Hoy es Viernes Santo, día de la Pasión y Muerte de Nuestro Señor Jesucristo. La Iglesia enseña y los santos nos cuentan que nadie ha sufrido tanto como sufrió Cristo. Y yo he tenido muchos problemas con esa afirmación. Crucificados ha habido miles antes de Cristo y después de Él. Incluso, a la vez de Cristo crucificaron a dos ladrones. Y a ellos les quebraron las piernas y les dejaron morir así, mientras a Cristo “sólo” le atravesaron el corazón con una lanza. Y ha habido miles de torturados, con torturas refinadamente crueles, tanto mentales como físicas, que pueden durar días o meses. Mirado objetivamente, la Pasión de Cristo no parece peor que muchas otras. ¿Por qué dicen que sufrió más que nadie?
Hace unos días, en el Catecismo para Adultos del P. Leonardo Castellani, leí que había tres misterios en la Redención, el segundo de los cuales era “la inmensidad de los dolores de la Pasión de Cristo”. Esa frase me consoló: mis dudas y objeciones no implican una falta mía pues el por qué la Pasión implicó tanto sufrimiento es un misterio. Yo llevo ya algunos años dando vueltas a este asunto y voy a escribir en esta entrada mis reflexiones, por si ayudan a alguien.
Para empezar, voy a distinguir entre dolor y sufrimiento. Voy a definir dolor como algo puramente fisiológico: si te pinchan, te duele y eso es algo común yo diría a todo ser vivo: hasta un protozoo se aleja de los estímulos que le resultan molestos. En cambio el sufrimiento es algo específicamente humano, pues interviene la mente. El ser consciente del dolor, de por qué lo sentimos, de si durará más o menos, puede amplificarlo o atenuarlo. Si nos dan una bofetada, nos duele y sufrimos. Pero si nos dan una bofetada injusta, nos duele igual, pero sufrimos más. Si sabemos que un dolor es necesario para nuestra salud, por ejemplo si nos limpian una herida con alcohol, sufrimos menos que si sabemos que es parte de una enfermedad de resultado incierto. Con esta distinción, podemos decir que el dolor de la Pasión de Cristo fue similar al de cualquier otro, pero que su sufrimiento fue inconmensurablemente mayor.
Esta distinción entre dolor y sufrimiento nos da un camino de salida al problema. Pero, ¿por qué sufrió más que otros crucificados? Hay dos motivos. Uno lo leí en una meditación de S. John Henry Newman. Como el alma de Cristo, y por lo tanto su mente, es tan superior al nuestro, su capacidad de entender el motivo y alcance de su dolor es también enormemente superior, y de ahí que ante el mismo dolor, su sufrimiento es muy superior al que hubiéramos tenido nosotros. He oído a alguno comentar que porque Cristo era Dios, debió sufrir menos. El argumento de S. John Henry Newman es el contrario: precisamente por ser Dios, sufrió mucho más.
El segundo motivo lo argumenta el Venerable Fulton Sheen en su obra Vida de Cristo. Cristo, en su Pasión, tomó sobre sí todos nuestros pecados. Nuestros pecados nos hacen sufrir, aunque a veces no lo notemos, y Él tomó sobre sí todo ese sufrimiento en su Pasión. Lo hizo en Getsemaní, y por eso en la Oración del Huerto tuvo sufrimientos de muerte: sufrió tanto o más que en la Cruz. En un retiro de cuaresma, el sacerdote nos dijo esto mismo de otra manera: en el Huerto, Jesús tomó sobre sí toda la ira del Padre ante el pecado del mundo.
Y es importante notar que no es el pecado cometido hasta entonces o el pecado presente en el mundo en ese momento sino todo el pecado de todos los tiempos. Dios vive fuera del tiempo y nuestros pecados de ahora son tan presentes para Él como los de Sodoma y Gomorra. S. Juan Mª Vianney lo decía: que cada pecado que cometes aumenta los sufrimientos de Cristo en su Pasión. Y cada pecado que no cometes, se lo reduce. Cómo llevo mi vida, la mía, aquí y hoy, aumenta o reduce los sufrimientos de Cristo en la Cruz.
A pesar de mis reflexiones, sigo sin asimilar cómo Cristo pudo sufrir tanto, cómo su sufrimiento pudo ser mucho mayor que el de cualquier otro torturado o crucificado. Y como es un misterio, nunca lo voy a entender por mí mismo. Pero o importa: acepto que Dios sufrió por mí, que mis males aumentan su sufrimiento y mis bondades se lo atenúan. Ahora es cuestión de actuar en consecuencia.
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