Todos estamos familiarizados con el calendario laboral, en el que se nos dice qué días son laborables, cuáles festivos y los periodos de vacaciones. Es el calendario que rige nuestra vida cotidiana. Lo que no estamos tan familiarizados es con el calendario litúrgico. Muchos católicos, incluso practicantes, saben que cada santo tiene un día asignado y poco más que eso.
En el calendario litúrgico tenemos 5 tiempos: el tiempo de Adviento (los 4 Domingos anteriores a Navidad), el tiempo de Navidad (desde el día de Navidad hasta el Domingo después de Reyes), el tiempo de Cuaresma (40 días anteriores al Domingo de Pascua, empieza el Miércoles de Ceniza), el de Pascua (50 días después del Domingo de Pascua, acaba el Domingo de Pentecostés) y el tiempo ordinario (en latín per annum), que es todo lo demás. Dentro de estos tiempos no todos los días son iguales. Están los Domingos, que son solemnidades, y que son como un “Triduo Pascual en un día”. Y en los demás días tenemos días ordinarios (o de feria), y días en que se conmemora alguna ocasión especial, típicamente un santo. Estos días se dividen por orden de importancia en memorias libres, memorias obligatorias, fiestas y solemnidades. Las solemnidades casi siempre son días de precepto, es decir días en el que es obligatorio ir a misa. Las fiestas no suelen ser de precepto, pero tienen su misa propia, con sus lecturas y oraciones específicas del día. Las memorias no tienen lecturas propias, aunque sí oraciones.
El calendario tiene componentes locales. Por ejemplo, el día de Santa Teresa de Jesús (15 de octubre) es una fiesta en España, pero sólo una memoria obligatoria en otros países. Lo mismo pasa con los días de los patronos de cada provincia o municipio.
Como he dicho pocos católicos conocen mínimamente este calendario. Saben de los Domingos, pero no saben que en cada mes se celebran 3 o 4 fiestas. Saben de Adviento y Cuaresma, pero no todos saben que existe el tiempo de Navidad y Pascua. Desgraciadamente la formación religiosa ha sido muy pobre durante demasiados años. En las iglesias no se explica y acabo de entrar a la página web del Obispado de Mallorca y puedes encontrar un documento de más de 400 páginas con todo detallado, día por día, pero no un calendario simple que me diga que ayer, día 4 de noviembre, se celebró la memoria obligatoria de S. Carlos Borromeo o que el día 9 es un día especial: la fiesta de la dedicación de la basílica de Letrán. Bueno, eso de que es un día especial es sólo un decir: no se va a hacer nada especial. En mi parroquia no se celebra misa los jueves, por lo tanto ni siquiera va a haber misa.
Y eso es lo más triste: la Iglesia sigue mucho más el calendario laboral que el litúrgico. Si un día no es fiesta laboral, no va a ser día de precepto. Fiestas tan importantes como la Ascensión o el Corpus Christi se mueven a Domingo para ajustarse a este calendario mundano. Si es un día cualquiera según el calendario laboral, la Iglesia lo considera en la práctica un día litúrgico cualquiera. Y a veces no llega ni a eso: el día del Pilar, Patrona de España, es día festivo según el calendario laboral, pero, no es de precepto y, a pesar de ser una fiesta, no se celebra ni una sola misa aposta (al menos en Palma de Mallorca). Y ya conté en una entrada anterior que, el 1 de enero, por ser solemnidad, ¡se quitaron misas!
Es posible que el obispado arguya “Es que la gente no va a misa ese día”. ¿Cómo va a ir si desde la jerarquía no se le da importancia? Poned misas, indicad desde el púlpito que es una fiesta, un día religiosamente muy importante y verás como la gente va.
Es muy triste. No es que no haya separación entre Iglesia y Estado, es que la Iglesia se ha sometido al Estado. Se ha olvidado del Cuarto Mandamiento de la Ley de Dios: santificarás las fiestas. Y como consecuencia, los fieles ya no santificamos ni los Domingos: se han convertido en un día de descanso y diversión, en donde Dios tiene incluso menos papel que en un día de semana. Como mucho, le dedico media hora para ir a misa, y si puedo hacerlo en sábado, mejor.
Lex orandi, lex credendi (traducción libre: así como rezas, así crees). Como dice Benedicto XVI, la caída de la liturgia es el motivo principal de la caída de la vida religiosa. Tenemos que hacer algo. Podemos empujar en nuestras parroquias para que le den más luz e importancia al calendario litúrgico. Idealmente que se celebre al menos una misa los días de fiesta y solemnidades. O, al menos, que anuncien las fiestas de cada semana.
En todo caso no debemos estar a la espera de que se arregle desde el obispado o la parroquia. Estad al tanto del calendario litúrgico y las lecturas de cada día. Esto se puede encontrar por Internet o comprar libros, que son muy baratos, con el calendario litúrgico y las lecturas de cada día. Tratad de forma especial los días que son fiestas y solemnidades. Id a misa, dedicad tiempo especial de oración en conmemoración al santo o acontecimiento que se está celebrando. Si hacéis esto iréis viviendo cada vez más la vida imperecedera de la Iglesia. Es enriquecedor: estaréis en contacto con su historia y tradiciones a través de sus muchos santos y fiestas.
Vivid el calendario litúrgico. Que sea vuestro calendario más importante. Lo sagrado debe vencer a lo mundano: Dios es más importante que los reyes y estados.
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