lunes, 14 de marzo de 2022

La Doctrina como guía: el caso de la controversia de las oraciones de petición

Ha habido recientemente (febrero-marzo de 2022) una polémica en las redes religiosas digitales. El Obispo de Huelva, Monseñor Gómez Sierra, había pedido “a sus presbíteros, a sus consagrados y a todos sus fieles que recen a Dios para que envíe la lluvia”. A raíz de esto, D. Pedro Castelao, profesor de teología de la Universidad Pontificia de Comillas, escribió un artículo titulado Ad petendam pluviam, pedir a Dios que envíe la lluvia supone culparlo de la sequía en el que mostraba su desacuerdo con esta petición de lluvia y con las oraciones de petición en general, a menos que fuera para un cambio interior del orante. Contestó a este artículo D. Bruno Moreno, con uno titulado ¿Teología del siglo XXI o rogativas para pedir la lluvia? en el cuál defendía que las oraciones de petición han sido parte importante de la vida de la Iglesia desde siempre. D. Pedro se sintió ofendido por el tono del artículo de D. Bruno y escribió una respuesta titulada En legítima defensa: Pedro Castelao ante el ataque personal del sr. Moreno en Infocatólica. Respondió a su vez D. Bruno con Retractación y respuesta a D. Pedro Castelao. Intervino entonces D. Xabier Pikaza en defensa de D. Pedro con su Parábola de la lluvia y el puente (sobre la oración de petición) y este articulo recibió la respuesta de D. Bruno con Pikaza, puentes y peticiones

No es mi intención entrar en esta polémica: creo que ambas partes han argumentado sus posturas y no tengo nada que añadir. Pero hay algo que me llamó la atención. Al final de su segundo artículo D. Pedro escribió:

Estoy seguro de que no alcanzaremos un acuerdo en nuestros puntos de vista a la hora de concebir la acción de Dios en el mundo. Manejamos claves teológicas diferentes, aunque compartimos la misma fe. En el plano de la teología es legítima y hasta sana la discrepancia serena y la discusión honesta.

a lo que D. Bruno respondió (énfasis en el original):

[…] tengo que decir que no estoy de acuerdo. Sintiéndolo mucho, no reconozco mi fe en lo que cree D. Pedro. Me encantaría que fueran diferencias teológicas, pero no lo son. Es una fe completamente distinta.

Y abundó en el mismo tema en su respuesta a Don Xabier:

[D. Xabier] es un señor simpático y amable, sin embargo, que perdió la fe católica hace muchos años y aún no se ha dado cuenta de ello, el pobre. Algo frecuente en una época en la que la mayoría piensa que “fe” es sinónimo de “lo que se me ocurra, siempre que lo sienta muy, muy dentro”. 

y un poco más adelante (énfasis en el original):

En cualquier caso, lo que no se puede negar es que se trata de religiones completamente distintas. Es evidente que son diferentes, incompatibles y, a menudo, opuestas. Y por supuesto, esos artículos no se escriben contra mi religión por ser la mía, porque yo no soy nadie: lo que se rechaza es la fe católica, la fe revelada que custodia la Iglesia, la fe de dos mil años (y más aún contando el Antiguo Testamento), la fe transmitida a los santos de una vez para siempre. 

Esto entronca con mi entrada anterior, La doctrina, la metaherejía y la muerte de Dios y es aquí donde quiero detenerme. ¿Puede alguien reflexionar y razonar de buena fe, pero a pesar de eso apartarse de la Iglesia Católica? 

Dije en mi entrada anterior que la Doctrina de la Iglesia se basa en las Escrituras, la Tradición y el Magisterio de la Iglesia. Esto es radicalmente diferente de lo que pasa en el Protestantismo, donde sólo se reconoce la Escritura y se defiende que cada uno debe hacer sus propias interpretaciones y, en cierto modo, crearse su propia doctrina. En la práctica, cada denominación protestante tiene su propia doctrina, pero si eres luterano y no te gusta lo que te están diciendo, te pasa a los Baptistas. Y si estos tampoco te gustan, pues a los Metodistas o a los Episcopalianos. Tienes más de 40.000 denominaciones de dónde elegir. Y si no te gusta ninguna, te creas una nueva, la tuya propia. El Catolicismo es universal (eso es lo que significa “católico”) en el sentido en que todos creemos lo mismo: la Doctrina de la Iglesia Católica.

Hace unos años creé un método de meditación de las Escrituras. Cuando se lo comenté a mi director espiritual se puso muy serio y me dijo que para meditar en las Escrituras lo que debía hacer es leer lo que habían escrito los Padres de la Iglesia. En particular me recomendó las reflexiones de S. Juan Crisóstomo y de S. Agustín y la Catena Aurea de Sto. Tomás de Aquino. No es que mi director espiritual opinara que yo no debía pensar por mi cuenta sino que yo no tengo ni el conocimiento ni la santidad necesarias para reflexionar sin ayuda sobre las escrituras sin claro peligro de desviarme o dispersarme. Necesito la guía de los escritos de los Doctores de la Iglesia y los grandes santos para que mi reflexión sea profundización y no desvío.

Y lo mismo con cualquier otro tema. Está bien que piense por mi cuenta, pero si quiero profundizar hacia Dios y no desviarme hacia mi interior, mis gustos y preferencias, necesito la guía de la Doctrina. Repito, no es que sea una máquina que no piensa y sólo regurgita lo que dicen otros, sino que mis reflexiones van guiadas por la Doctrina. Y además, ¿no es mejor si ante una cuestión repito lo que dice S. Agustín, Sto. Tomás o Sta. Teresa que si suelto mis pobres y poco santas ocurrencias?

En suma, ¿se puede reflexionar de buena fe y desviarse de la Iglesia, y por tanto de Cristo mismo? Sí, especialmente si no te guías de la Doctrina. Y si lo pensamos, todas la herejías han surgido así: de profundas y honestas reflexiones de buena fe, pero centradas en uno mismo, en tus propios gustos y apetencias. Basta mirar hacia Alemania. 

Los intelectuales solemos enamorarnos de nuestras teorías: nos han costado mucho esfuerzo y las consideramos más bonitas que nada. Además, encajan muy bien con nuestra forma de ser y de pensar. No es necesario más que un poquito de vanidad y soberbia –y normalmente tenemos de ambas cosas en abundancia– para no renunciar a mis ocurrencias ni por Cristo. Como contraposición, ha habido muchos grandes santos que han sido reprendidos por la Iglesia y que humildemente han aceptado la reprensión y se han retractado de las ideas que la Iglesia consideraba erróneas. Sta. Teresa, sin ir más lejos. Y ella es Doctora de la Iglesia. 

Volvamos al caso de las oraciones de petición. Suponemos buena fe por parte de todos los involucrados. Si todos fueran fieles a la Doctrina (Escrituras, Tradición y Magisterio, las tres cosas) podría haber diferencias de matiz, pero no diferencias tan grandes que llevara a uno a declarar que pertenecen a religiones distintas. Luego tenemos dos posibles casos: que un lado se base en la Doctrina y el otro en sus ocurrencias o que ambos se basen en sus ocurrencias. En el primer caso el que es fiel a la Doctrina tiene que tener razón y el otro tiene que estar equivocado. En el segundo podrían estar ambos equivocados, aunque me merecería menos confianza el que acusa de no ser católico: parece estar viendo la mota en el ojo ajeno y no la viga en el propio. Dejo como ejercicio al lector releer los artículos y determinar cuál es la situación en esta controversia.

Pero lo importante es darnos cuenta que la Doctrina de la Iglesia Católica no es una soga que nos tiene atados y no nos permite pensar, sino una guía que nos protege del error y nos ayuda a profundizar en las enseñanzas de Cristo. Y seguir esta guía no nos hace estúpidos, cobardes o aburridos. Yo soy de la opinión de Chesterton: lo fácil, lo cobarde y lo aburrido es seguir tus propias ocurrencias. Para ser ortodoxo se necesita imaginación, determinación y valor.


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