Hace unos días fue Todos los Santos/Fieles Difuntos (me gusta considerarlos como un par indivisible). Fui al cementerio –precioso, tan lleno de flores–, recordé a mis familiares difuntos y recé por ellos, y reflexioné sobre mi propio fin. A veces he oído decir que los cristianos pensamos mucho en la muerte. Y lo dicen como si fuera algo malo. Todo lo contrario, pensar en la muerte, tener presente tu muerte, ayuda a vivir mejor y de forma más plena.
Quizá fuera casualidad, pero justo el día de Todos los Santos vi un video de una conferencia (en inglés) de Konstantin Kisin, un humorista-filósofo-bloguero de YouTube. Hacia el minuto 9 habla de Cristóbal Colón y cómo se embarcaron en un viaje hacia la muerte segura. Lo hicieron no porque fueran especialmente valientes, sino porque sabían algo que ahora hemos olvidado: toda muerte es segura. Y acaba su conferencia diciendo
Dejadme que lo repita: toda muerte es segura. No podemos elegir si vivimos o morimos. Sólo podemos elegir si vivimos antes de morir.
Esta sería la visión secular. La visión cristiana es más completa y profunda.
Un cristiano no teme a la muerte. Teme morir, que es un instinto que nos protege, pero no teme al más allá. Mejor dicho, no teme al más allá si ha vivido como Dios nos manda. Si hemos vivido muriéndonos a nosotros mismos y acercándonos a Dios, la muerte es sólo el último paso en nuestro acceso al Cielo. Es la continuación de lo que hemos estado haciendo en vida.
Por eso, vivir preparándonos para la muerte no es aterrador y paralizante. Todo lo contrario: nos da un objetivo, nos muestra el camino y nos tranquiliza. Queremos vivir una buena vida y tener una buena muerte. Curiosamente, ambas cosas son lo mismo: Si vivimos una buena vida, tendremos una buena muerte y si buscamos una buena muerte, viviremos una buena vida. Una gran libro que nos muestra esto es Preparación para la muerte de S. Alfonso María de Ligorio. Son 36 meditaciones que, preparándote para tu muerte, te llevan a una vida plena.
Debiéramos leer este libro, u otros similares como El arte de bien morir, de S. Roberto Belarmino, al menos una vez en la vida. Y completarlo con alguna devoción, como las Tres Avemarías, para pedir una buena muerte. Esto nos ayuda a vivir con una buena guía, de forma completa, y no tener miedo a la muerte cuando nos llegue la hora. (Si alguno piensa que una buena muerte se consigue con una buena sedación, le recomiendo que lea mi entrada sobre el tema: Consciente hasta la muerte).
Es iluminador ver el contraste de vivir de esta manera a la vida que llevan los que no quieren pensar en la muerte: viven muy apegados al mundo y le tienen miedo, no sólo a la muerte, sino a todo. Perder cualquier cosa –una posición, dinero, una discusión– es una tragedia. No sé si todos, pero algunos que conozco son además muy vanidosos: las apariencias ante el mundo son fundamentales, viven para ellas y el qué dirán.
Son también muy manipulables: el terror a la muerte lo marca todo y, usando este miedo, les puedes restringir la libertad, que no les importa. Lo hemos visto claramente durante el tiempo del coronavirus y lo seguimos viendo hoy. Los que mandan –gobernantes, empresas, instituciones– pueden hacer lo que quieran siempre que digan que lo hacen “por tu seguridad”. La muerte reduce tus miedos y por eso te libera. Como Séneca le dijo a Nerón: “Tu poder radica en mi miedo; ya no tengo miedo, tú ya no tienes poder”.
Los cristianos no debemos tener miedo a la muerte. Cristo mismo murió y resucitó, luego “¿Dónde está, muerte, tu victoria? ¿Dónde está, muerte, tu aguijón?” (1 Cor. 15, 55). Si hemos vivido bien, la muerte nonos asusta, sino que sabemos que es el último paso hacia la Vida Eterna. Por eso, el tener nuestra muerte presente nos ayuda a vivir bien, nos libera del miedo y nos cimienta sobre roca. En cambio, apartar la muerte de nuestros pensamientos nos apega al Mundo y nos llena de temor.
Vivimos en un tiempo en el que hay que decir estas cosas, pero no son nuevas. Como suele pasar, un poema lo explica mejor y en menos palabras, como hace Jorge Manrique en las Coplas a la Muerte de su padre:
Este mundo es el camino
para el otro, que es morada
sin pesar;
mas cumple tener buen tino
para andar esta jornada
sin errar.
Partimos cuando nascemos,
andamos cuando vivimos,
y allegamos
al tiempo que fenescemos;
así que, cuando morimos,
descansamos.
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