El Padre Stuart Long, conocido como Padre Stu, fue un sacerdote en la pequeña diócesis de Helena, en el norte de Estados Unidos. Creció ateo, fue boxeador e intentó ser actor, se convirtió al Catolicismo tras un grave accidente de moto y decidió hacerse sacerdote. Ya en el seminario le detectaron una enfermedad muscular degenerativa y estuvieron a punto de no dejarle ordenarse debido a ello. Pero luchó por su vocación y consiguió ordenarse en 2007. Vivió heroicamente su enfermedad y murió debido a ella en 2014. Nadie fuera de su diócesis había oído hablar de él hasta hace poco, en que Mark Wahlberg decidió hacer una película sobre su vida llamada Father Stu. La película se estrena en Estados Unidos esta Semana Santa y hace poco sacaron el tráiler.
Hay una frase en el tráiler (min 3:10) que se me quedó grabada: “No debieras rezar para tener una vida fácil, sino para tener la fortaleza de resistir una difícil” (You shouldn't pray for an easy life, but the strength to endure a difficult one).
A todos nos gusta la vida fácil, pero el cristianismo no es eso. Jesucristo no tuvo una vida fácil. Los santos no han tenido vidas fáciles. Alguno han tenido –o han buscado– una vida de pobreza y privaciones, otros han sufrido incomprensión y persecuciones, a veces incluso de familiares. Otros, han sufrido el martirio. Cristo mismo dijo que para seguirle debemos tomar nuestras cruces. No podemos seguirle sin sufrimiento. La vida fácil es una tentación, pero no es el camino que nos llevará a la salvación.
Pero esto mismo que nos aplicamos a nosotros debe aplicarse a la Iglesia. En estos momentos de templos vacíos, falta de vocaciones, escándalos de personas individuales y de conferencias episcopales enteras, de enseñanzas confusas, añoramos los tiempos en el que teníamos los templos llenos, muchos y buenos sacerdotes, doctrina clara. Y también el que la Iglesia fuera un referente de la sociedad. Pero quizá eso no es bueno, quizá tampoco la Iglesia debe buscar una vida fácil. Quizá es la vida fácil la que ha traído la Iglesia a este punto.
Porque, ¿cuándo ha tenido la Iglesia una vida fácil? En los primeros tres siglos sufrió persecuciones con miles de mártires. Después vino la herejía del arrianismo, entre otras, que dividió la Iglesia en dos. Poco después hubo los encontronazos de las Iglesias de Oriente y Occidente que acabó con el Gran Cisma de Oriente en el 1014. No muchos años después las cosas se pusieron difíciles en Roma, con la intromisión de los nobles locales y en 1309 el papado se movió a Aviñón, acabando con el Cisma de Occidente, con dos papas paralelos, en Avignon y Roma. El Cisma acabó en 1417, y el siglo siguiente sufrimos la Revuelta Protestante. Y más recientemente las persecuciones en la Revolución Francesa, en el Comunismo, en nuestra Guerra Civil Española. Pocos años de paz ha tenido la Iglesia.
Añoro los años de mi niñez y juventud, con los templos llenos, vocaciones, entusiasmo y devoción por parte de todos. Pero también pienso que, con lo rápido que ha ha desaparecido todo, debía ser producto de una fe superficial y sin raíces. La gente iba a misa porque era lo que se hacía y ahora no va por idéntica sinrazón. Ahora los tiempos son difíciles, pero quizá nuestra fe sea más auténtica. Y una fe auténtica, a la larga, dará mejores frutos.
No es agradable vivir en estos tiempos difíciles. Pero no estamos aquí de casualidad. Austin Ruse, presidente del Instituto de la Familia Católica y Derechos Humanos (C-FAM), y que suele escribir en Crisis Magazine, más de una vez ha escrito que nosotros hemos sido escogidos por Dios para vivir en estos tiempos. Dios nos ha creado y nos ha dado los talentos necesarios para empujar la Iglesia en estos momentos difíciles. A algunos les pedirá actos públicos y quizá hasta heroicos. A otros nos pide cosas más anónimas: oración, mortificación y sacrificio, mantener los templos abiertos, animar (ya veces corregir) a nuestros sacerdotes y obispos, no claudicar ante los embates del Mundo, sostener a nuestras familias en la fe.
Dios nos ha colocado en estos tiempos difíciles. Como pide el Padre Stu, no debemos pedir tiempos fáciles, sino la fuerza necesaria para afrontar estos tiempos, que son difíciles, pero que podemos hacer gloriosos.
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