Hace unos días leí en Crisis Magazine un artículo de Austin Ruse (autor que me gusta mucho) titulado Appealing but deadly, (Atractivo, pero mortal). En él expone que, en este mundo que es tan enemigo del Cristianismo, podemos encontrar gran consuelo en ciertas personas que defienden valores esenciales cristianos. Pero nos advierte que debemos ir con cuidado, pues junto con estos valores cristianos defienden otros que no lo son, como por ejemplo las uniones homosexuales. Ruse califica este alimento intelectual que nos ofrecen como matarratas, pues es de apariencia agradable y nos lo tragamos con gusto, sin darnos cuenta del veneno que ingerimos, y que a la larga nos matará. Lo mismo que el matarratas, que está diseñado para que las ratas se lo traguen con gusto, y que les mate luego.
Este artículo me dio que pensar. Me di cuenta que la doctrina católica no es una serie de normas, sino un todo. No puedes escoger las normas que te parecen bien y desdeñar las que no: eso es matarratas y conduce a la muerte del alma. Lo sé por experiencia. El único camino de vida es aceptar toda la doctrina: te parezca bien o te parezca anticuada, te sea fácil o te cueste. Toda. Nuestro objetivo es ser perfectos, como el padre celestial (Mt 5, 48).
Es importante distinguir entre fallar en el cumplimiento de una norma y desdeñar la norma. Todos fallamos. Eso lo sabe Dios y es parte integral del catolicismo: para eso está el sacramento de la Penitencia, por ejemplo. Desdeñar la norma es lo que lleva a la muerte. Como dice Cristo “El que se salte uno solo de los preceptos menos importantes y se lo enseñe así a los hombres será el menos importante en el reino de los cielos” (Mt 5, 9). No habla del que cae por debilidad, sino del que no cree en el precepto. Ese es el peligro.
¿Y cuáles son esos preceptos que hay que seguir? Los de la doctrina católica y que están recogidos en el catecismo (Técnicamente no es exactamente así, pero para casi todos los casos es una explicación adecuada). Esto implica que la Doctrina es algo que tenemos la obligación de estudiar. No leerse o mirar un video. Estudiar. No basta saber más o menos de qué va. Hay que saberlo con precisión. Por ejemplo, ¿qué es un sacramento? Mucho me temo que la mayoría, sobre todo los de menos de 50 años, tendrían dificultades en responder a esta pregunta más allá de algunas vaguedades. No sabrían decir “es un signo sensible, instituido por Jesucristo, para darnos la gracia” (Catecismo Nacional, primer grado) o “Un signo sensible y eficaz de la gracia, instituido por Jesucristo para santificar nuestras almas” (Catecismo Mayor de S. Pio X).
Es fácil –aunque trabajoso– estudiar los catecismos clásicos, como el de S. Pío X, los catecismos nacionales o el Astete y el Ripalda, incluso el Compendio, con su estructura de preguntas y respuestas. En cambio los catecismos modernos, como el You Cat, son vaporosos e inestudiables. Te cuentan cosas, pero sin nada a dónde agarrarte: ¿Cómo se puede estudiar una sección con el título “Una idea genial para una peli”?
La doctrina cristiana, que es “la que nos enseñó Nuestro Señor Jesucristo para enseñarnos el camino del cielo” (Cat. Nacional, 1er grado, pregunta 6), es nuestra protección contra los matarratas que nos lanza el Mundo. Es peligroso coger como referentes a las personas que están saliendo y que parece que “están de nuestra parte”, pero que no son Católicos o cristianos. Sólo Cristo puede ser nuestro referente. Cualquier cosa que se desvíe de sus enseñanzas es veneno. Y para poder diferenciar entre comida y veneno, hemos de estudiar nuestra doctrina.
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