domingo, 31 de diciembre de 2023

Expresiones que detesto. “Que tengamos salud que es lo más importante”

Hay algunas expresiones que se usan a menudo y que detesto. La de hoy tiene muchas variantes, siendo una de las más habituales “Que tengamos salud que es lo más importante”. No es que la deteste siempre. Si me la dice un ateo, me parece de lo más natural. Pero cuando me la dice una persona de iglesia, me repatea. Suelo contestar “No. Lo más importante es estar en gracia de Dios”. Algunos dicen “Ay sí, tienes razón”, otros te miran sin entender. Pero incluso los que te dicen que tienes razón, la próxima vez repetirán “Y que tengamos salud, que es lo más importante”. Vamos, que no se creen eso de la gracia de Dios.

No es que me extrañe la expresión en este mundo tan profundamente materialista en el que vivimos. Desgraciadamente, hasta la Iglesia se ha convertido en materialista. Yo recuerdo bien la sociedad de hace 50–55 años. Comparado con entonces, vivimos muy bien. Materialmente, todos tenemos suficiente. Hasta los pobres. Pero espiritualmente, somos indigentes. Nuestras almas viven en una hambruna espantosa. Pues en las homilías se habla mucho de la pobreza material y prácticamente nada de la indigencia espiritual. Muchas veces pienso que Satanás debe estar frotándose las manos: le llegan muchísimas almas, y además, gorditas.

No me extrañaría que los que piden por salud se crean que no son materialistas, pues no piden dinero, ni riquezas. Pero el materialismo no es lo mismo que la avaricia. El materialismo es dar más importancia a lo material que a lo espiritual. Por lo tanto pedir salud en vez de dinero no es avaricioso, pero es igual de materialista.

Sólo he encontrado una persona que realmente me entendió cuando dije lo de la gracia de Dios. Me comentó que hacía un año tuvo piedras en el riñón, con complicaciones adicionales y estuvo ingresado varios días en un hospital. Resultó ser un hospital de los franciscanos y tenía en su habitación una cruz de San Francisco. Un día se dio cuenta que por muy amables que fueran los médicos y las enfermeras, el único que realmente le acompañaba era el Cristo crucificado, acompañándole en su dolor. Estaban Cristo y él juntos, ambos sufriendo. No me lo dijo con palabras, pero claramente se veía que esta experiencia le había cambiado su vida. Fue en la enfermedad y el dolor donde volvió a vivir su alma.

Yo, gracias a Dios, no he tenido que pasar por ninguna enfermedad grave. Pero he vivido años en pecado mortal y con mi alma moribunda. Caes y en el momento no te das cuenta, pero ahora que he vuelto a la gracia de Dios, aseguro que no quiero volver a caer. Por nada. Prefiero mil veces el dolor y la enfermedad. No necesitamos más hospitales y más medicamentos. Lo que necesitamos es más confesionarios.

La salud está bien, pero no es lo más importante. Lo más importante es la gracia de Dios.

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