No nos suelen hablar de la componente comunitaria del pecado: somos parte del Cuerpo Místico de Cristo, por lo tanto cuando pecamos no sólo causamos daño a nuestra propia alma, sino que dañamos todo el Cuerpo Místico. Para hablar de lo más llamativo: la guerra de Ucrania no es sólo culpa de Putin (o de quién sea) sino que nosotros, a través de nuestro pecado y falta de virtud, también contribuimos. Como también somos parcialmente responsables de la locura colectiva de la “identidad sexual” que padecemos, de las matanzas en Nigeria o de las declaraciones escandalosas de los obispos alemanes.
Una manera de verlo es que cada vez que pecamos abrimos una puerta a Satanás para que entre y devaste nuestro mundo y nuestras vidas. Cuando miras pornografía, estás abriendo una puerta a Satanás; cuando calumnias o insultas con malos modos a alguien, estás abriendo una puerta a Satanás; cuando defiendes que una mujer tenga “derecho a elegir”, estás abriendo una puerta a Satanás; cuando das más importancia al dinero que a la justicia, estás abriendo una puerta a Satanás. Y con tantas puertas que hemos estado abriendo a Satanás, no es de extrañar que campe a sus anchas en este mundo de hoy. Cuando te apenes o escandalices por mal que hay en el mundo, recuerda que tú has contribuido a él con tu pecado.
Pero al igual que podemos abrir puertas, también las podemos cerrar. Cada vez que rezas un rosario o que vas a misa, estás cerrando un puerta a Satanás. Cada vez que haces un día de ayuno y penitencia, estás cerrando una puerta a Satanás. Si vas a visitar a los ancianos de una residencia, además de alegrarles el día, estás cerrando una puerta a Satanás. Los voluntarios de Cáritas no sólo reparten comida, sino que cierran puertas a Satanás. Los catequistas que donan su tiempo para enseñar la doctrina Católica a los niños y jóvenes, además de formarles, cierran puertas a Satanás. Las monjas de clausura tapian enormes boquetes a Satanás.
Quizá pienses que ni los pecados ni las virtudes de una sola persona puedan cambiar nada. Pero Dios no mira los números. Por ejemplo, prometió a Abraham no destruir Sodoma y Gomorra si encontraba diez justos. Sólo diez justos hubieran bastado para salvar las dos ciudades. No los encontró y las ciudades fueron destruidas. Cristo no buscó multitudes, sino sólo doce rudos hombres de Galilea para diseminar el Evangelio. O tenemos el caso de Sta. Gemma Galgani a quien Cristo pidió que fuera una víctima que sufriera por la Iglesia. Y ella aceptó. No llamó a una comunidad entera, sino a una jovencita. Dios no necesita ejércitos, sino que te necesita a ti. Tu contribución es fundamental.
Con tu pecado abres puertas a Satanás y contribuyes al mal del mundo. Por el contrario, con tu oración, penitencia y virtud cierras puertas a Santidad y contribuyes a su salvación. ¿Qué vas a hacer?
No hay comentarios:
Publicar un comentario