lunes, 25 de junio de 2018

Esencia y estructura de la misa

La Santa Misa es recrear la Pasión, Muerte y Resurrección de Jesucristo.  No es un simple recuerdo o representación, sino revivir el momento cumbre del paso de Dios sobre la tierra. No es algo que pasó hace 2000 años y ya está.  Jesucristo ordenó que se hiciera frecuentemente: “Haced esto en memoria mía”.  Y a través de su Esposa la Iglesia lo formalizó en un sacramento, la Eucaristía, y una liturgia, la Misa.

¿Por qué van tan pocos católicos a misa?  No digo meramente bautizados, sino católicos que creen en Jesucristo, que incluso son “algo” practicantes, y que no van a misa. ¿Qué cosa se puede hacer un domingo que sea más importante?

La respuesta no la tengo, pero creo que influye el que no se conozca ni la esencia, ni la estructura de la misa.  Por eso quiero explicar en esta entrada una parte: la liturgia de la Eucaristía y el rito de Comunión.  Si sabéis inglés, más que leer esta entrada (o además de leer esta entrada) recomiendo estos dos videos del Venerable Arzobispo Fulton Sheen: The meaning of mass y Mateo 25:35-40.  Dios le dio a este gran hombre el don de la predicación y lo explica mucho mejor de lo que lo pueda hacer yo.

A veces se oye decir que la misa es “la reunión de la comunidad de creyentes” o “el compartir el pan” y otras bobadas similares.  Las celebraciones protestantes puede que sean eso, pero la misa católica es infinitamente más.  Ya he dicho antes que es revivir el sacrificio de Jesucristo en la cruz.  No es un recuerdo o una representación: es un nuevo sacrificio de Jesucristo para la salvación de nuestras almas, entroncado en el sacrificio primero.  En cada misa Jesucristo vuelve a bajar a la Tierra, vuelve a morir por nosotros y vuelve a resucitar para nuestra salvación.  Como dice el Venerable Arzobispo Sheen, la misa es coger con tus propias manos la cruz, con Cristo clavado en ella, y clavarla en tu ciudad o tu pueblo.  El altar se convierte por unos minutos en el monte Calvario y tú puedes ver con los ojos de la fe cómo Jesucristo muere por ti en vivo y en directo. Esa es la esencia.

Veamos como se desarrolla esto en cada misa.  La riqueza es tremenda. Cada detalle es un tesoro.  Empecemos por la Liturgia de la Eucaristía.  Esta parte empieza tras el Credo, con el ofertorio.
  • Primero ofrecemos a Dios lo que tenemos: pan y vino.  Realmente, tampoco tenemos esto: el pan y vino nos lo ha dado Dios antes.  Fijaos que en el ofertorio damos gracias a Dios por darnos el pan y el vino.  En el fondo, ofrecemos nuestro trabajo, nuestro ser: “fruto de la Tierra y del trabajo del hombre…”.
  • Después nosotros, la Iglesia Militante (la que está en la tierra), nos unimos toda con la Iglesia Triunfante (la que está en el cielo) y con los ángeles, arcángeles y todos los coros celestiales en alabanza a Dios. Es el Santo.  Es decir la misa la celebra no sólo los que están presentes en ese momento, sino la Iglesia entera, la del Cielo y la de la Tierra.
  • Tras el Santo empieza la consagración. Primero el sacerdote invoca al Espíritu Santo: “Santifica estos dones con la efusión de tu Espíritu de manera que sean para nosotros cuerpo y sangre de Jesucristo, nuestro Señor”.  En este momento el Cielo se abre y se une con la tierra. En cierto modo el altar se convierte en un trozo del cielo. El Misal indica que hemos de arrodillarnos. Me sorprende que ante tal maravilla, tal milagro, se pueda estar en pie. La única explicación que se me ocurre es que no saben lo que está pasando en el presbiterio.
  • Jesucristo baja.  Baja realmente, no simbólicamente.  Y baja a morir otra vez en la cruz por nosotros. Primero se consagra el pan “Este es mi cuerpo”, y acto seguido Él se ofrece en sacrificio al Padre en redención de nuestros pecados: es el alzamiento de la Hostia Consagrada.  No se alza para que la veamos, sino que es el ofrecimiento de Jesucristo en sacrificio.  Esto quedaba más claro en la Misa Tridentina, donde el sacerdote y el pueblo miran ambos hacia el altar:
  • Después, se consagra el vino y se convierte en la sangre de Cristo “Esta es mi sangre” y también se alza y se ofrece en sacrificio.  Una cuestión fundamental es que el cuerpo y la sangre de Cristo no se consagran juntos.  Como en el Calvario, tras la lanzada en el costado, el Cuerpo y la Sangre de Cristo están separados: Cristo ha muerto.  Realmente muerto, aunque de forma incruenta.
  • Acaba la consagración con la aclamación solemne del pueblo: “Anunciamos tu muerte…”. Y ahora nos podemos volver a poner de pie.
  • A continuación el sacerdote recita un memorial y ofrenda (“Así, pues Padre, al celebrar ahora el memorial de la muerte y resurrección de tu Hijo…”), una segunda invocación al Espíritu (“Te pedimos humildemente que el Espíritu Santo congregue en la unidad…”), plegarias de intercesión por el Papa, el obispo, los difuntos y nosotros y acaba con la aclamación final de alabanza (“Por Cristo con Él y en Él…”) a la que el pueblo responde “Amén”.  Aquí acaba la liturgia de la Eucaristía y empieza el Rito de Comunión.
  • Este rito empieza con nuestra preparación para recibir a Cristo: recitamos el Padre Nuestro y nos ponemos en paz con nuestros hermanos.
  • Después se fracciona el pan mientras entonamos el Cordero de Dios.  Y aquí un detalle muy importante que pasa inadvertido: el Sacerdote coge un trozo del Cuerpo de Cristo y lo añade al cáliz, uniéndolo con la Sangre de Cristo.  El Cuerpo y la Sangre vuelven a estar unidos.  Entiendo que esto simboliza la Resurrección de Cristo: lo que nosotros comemos es el Cuerpo y Sangre de Cristo Resucitado.
  • Tras el Cordero de Dios el sacerdote nos muestra este Cuerpo y Sangre de Cristo (“Este es el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo”).  En esta ocasión sí que se levanta el Cuerpo y la Sangre  para que la veamos (otra vez, en la misa tridentina queda más claro: el sacerdote se vuelve al pueblo y levanta la hostia y el cáliz). Respondemos declarándonos indignos de recibir tan gran don de Dios (“Señor, no soy digno…”).  Según el Misal Romano, cuando el sacerdote nos muestra a Cristo nos deberíamos arrodillar y permanecer arrodillados hasta levantarnos para comulgar, pero los obispos pueden dispensar de este gesto en su diócesis.  He oído de algunos obispos en USA que han retirado la dispensa y requieren que los fieles se arrodillen otra vez para así aumentar la devoción a la Eucaristía.  Yo me arrodillo y recomiendo a todos hacerlo.
  • Y ya nos levantamos y vamos a recibir el Cuerpo y Sangre de Cristo.  En cualquiera de las dos especies está Cristo entero en Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad (recordad, en el Cordero de Dios se ha unido el Cuerpo con la Sangre).  Según el Misal Romano, nos deberíamos arrodillar y recibir la Sagrada Comunión en la boca.  Pero, otra vez, el obispo puede promulgar una dispensa y permitir que los fieles lo reciban de pie y si quieren en la mano.
  • Y tras la comunión volvemos a nuestro bancos para en silencio reflexionar en este momento tan especial en el que tenemos en nosotros a Dios mismo.
Todo esto lo he ido aprendiendo un poquito aquí, leyendo un libro allá, yendo a una conferencia acullá… No me lo han explicado en mi parroquia. No entiendo por qué esto no es parte fundamental de la catequesis tanto infantil, como de jóvenes y de adultos. Al menos yo lo veo como esencial y ha cambiado mi forma de estar en misa, vivir la misa y aprovechar la misa.

Y espero que a vosotros también os ayude.


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