martes, 16 de enero de 2024

Actitud de servicio

 Jeff Allen es un cómico americano que cuenta en su testimonio (en inglés), cómo gracias a Dios y a un conocido que le dirigió hacia la Biblia, pasó de una vida de adicciones e ira difícilmente contenida a una vida mucho más plena y feliz. Hacia el final (el último minuto del video) explica que la clave es convertir tu vida en una vida de servicio, tomando referencia en el servicio de la Cruz.

Pero ¿qué es una vida de servicio?¿Hay que ir a misiones?¿Basta, quizá, ser voluntario en un hospital?¿Trabajar en Cáritas? Porque si es así, mal voy, pues no hago nada de esto. Lo he intentado, pero acabo dejándolo. No me siento llamado a esto. 

Pero si reflexionamos un poco, vemos que los servicios que he descrito arriba son servicios dentro de una estructura. Voy a llamarlos servicios certificables en el sentido que alguien puede emitir un certificado de que la persona en cuestión ha realizado tal o cual servicio. El que, al hablar de servicio, a uno le venga a la mente un servicio certificable está muy relacionado con el materialismo que hay en el mundo (y, desgraciadamente, en la Iglesia) en el que se oyen expresiones del tipo “si algo no se puede medir, no existe”.  Y también está relacionado con el nefasto activismo que nos rodea, que da precedencia a la actividad, especialmente la actividad medible, sobre la meditación y la reflexión. Lo importante es no quedarse quietos, hacer algo, lo que sea.

Como en muchas otras cosas, hay precedencias que conviene tener claras para entender mejor y actuar más acorde al plan de Dios. Hay actitudes de servicio y acciones de servicio, y las actitudes tienen precedencia sobre las acciones: si tienes una actitud de servicio realizarás acciones de servicio. Pero puedes realizar acciones sin tener la actitud: puedes ser voluntario en cáritas porque tienes amigos allá y te lo pasas bien con ellos y lo del servicio es un “efecto secundario” o incluso un “mal necesario” para poder pasar un rato son tus amigos. Y lo que Dios va a mirar es tu corazón, es decir tu actitud, mucho más que tus acciones.

Además, una actitud no es algo que haces los miércoles y viernes de 4 a 7, sino es algo que haces en todas tus acciones, es parte de tu ser. Algunos son llamados a hacer cosas grande y llamativas, pero la mayoría nos hemos de conformar con cosas pequeñas y sencillas hechas con amor y ansias de perfección. Es la idea del caminito de Sta. Teresita del Niño Jesús:  camino, en el cual “nada hay que salga de lo ordinario, donde la perfección se ejerce, antes que todo, en pequeños actos de virtud sencillos y muy escondidos”.

Esta actitud de servicio la vas a tener, sobre todo, con tu familia: con tus padres, con tus hijos, con tu cónyuge. Es ir a hacerle la compra de tu madre, que ya está muy mayor y le cuesta ir cargada; es tender la ropa cuando ves a tu esposa agobiada de trabajo, aunque es algo que en el reparto de tareas del hogar le toca a ella (y seguramente te va a reñir porque no lo has hecho bien); es decirle a tu hijo que no puede jugar a videojuegos hasta que no haya sacado la basura (y otras veces sacar tú a basura aunque le toca, porque está estudiando para los exámenes); es elegir el último a la hora de comer y quedarte con el filete que los demás han dejado. Y todo esto en silencio y sin esperar agradecimiento. Si no se dan cuenta del servicio que haces, mejor.

Y esta actitud de servicio lo mantienes con tus vecinos y vas a las reuniones de la asociación de vecinos que son un rollo y no sirven para nada; o recoges ese papel que está en la acera y lo pones en la papelera; al aparcar procuras aparcar no tan cerca del otro coche que hagas difícil su maniobra de salida y no tan lejos que ocupas más calzada de la necesaria, quizá dificultando que otro aparque en el futuro.

Y en el trabajo y en el autobús y en el supermercado… 

Y no olvidemos la oración. Una de mis primera entradas fue sobre el poder de la oración.  Reza cada día por tu familia, reza un rosario por la Iglesia. Es un gran servicio que puedes hacer.

Como dice Jeff Allen, Dios nos llama a todos al servicio. A algunos los llama al servicio certificable y a hacer cosas muy visibles, pero a la mayoría nos llama por el caminito de Sta. Teresita: a hacer cosas pequeñas, de forma callada, sin reconocimiento externo, pero con mucha perfección y amor. 

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