lunes, 4 de septiembre de 2017

Música sacra o simplemente bonita

Nota: Yo he tocado la guitarra y la flauta dulce y he cantado en coros parroquiales durante años. Lo que escribo es desde la experiencia, el entendimiento y la culpa. Hay dos excelentes entradas sobre el tema escritas por Sonia Vazquez, una organista que sabe mucho más de esto que yo: Lo profano no forma parte de la música litúrgica y Me duele el alma por la música en nuestras iglesias.


El párroco de hace un par de párrocos (nos los cambian con mucha frecuencia últimamente) nos ponía como música ambiental durante la misa música “de ascensor” y canciones folclóricas. Yo le llevé unos CD de música sacra, pero no me hizo mucho caso. Una vez que nos puso Over the rainbow del mago de Oz no pude más y fui al acabar la misa a decirle que eso era muy inadecuado. «Pero es bonita» me contestó.

De esta respuesta se deduce que para él el objetivo de poner música en la liturgia era hacernos pasar un rato agradable y entretenernos. La música litúrgica no es para eso, sino para ayudar a elevar nuestras almas hacia Dios.

La semana pasada tuvimos una celebración en la Adoración Eucarística de la que soy adorador. Había un coro acompañado de dos guitarras. Tocaron y cantaron muy bien. Otra vez música bonita. Una de las canciones era una típica balada romántica italiana. Pensé que si la tocaran en una verbena, como música “de agarrado”, encajaría perfectamente. Y entonces me di cuenta que no sólo la música, sino que también la letra encajaría perfectamente en la verbena: estaba llena de frases del estilo «Nadie te ama como yo», «Tú me llenas de gozo» «Gracias a ti me siento vivo». Decidí fijarme en la letra para ver cuántas frases chirriarían si se cantara en la hipotética verbena. Ninguna. Cierto que había un «mi Dios», pero cambiándolo por un «mi amor» ya teníamos una canción para Los 40 Principales. Repetí el estudio en la siguiente canción. Casi idéntico resultado. Esas canciones, simplemente bonitas, no eran adecuadas para una misa.

Yo era niño-joven cuando hubo la revolución de música litúrgica con los coros de jóvenes que aporreábamos guitarras (alguno había que sabía tocar bien, pero eran pocos). Cualquier melodía que nos sonaba novedosa, generalmente pop y folk americano, iba bien para ponerle letra y cantarla en misa. No preocupaba ni poco ni mucho de qué iba la canción original. El caso que más me reconcome es una canción en catalán a la que le han puesto la letra del Salmo 50, el “miserere” (Pietat oh Deu, vos que sou bó). La canción original, titulada The banks of the Ohio,  es de un hombre que pide a una mujer que se case con él y cuando ella le dice que no, la mata. Es un lamento, pero no de arrepentimiento, sino de terror: «She cried “oh Willy don't murder me, I'm not prepared for eternity!"» («Gritó “¡oh Willy, no me mates, no estoy preparada para la eternidad!»). Quizá sea cosa mía, pero cada vez que la oigo noto la perversión del asesino en la melodía. Me niego a cantarla con la letra catalana.

El objetivo de la música en la liturgia es ayudarnos a elevar nuestras almas hacia el Señor. Una balada romántica no cumple con este requisito. Una canción roquera tampoco. Incluso diría que un espiritual negro, tampoco. Al menos no en Europa.

A menudo dicen que esto es debido al Vaticano II. Yo creo que es de falta de gusto y formación tanto musical como litúrgica. En uno de los primeros coros en los que toqué, formado todo por chavalillos de 25 años o menos, teníamos libertad absoluta para tocar y cantar lo que quisiéramos. Si sabes más de media docena de acordes o te gusta cantar, y vas a misa de tanto en cuanto, ya estás capacitado para tener voz y voto en la dirección del coro. Y esto era más la norma que la excepción.

No hay solución fácil. No podemos poner una persona con buenos conocimientos de música y liturgia en cada parroquia.  Sobre todo porque no las hay. He estado meditando estos días y quisiera proponer cuatro normas, fáciles de cumplir, y que creo mejorarían la música en nuestras celebraciones:
  • Una persona que no va a misa habitualmente, no puede formar parte del coro (y mucho menos dirigirlo)
  • Si la música no ha sido compuesta explícitamente para la liturgia, tanto letra como música, no debe tocarse (esto incluye la música ambiental que se pone antes o durante la misa)
  • Si una canción no queda mejor acompañado de órgano que de guitarra, no debe tocarse (es permisible usar una guitarra si no se dispone de órgano u organista)
  • Si un gran porcentaje de la letra de la canción podría ser parte de una canción profana, no debe cantarse
¿No va a ser muy difícil encontrar música que cumpla estos criterios? No. Hay mucha música tradicional (no necesariamente gregoriana) que cumple los criterios. Por ejemplo Cantemos al amor de los amores, o el Salve, Madre. Y si alguien piensa que son anticuallas, que las oiga cantar en alguna iglesia, verá que se canta con más devoción que todas las canciones “modernas” juntas. Y si las escucha sin prejuicios verá que quizá no sean bonitas, pero son hermosas.

También se pueden cantar canciones modernas de corte tradicional, como el Anima Christi de Marco Frisina. Incluso hay canciones de los denostados 70 que se salvan, como varios salmos de Manzano (me gusta particularmente el 114: Alma mía, recobra tu calma), o alguna obra de Palazón, como el Santo o el canto de entrada Alrededor de tu mesa. Y naturalmente están todos los cantos de Taizé.

Y podemos escoger canto gregoriano, como el Regina coeli o el Pange lingua. Es más, ¿por qué no puede volver a ser parte de nuestro repertorio la maravillosa Missa de Angelis? Mi madre aún sabe cantarla.

Cualquiera de estos cantos nos elevaría hacia Dios mucho más que lo que hemos estado cantando los últimos 50 años. Que es de lo que se trata.




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