Hace unos días leí en Hispanidad una noticia sobre una entrevista con el jefe de Cáritas España. El meollo era que Manuel Bretón, el jefe de Cáritas, en una larga entrevista de dos páginas enteras, no menciona a Cristo ni una vez. Ni una sola. De inflación, sí habla, pero de Cristo, no. Para mostrar que no es un descuido, el periodista recuerda el caso del vicario de Cáritas en Madrid que dimitió porque no se le permitió poner un crucifijo en los locales. En Cáritas no es que no se esfuercen en hablar de Cristo, que ya es malo, es que se esfuerzan en no hablar de Él.
El domingo que viene es el día de Nuestra Señora del Carmen. Es la titular de mi parroquia y la misa del sábado será solemne y habrá una ofrenda a la Virgen. Tradicionalmente era una ofrenda de flores, pero desde hace unos años se ha convertido en una ofrenda de alimentos para Cáritas. Aprovechar estos actos multitudinarios para recoger alimentos está bien, pero no es eso. En la misa del domingo pasado el párroco insistió varias veces que no eran flores que había que traer, sino alimentos. No es que no se esfuerce en que los fieles devotos traigamos flores a la Virgen, es que se esfuerza en que no las traigamos.
Cada mañana me siento en un banco en un paseo que tengo al lado de casa y rezo el rosario. Tengo un cartel indicando que si alguien quiere que rece por algo, que me lo diga, y otro con rosarios para regalar. Anteayer un señor que ya había pasado alguna vez y ya nos habíamos saludado, se sentó en el banco para hablar. Le ofrecí un rosario. Me agradeció el ofrecimiento pero me dijo que era evangélico. Estuvimos hablando un buen rato. Le gustaba hablar de Cristo, de cómo afecta nuestras vidas, de la Biblia, de cómo el Espíritu Santo nos habla, de la salvación eterna. Me comentó que su misión era hablar de Cristo a los sin hogar y que eso le encantaba.
En un momento dado me di cuenta –con vergüenza y dolor– que este hombre tenía mucho más fácil vivir cerca de Dios en su comunidad evangélica que en la Iglesia católica. Y más adelante me comentó que había sido católico pero que se había convertido a evangélico. Necesitamos que se nos hable de Cristo, de nuestras almas, de los novísimos, del pecado y nuestra salvación, del Espíritu que nos insufla de vida. Y en cambio nos hablan de inflación, de los pobres, de los inmigrantes, de igualdad, de ecología… De lo mismo que ya estamos hartos de oír en cada telediario. No es que no se esfuercen en hablarnos de las cosas del alma, es que a veces parece que se esfuerzan en no hablar de ellas. Y claro, algunos se van a una comunidad evangélica mientras que otros, simplemente, se quedan en casa.
La Iglesia se ha vuelto materialista. Porque materialismo no es desear acumular riquezas, sino dar más importancia a lo material que a lo espiritual. En Cáritas no se habla de Dios. En vez de elevar nuestra alma regalando bellas flores a la Virgen, nos centramos en los cuerpos y traemos útiles macarrones. Que les damos a los pobres sin hablarles de Cristo, como si eso bastara. Nos preocupa mucho la poca pobreza material que vivimos, mientras que no nos preocupa nada la horrorosa indigencia espiritual de nuestra sociedad. Que al Mundo no le importen las almas no me extraña: no cree en ellas. Pero que en la Iglesia nos ocupemos más de llenar los estómagos que las muchas almas vacías y moribundas, espanta. A veces pienso que el Diablo estará encantado con nosotros: se le llena el infierno de gente, y además, llegan gorditos.
Naturalmente que hay que ocuparse de dar de comer al hambriento y acoger al peregrino: es una orden de Cristo mismo. Y orgulloso estoy de que ninguna institución haya hecho lo que ha hecho por los pobres la Iglesia Católica. Pero hay que hacerlo centrando nuestra mirada en Dios. Si nos centramos en Dios, ÉL nos llevará a nuestros hermanos. Ya dice S. Juan que si alguno dice que ama a Dios a quien no ve y aborrece a su hermano, al que ve, es un mentiroso (1Jn 4, 20). Pero si nos centramos en los hermanos, no necesariamente nos llevarán a Dios. Lo dice S. Pablo y muchos otros santos. O basta mirar a nuestro alrededor y ver enemigos de Dios que viven muy pendientes de los demás y que con generosa entrega acompañan a las mujeres a los abortorios y a los enfermos y ancianos a que los eutanasíen. Y no pocos de ellos se creen cristianos.
Los bienes espirituales son superiores a los materiales. El alma es superior al cuerpo. Esto era un principio básico conocido por la Iglesia desde el principio (Mt 10, 28), pero que se no ha ido olvidando. Ya el papa León XIII advertía contra este cambio de visión que venía con el modernismo. Pero pocos han hecho caso a esta advertencia y el materialismo en la Iglesia parece que va creciendo.
Y eso es muy duro: te pesa el materialismo enorme del Mundo en el que vives y vas a la Iglesia buscando respiro. Pero encuentras más de lo mismo. Mi amigo el evangélico se fue. Yo me quedo, pero es difícil. Muchas noches rezo a Cristo pidiendo ayuda, pues me siento como oveja sin pastor.
Pero bueno, me ha escogido para vivir en estos tiempos. Con su ayuda, aguantaremos. Y Él nunca falla.
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