Por recomendación de mi director espiritual, cada noche leo un fragmento de De la imitación de Cristo (y menosprecio del mundo) de Tomás de Kempis) (normalmente conocido como “el Kempis”). Este libro, de principios del S. XV es un pozo de sabiduría que ha instruido a santos y a fieles durante 500 años.
Ya desde el subtítulo queda claro que uno de los temas principales es que el mundo no es bueno para el alma y que tenemos que apartarnos de él. Y nosotros tenemos raíces en el mundo y por lo tanto estamos llenos de vanidad y de flaqueza, que no hay mérito alguno que podamos aducir para nuestra salvación, sino que sólo en Cristo podemos hacer algo. Y si lo hacemos, realmente el mérito no es nuestro, sino de Dios. Y yo sé que todo esto es cierto, pero si te pones a reflexionar sobre ello, no es difícil llegar a la conclusión que, si total haga lo que haga no tengo mérito, para qué hacer nada. Como en mi pequeñez no puedo aportar nada, pues no hay por qué esforzarse. Esta conclusión es obviamente falsa. ¿Dónde está mi error?
Un día, supongo que por no tener mi mente tan cerrada como de costumbre, recibí el poquito de iluminación que me ayudó a conectarlo con lo que ya sabía (véase Qué es (y no es) el éxito para un cristiano): mi mérito, mi único mérito, es la obediencia. Buscar en todo momento qué es lo que el Señor quiere de mí, e intentar hacerlo, ese es un mérito que es mío. Las consecuencias ya no son mérito mío sino de Dios. Por ejemplo, si Dios me pide rezar por un enfermo y lo hago, eso es mérito mío; pero si a consecuencia de mi oración sana, no lo es, sino que es mérito de Dios. O si veo a alguien en mala situación, noto que Dios me pide que le ayude, y lo hago, eso es mérito mío. Si por mi ayuda el hombre sale de su mala situación, eso ya no lo es.
Si uno se queda en la superficie de lo que he dicho, puede llevarse a engaño, creyendo que con un rápido Avemaría por un enfermo ya he cumplido. No. Cumplo cuando obedezco a todo lo que Dios me pide. Si es sólo un Avemaría, perfecto. Pero si es una oración y visitar al enfermo y consolar a la familia y… entonces el Avemaría no basta. No es hacer esto o aquello, sino estar atento y obedecer siempre. Y cuanto más haces, descubres que más te pide (y más gracia te da para ayudarte).
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