domingo, 14 de enero de 2024

Sacramentales y amuletos

 En la homilía de una misa a la que asistí hace unos días el sacerdote nos hablaba de la gente que usa el rosario u otros objetos como si fueran amuletos. Escuché con mucha atención, porque siempre antes de salir de casa me aseguro de llevar mi rosario encima y que tengo un botellín de agua bendita en mi mesita de noche y no me voy a dormir sin santiguarme y sin hacer una señal de la cruz en las almohadas. No es que no hubiera meditado sobre esta cuestión varias veces. Incluso tengo entradas en este blog discutiendo la diferencia fundamental entre devoción y superstición. Una al reflexionar sobre la devoción de los primeros nueve viernes de mes y otra al hablar sobre las devociones en general. Aunque tienen aspectos comunes, no es lo mismo una devoción que un sacramental ni una supersitición que un amuleto. Por lo tanto en esta entrada voy a seguir reflexionando sobre esta cuestión, esta vez comparando amuletos y sacramentales.

Empecemos con las definiciones. Un amuleto es un objeto que se lleva encima y al que se le adscribe la propiedad de darnos o alejar la mala suerte. Un sacramental es un signo sagrado, casi siempre con materia y forma, por la que se reciben efectos espirituales por la devoción a la Iglesia. Un rosario es un sacramental, el agua bendita es un sacramental. Creo que casi cualquier cosa bendecida es un sacramental (por ejemplo los cirios que usamos en la Vigilia Pascual lo son). Esto nos marca una primera diferencia. Al igual que en las supersticiones, el origen del poder del amuleto es, como poco, nebuloso. Una pata de conejo o un trébol de cuatro hojas es un amuleto porque sí. O puedo ver una piedra especialmente bonita y convertirla en mi amuleto, porque sí. En cambio para que un cirio, una medalla o agua se conviertan en sacramentales es necesario una acción de la Iglesia por ministerio de un sacerdote, ya sea dentro de una liturgia o porque se lo pidamos. Para que algo sea un sacramental debe haber una acción sagrada.

Comparemos ahora que “hacen” los amuletos y los sacramentales. Una amuleto te protege de la “mala suerte” o te propicia la “buena suerte”. Otra vez, es un tanto nebuloso. Y tampoco se dice nada de “quién” actúa para cambiar tu suerte. Es una especie de “magia del universo” que se consigue por el mero hecho de llevar un amuleto encima.

En cambio es mucho más claro qué hace un sacramental. Por un lado es un objeto sagrado y los demonios aborrecen todo lo sagrado. Un método que tienen los exorcistas de saber si una persona está poseída es ponerles delante un conjunto de objetos, por ejemplo medallas, algunos bendecidos y otros no. Una persona poseída por un demonio distingue inmediatamente entre un objeto sin bendecir, a la que trata casi con burla, y un objeto bendecido –un sacramental– que les perturba y piden que se lo quiten de sus inmediaciones.  Es decir que un sacramental, por su propia naturaleza, aleja a los demonios.

Pero el verdadero objeto del sacramental es facilitar tu comunicación con Dios. Si rezas el rosario con un rosario bendecido, lo harás con más intensidad y devoción que si lo haces con uno sin bendecir. Y no es una cuestión psicológica, no es que el saber que está bendecido te ayuda a concentrarte mejor, sino que por estar bendecido recibes la gracia de poder rezar con mayor devoción al usarlo. No es una cuestión natural, sino sobrenatural. Y lo mismo si pides resistir una tentación mientras sostienes una medalla bendecida. Recibirás más gracia, más fuerza para resistir, que si lo haces sin el sacramental. Y lo mismo si dedicas a Dios tu día mientras te santiguas con agua bendita. Luego –y en la homilía el sacerdote insistió bastante en esto– no es que el sacramental mágicamente haga algo porque sí, sino que es necesario una acción por tu parte. Si no rezas, si no te encomiendas, si no dedicas a Dios tus acciones, el sacramental no hace nada. Podríamos decir que es un amplificador que requiere de tu música para poderla amplificar y mejorar. 

En conclusión, un sacramental no es un objeto mágico que te agencias para que te pasen cosas materiales buenas, sino que es algo que quieres tener para tener una mejor vida espiritual: poder rezar mejor, resistir a las tentaciones mejor, vivir en presencia de Dios mejor. En suma, para ayudar que tus esfuerzos de acercarte más a Dios tengan más fruto. Es decir, un sacramental es todo lo contrario que un amuleto. Usamos los amuletos, para evadir responsabilidades, pues queremos que nos pasen cosas buenas por arte de magia, sin hacer nosotros nada, mientras que los sacramentales los usamos porque aceptamos la responsabilidad de querer estar más cerca de Dios, estamos dispuestos a esforzarnos más y ponernos más en sus manos para conseguirlo.

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