Son muy recordadas las proféticas palabras de S. Pablo VI, en el que indicaba que “el humo de Satanás” se había infiltrado en la Iglesia. Y últimamente pareciera que este humo se está haciendo más y más espeso. Recientemente el Dicasterio para el Culto Divino ha prohibido a los organizadores de la peregrinación a Covadonga que celebren la Misa Tradicional al final de la peregrinación. Para algunos esto ha sido la gota que ha colmado el vaso, se declaran muy cansados y se preguntan qué deben hacer. Algunas reflexiones.
- Muchos santos han sufrido grandes tribulaciones. Para un ejemplo reciente, S. Pío de Petrelcina sufrió persecuciones de los superiores de su congregación y de la jerarquía de la Iglesia, prohibiéndole en algunos momentos ejercer el sacerdocio. Dios permite estas persecuciones porque son parte del camino de santidad de estos santos. Y al igual que personas concretas sufren persecuciones injustas, también las sufren grupos y organizaciones. Es nuestro camino de santidad. Dios no nos tiene abandonados, como no abandonó a sus grandes santos. Todo lo contrario.
- Todas las cuestiones de la Iglesia no son naturales sino sobrenaturales. Luego es algo que no está en nuestras manos, sino en las de Dios. Nosotros no vamos a resolver esta situación, por lo tanto no nos frustremos: “Si el Señor no construye la casa, en vano se afanan los albañiles”.
Entonces ¿qué tenemos que hacer? Ser santos. Ser santos en nuestra vida diaria. Ser santos con nuestra familia, con nuestros compañeros de trabajo, con nuestros vecinos. Ser santos en el autobús, en la playa, en el supermercado. Ser todo lo santos que podamos, siempre. Al hacer esto, estaremos cerrando puertas a Satanás y eso ya es mucho.
Y para ser cada día más santos, debemos volver a los fundamentos: la oración, la penitencia y los sacramentos. Reza cada día, una hora, por ejemplo. Lee la Biblia cada día, aunque sólo sean las lecturas de la misa del día. Haz penitencia por ti y por los demás pecadores. En particular, si algún obispo o cardenal hace algo que te parece escandaloso, haz penitencia por él. Ve a misa con frecuencia, confiésate periódicamente. Busca donde se hay exposición ante del Santísimo en tus cercanías y vete a adorarle y rezar ante Él. Y si no hay ninguna exposición cercana, haz lo mismo ante el Sagrario.
Y sobre todo, sé perseverante. Esto no es una pequeña batalla: es una guerra permanente. Hay momentos peores –como el presente– y otros mejores, pero la guerra espiritual contra el Mundo no cesa. Y nosotros somos los soldados que Cristo necesita.
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