viernes, 12 de julio de 2019

Leyendo la Biblia con humildad

La falta de humildad es uno de mis problemas de siempre, un best seller en mis confesiones. Una de las veces mi confesor me citó a Sta. Teresa: humildad es andar en verdad. En esos momentos no entendí mucho lo que me quería decir mi confesor, pero con el tiempo me he dado cuenta de la sabiduría de la santa: el que no es humilde intenta que la verdad se ajuste a él, mientras que el humilde ajusta su ser a la verdad. Y no olvidemos que Jesús es la Verdad.

Ayer me di cuenta de una instancia más de esta unidad de la humildad y la verdad. Fue al leer el Evangelio del día y la reflexión que la acompañaba. Me pareció que el que escribió la reflexión se esforzaba para hacer que la Lectura se ajustara a sus ideas. El primer sentimiento que te viene es de superioridad: «Yo sé leer la Biblia, y no como este, que se ve claramente de qué pie cojea». Por suerte, el Espíritu me iluminó y me di cuenta que si el que escribió la reflexión, mucho más sabio y preparado que yo, cojeaba de un pie, yo debía cojear de los dos. Seguro que también leo de la Biblia lo que quiero. Y como para remachar la idea, el Espíritu me empujó a leer por la tarde Las Confesiones de S. Agustín (libro X, cap. 26): «Y el buen siervo tuyo es aquel que no se empeña en oírte decir lo que a él le gustaría, sino que está sinceramente dispuesto a oír lo que tú le digas».

Demasiadas veces leo la Biblia con soberbia, extrayendo sólo aquellas enseñanzas con las que estoy de acuerdo y desechando, como con la reflexión de ayer, aquellas que no me gustan. Tengo que acostumbrarme a hacer una breve oración antes de empezar, pidiendo al Señor la humildad necesaria para oír lo que Él me quiere decir y no leer lo que a mí me gustaría que pusiera.

Y también a escuchar con más atención las homilías y reflexiones de los otros, especialmente los que no están de acuerdo conmigo. Esto no quiere decir que debo aceptar cualquier cosa que digan, pero al menos debo estudiarlo con humildad y rigor y no desecharlo de primeras.

Es difícil ser humilde.


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