Como dije en la primera entrada de este blog, su objetivo es explorar la importancia de lo sagrado en nuestras vidas y fomentar lo sagrado en este mundo tan profano en el que vivimos. En cierto modo escribo sobre la confrontación entre la Iglesia, que defiende lo sagrado, y el Mundo, que vive en lo profano. Pero a veces me pregunto si no tenemos al enemigo en casa.
El domingo pasado estuve mirando un programa del canal autonómico local IB3. El programa se llama Enfeinats, que se puede traducir como “Trabajando” y presentan diferentes profesiones curiosas. El fin de semana pasado mostraron tres profesiones: un cuchillero, el trabajo en un bar turístico en temporada alta y… un sacerdote. Presentaron el sacerdocio como una profesión y decir misa como una representación teatral. Tanto me llenó de tristeza que tuve que dejarlo antes del final.
Entiendo que una cadena de televisión quiera presentar el sacerdocio como una profesión como cualquier otra, pero no entiendo que un sacerdote se apreste a ello. E imagino que lo notificó al obispado (eso si no fue el mismo obispado que puso en contacto al realizador del programa con el sacerdote). Tal y como lo presentaron, el sacerdote llega a la iglesia, enciende las luces, abre las puertas, prepara los papeles, se pone el vestuario, lidera cantos, recita textos… Ni una palabra del contenido religioso de la misa, de su importancia para nuestras almas. Nada que no fuera puramente profano.
¿Siendo tan profano, qué quería mostrar nuestro protagonista?¿Que un sacerdote es una persona normal y corriente? No lo es: es una persona consagrada por Dios. ¿Que la misa es como una representación cultural? Desgraciadamente no sería una excepción, como he escrito ya.
Demos el beneficio de la duda: quizá el sacerdote sí dijo cosas, pero fueron eliminadas en edición. Pero aún suponiendo que fuera así, no le exculpa del todo: dijo suficientes cosas puramente profanas para poder montar el programa como lo hicieron.
Otro ejemplo. Hace unas semanas fue el día del Domund. El programa Mosaic, producido por el obispado, hizo un reportaje sobre la acción organizada para la ocasión: una “carrera virtual solidaria”. Ya el título te rechina por el uso de las palabras tan de moda en el Mundo profano. Y las imágenes de un grupo de gente caminando todos vestidos con unas camisetas azules (incluido el obispo) tampoco ilusionan. Si querían llamar la atención, no lo consiguieron: parecían un grupo excursionista cualquiera. Cierto que en el reportaje se habla algo de evangelización, pero la locutora explica que el objetivo de la marcha era “hacer saber […] que la la Iglesia puede hacer una gran tarea social en gran parte del mundo”. Y aquí no podemos achacar nada a la edición, pues el programa es producido por el obispado.
De estos ejemplos se puede hacer la lectura de que fieles, sacerdotes, e incluso obispos, no ven una dimensión sagrada en su vida. La misa y la liturgia sería un soporte psicológico para las personas y una manera de crear comunidad. Las misiones son una “tarea social”. El Cristianismo sería una filosofía, una moral, y nada más. Esta idea implica que Cristo no es Dios, es decir, está muy emparentada con la herejía del arrianismo (que me sospecho no desapareció en el S. VI). Me es difícil creer que este sea el caso.
Otra lectura alternativa es que sí tienen un sentido de lo sagrado, pero prefieren ocultarlo. Supongo que creen que si dan importancia a los sagrado y trascendental se alejan de la gente y si quieren tener importancia e influencia en la sociedad deben rebajar lo más posible las cuestiones trascendentales y sagradas. No sería para siempre, sino que la idea es que cuando ya tienes “enganchada” a la gente usando cuestiones y métodos profanos, les introducirán a lo sagrado. Yo veo dos problemas a este enfoque: el primero es que así no se está enganchando a casi nadie. Más parece que se esté desilusionando a los que buscan algo más que lo que ofrece el Mundo. El segundo es que parece que nunca es el momento: los más “enganchados” supongo que somos los que vamos a misa, y allí raramente nos hablan del alma, del pecado, del cielo, de la salvación. Es una estrategia que se ha usado desde hace varias décadas y no ha dado frutos.
Hay que cambiar de estrategia. ¿Cómo hacerlo? Como en tantas otras cosas, Chesterton resumió en una frase cómo debe comportarse la Iglesia en sus relaciones con el Mundo:
No queremos, como dicen los periódicos, una Iglesia que se mueva con el mundo. Queremos una Iglesia que mueva al mundo. (We do not want, as the newspapers say, a church that will move with the world. We want a church that will move the world.)
Y mover el mundo empieza por lo sagrado y lo trascendente. Hay tantas almas qeu deben estar hambrientas de trascendencia. Y no se lo damos.
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