniente. Esto hace disminuir la presencia e importancia que la gente le da, no sólo a las fiestas que se mueven o se dispensan, sino a toda fiesta religiosa. 

Cada Miércoles de Ceniza el feligrés demuestra que va con gusto a una misa, que ni siquiera es de precepto, en un día laborable. Claramente, estas dos costumbre de mover o dispensar grandes fiestas religiosas, son malas costumbres.

Una segunda cuestión que se me ocurrió al ver la gran cantidad de gente en misa fue preguntarme por qué gente que no va a misa los domingos, y probablemente casi nunca, tiene tan gran afecto por la misa del Miércoles de Ceniza. Llegué a la conclusión que la gente, en su interior, tiene un hambre de Dios. Y como ve que Dios no está en su vida, se da cuenta de que debe convertirse. Y el Miércoles de Ceniza le da una respuesta a esta necesidad.

Y si mi conclusión es correcta, entonces hay mucha gente que tiene hambre de conversión y penitencia. Y el decirles que “Dios te quiere como eres” o que todos vamos al cielo no les satisface, pues en su interior saben que no es así. El mensaje buenista, que es prácticamente el único que se recibe en las iglesias estos días, no les atrae, más bien lo contrario, lo encuentran falso y les aleja.

El mensaje de Cristo –y esto se ve claramente en los Evangelios– es el del Miércoles de Ceniza: “conviértete y cree en el Evangelio”. Cristo nos muestra el cielo, pero tras la conversión. Predica que Dios nos perdona, pero que debemos arrepentirnos primero. Que existe el camino del cielo, pero también el del infierno. Y esto Dios lo ha metido en nuestros corazones: lo sabemos profundamente. Necesitamos el mensaje del cielo y también el del infierno. Si sólo nos dan uno, notamos a faltar el otro.

El camino de la salvación es un camino duro. Gozoso, sí, pero duro: es el camino de la cruz.  Las misas a rebosar del Miércoles de Ceniza nos muestra que la mayoría de los fieles estamos dispuestos a las liturgias en día laborable y a la penitencia y la conversión. No es cuestión de añadir dificultades innecesarias, pero buscar lo fácil –que en el fondo es arrinconar la Cruz– es falso y causa rechazo. 


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