domingo, 10 de septiembre de 2017

Agua bendita

A principio de los '80 desapareció el agua bendita de las iglesias. Al menos aquí en Mallorca, aunque imagino que en otros sitios pasó lo mismo. El motivo que dieron era de higiene: los drogadictos usaban las pilas de agua bendita para limpiar sus jeringuillas. Pero más que un motivo parece una excusa, ya que a los pocos años, con la aparición de los programas de intercambio de jeringuillas, la causa desapareció, pero el agua bendita no volvió. Y perdimos todos la costumbre de purificarnos antes de entrar en el templo.

Yo creo que el motivo real de la desaparición del agua bendita es la de tantas otras cosas: la perdida el sentido de lo sagrado. Así, para muchos católicos (sacerdotes inclusive) el agua bendita ya no te ayuda a atraer la gracia de Dios y no te purifica y el tomarla y santiguarse al entrar en la iglesia se convierte para ellos en poco más que una superstición.  Y por otro lado, consideran las iglesias mismas como meros edificios, donde puede haber conciertos de música profana, o cenas, o sirve de albergue de gente incluso no cristiana (no me invento nada) y por lo tanto no ven el sentido a purificarse para entrar en ellas. 

Por suerte esta visión blasfema está en retirada (aunque no del todo: hace unos días en la Catedral de Ceuta se rindió homenaje a un dios hindú) y el agua bendita vuelve a las pilas de las entradas de las iglesias de Mallorca. Aunque aún tenemos que volver a coger la costumbre de purificarnos (yo me olvido a menudo). 

Pero el agua bendita sirve para más que para santiguarse cuando entramos en lugar sagrado. El agua bendita es agua bendecida por un sacerdote mediante un rito concreto. Es un agua sagrada. La podemos considerar una extensión del agua del bautismo, que nos hizo cristianos. Nos prepara para recibir la gracia de Dios, retrasando o eliminando los obstáculos que impiden la acción divina.  También ahuyenta al demonio.

Deberíamos volver a la costumbre de tener agua bendita en las casas. Antes se solía tener una benditera a la entrada, donde poner agua bendita y santiguarte al entrar y salir. O la tenían en una pequeña botella de agua bendita y la llevaban consigo. La benditera no la he puesto, pero sí llevo conmigo siempre mi botella de agua bendita. 

No hace milagros por sí sola (es sagrada, no mágica). La podemos considerar más bien un potenciador: ayuda a ponernos en presencia de Dios y que así nuestras oraciones sean más profundas; reduce las distracciones; favorece que nuestras acciones estén guiadas por Dios; ahuyenta el maligno protegiéndonos cuando nuestra alma está más débil (por ejemplo cuando estamos enfermos o por la noche cuando dormimos). Puedes usarla en ti, típicamente santiguándote, y también asperjar tu cama o tu casa, aunque yo prefiero hacer con ella una señal de la cruz en la puerta o en la almohada.

Compra una botella bonita, llénala de agua y llévala a tu párroco para que te la bendiga. Úsala, encomendándote a Dios,
  • al levantarte, antes de tus oraciones matutinas;
  • antes de empezar a conducir o empezar el viaje al trabajo;
  • al iniciar cualquier tarea, especialmente si es importante o delicada;
  • al orar antes de las comidas;
  • al acabar tu trabajo y volver a casa;
  • en tu examen de conciencia y oración antes de irte a dormir. 
Recuerda que el agua bendita es sagrada, no mágica: no hará nada por sí misma, pero eliminará obstáculos, amplificará tus esfuerzos y ayudará a dirigir tus acciones hacia Dios. No es de efecto inmediato (al menos en mi caso no lo ha sido). Pero si tienes fe, con el tiempo la notarás.


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