Hace unos 25 años estuve en un grupo de catequesis de mayores en mi parroquia. El vicario, que es el que llevaba al grupo, nos trajo un día a dos miembros del grupo de jóvenes para que nos contaran cosas. Lo único que recuerdo es que uno de ellos hizo alarde de no ir a misa. No pude ponerlo en palabras, pero tuve una sensación de que una persona activa en una parroquia rechazara la misa era algo que estaba profundamente mal.
Unos 15 años después, el párroco, que ya era otro, pidió en misa voluntarios para ayudar en el grupo de catequesis de confirmación que se iba a montar. Yo había tenido una experiencia de catequista y no fue nada bien y decidí no presentarme. Pero a la semana siguiente lo volvió a pedir y lo pensé y lo recé y lo medité y decidí hablar con él. Quizá motivado inconscientemente por el joven de hacía 15 años, me ofrecí voluntario para lo que necesitara, pero le expuse que si yo entendía que si uno quería ser confirmado habría que exigirle de partida que fuera a misa todos lo domingos, y que rezara y leyera la Biblia todos los días: si no hacía esto tan básico, no entendía qué es lo que podía buscar en la confirmación. Me contestó que ya le gustaría que al acabar la catequesis fueran a misa y leyeran periódicamente la Biblia. No aceptaron mi ofrecimiento (para mi alivio).
El párroco que tenemos ahora, al poco de llegar instauró la Exposición del Santísimo semanal, la misa para los padres de los catecúmenos de comunión y algunas otras cosas muy interesantes. Tenemos mucha suerte con él. Hace unos días estábamos dos hablando con él y nos explicó que le habían pedido que diera una charla a los jóvenes de un grupo conocido y había ido con muchas reticencias, pues ya había tenido experiencia con ellos. Son muy activos y sí, van a Adoración Eucarística con frecuencia, pero si les preguntas si van a misa te dicen que no. Nos hizo la reflexión de que esos chicos no sabían qué estaban adorando, que lo suyo era más idolatría.
No ha sido instantáneo, pero a raíz de esta conversación han tomado forma cosas que sabía, pero de forma nebulosa; he hecho conexiones nuevas que han dado sentido a cosas que he leído, y estoy entendiendo mejor cosas que he observado. En el fondo todo se reduce a esto: la Misa es el centro y fundamento de la vida católica, el Santo Sacrificio de la Misa es lo que da sentido a todo. Sí, ya sé, nada nuevo.
No es la primera vez que escribo de esto. Describí en su momento la esencia y estructura de la Misa, como vivir la Misa de una forma más plena y como la Misa es de Jesucristo y no nuestra. Pero a pesar de mis escritos y meditaciones, mis entendederas seguían a semioscuras. Esta conversación me ha hecho entender una cosa que no acababa de entender: el que no va a misa, o peor, el que rechaza la misa, es católico de nombre, pero no de corazón. Si rechazas la misa, rechazas el sacrificio que Jesucristo hizo para rescatar tu alma. Rechazas tu propia salvación. Y sin salvación, el cristianismo carece de sentido.
Pueden hacerse muchas disquisiciones: de que si uno va a misa, pero sólo para dejarse ver o de si este no va a misa, pero mira todo lo que hace… Creo ilustrativa una comparación de dos casos imperfectos. Por un lado tenemos la la religiosidad popular, a menudo tan denostada, pero defendida a menudo por el P. Jorge González en su blog. Van poco por la iglesia, pero no faltan en la misa del Gallo, el Miércoles de Ceniza, en Pascua, por las fiestas del pueblo y en la romería de la Virgen, de la que son muy devotos. Van poco, pero cuando van, van a la misa. Y se mantienen año tras año. Su vida religiosa es limitada, pero firmemente asentada. Por otro lado tenemos los grupos de jóvenes tan populares hace años, muy activos, pero que no iban a misa. ¿Dónde están ahora? Yo no los veo en ninguna parte. Por ejemplo, el grupo de jóvenes al que yo pertenecí: a muchos les he perdido la pista, pero de los que tengo noticias, el único que sigue fiel a la Iglesia soy yo (y eso por gracia de Dios y de la Virgen de Lourdes, que si no…). En el primer caso tenemos una religiosidad limitada, pero firme. En el otro, mucha actividad vacía, y que rápidamente desaparece.
Si no centramos nuestra vida religiosa en la Misa Jesús pasa de ser nuestro Salvador a ser un maestro; la Doctrina Católica pasa de ser un camino de elevación hacia Dios a ser una filosofía más; la Adoración Eucarística pasa de ser un acercamiento a lo divino a ser idolatría; nuestra vida pasa de estar edificada sobre piedra a estar edificada sobre arena.
Hemos de ir a Misa. Al menos todos los domingos y si podemos más, mejor. Si nos parece aburrida y sin sentido es que no la entendemos y en consecuencia, tampoco entendemos la religión católica. Y lo que toca es que nos la expliquen y no simplemente quedarnos en casa. Si puedes, busca un sacerdote que te la explique. Si no, hay libros, videos y otros recursos que te ayudarán. Pero estate seguro que si no entras por la Misa, no entrarás.
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