Hace un par de semanas me encontré en el supermercado con una señora que hacía mucho que no veía. La solía ver en misa, pero me dijo que ahora ya no va porque tiene miedo de contagiarse de Covid. Pocos días después la Congregación para el Culto Sagrado y la Disciplina de los Sacramentos sacaba una nota en la que indicaba que los obispos se prepararan para la Semana Santa usando la experiencia que habían adquirido durante los dos últimos años, teniendo en cuenta las normas de las autoridades civiles y invitando “a todos a la prudencia, evitando gestos y comportamientos que podrían conllevar riesgos”.
El contenido de la nota, sobre todo al leerla a los pocos días de la conversación del supermercado, me resultó chocante. ¿Acaso no les preocupa el caso de esta mujer y de tantos otros que han dejado de ir a misa y atender a los sacramentos tras los cierres de templos y las demás restricciones que nos han impuesto? Claro que les preocupa, pero es una cuestión de prioridades.
Todos tenemos muchas cosas que nos interesan y a las que nos gustaría dedicarle tiempo y esfuerzo, pero somos limitados y acabamos haciendo aquellas a las que asignamos mayor prioridad. Es lógico y razonable que esto sea así. ¿Y a cuántas cosas podemos dedicar nuestra atención? A media docena, más o menos, las que podemos hacer bien. Las demás no es que no nos interesen, simplemente, si cogemos más cosas, las vamos a hacer a medias, de mala manera, y eso no es bueno para nadie.
¿Cuáles son las prioridades de la Congregación para el Culto Sagrado y la Disciplina de los Sacramentos? Primero de todo, hace dos años hubo una emergencia y nadie sabía bien qué hacer. No podemos sacar conclusiones con las decisiones tomadas entonces. Pero esta nota ha sido redactada ahora, cuando hemos visto las consecuencias de las decisiones tomadas y sabemos mucho mejor cuál es la situación sanitaria y política. ¿Qué podemos deducir de la nota?
Lo primero que noto es que no se hace crítica alguna de las acciones tomadas por el Vaticano y las Conferencias Episcopales. Casi parece como que se aprueban estas decisiones: el cierre de los templos, las restricciones de acceso a los sacramentos y todas las demás normas que ahora sabemos han creado miedo y alejado a tantos de la Iglesia. Lo segundo, que se ponen en una situación de dependencia del poder político. Naturalmente no han de promover la desobediencia, pero hemos visto en estos dos años que los estados occidentales son enemigos de la Iglesia imponiendo restricciones al culto que no han puesto a otros actos. Basta ver el diferente trato a manifestaciones y procesiones. No hemos de ser serviles ante el enemigo. Y finalmente me chirría la frase que invita a la prudencia y a evitar riesgos. Esta actitud ha causado graves daños. Un ejemplo quizá tonto: cuando llega la gente a misa se saluda, se da la mano, incluso se abraza, pero en el momento de dar la paz, sólo una inclinación de cabeza y a distancia. Cuando yo les ofrezco la mano se me quedan mirando con una mezcla de consternación y asombro. Me han dado un abrazo hace media hora ¿y ahora no quieren mi mano? Y lo mismo en el momento de la Comunión o con el agua bendita. Han conseguido un miedo no ante el contacto entre personas, sino ante el contacto dentro de las celebraciones litúrgicas. Nos han metido en la cabeza de forma subliminal que los templos y las misas son especialmente peligrosas. De ahí la señora que no tiene miedo de ir al supermercado, pero sí de ir a misa.
¿A qué conclusión llego? Que la primera prioridad de la Congregación para el Culto Sagrado y la Disciplina de los Sacramentos es que las autoridades temporales no puedan culparlas de crear un “peligro sanitario”. Esta prioridad a protegerme y que no echen la culpa de algo no es exclusivo de la Iglesia. Por ejemplo es claramente visible en la Universidad, que se ha preocupado más de seguir los protocolos que de educar a los alumnos. Pero si en este caso es triste, en el de la Iglesia es mucho peor, porque la primera prioridad de la Iglesia es salvar las almas y la salvación de las almas es una cuestión infinitamente más importante que una educación algo mejor o peor. Además, es un mandato divino. Esta nota ha sido creada por burócratas y administradores y no por pastores. Yo me he sentido desolado y abandonado por la Iglesia en estos dos años y esta nota aumenta esta sensación.
Hay otra explicación: que crean, contraviniendo la Doctrina de la Iglesia y lo que nos enseñan los santos, que la Santa Misa y los sacramentos no son importantes, sino una mera conveniencia. Que nos podemos salvar perfectamente sin acceso a ellos. Si es así, no siento desolación, sino pavor.
Estamos en una época en el que de Roma no nos llegan certezas, sino confusión. Sus prioridades parecen más alineadas con las necesidades del Mundo que con las del Reino. Por suerte, la salvación de nuestras almas no depende de las notas del Vaticano. Si Roma te confunde céntrate en las Escrituras, en el Catecismo, en los Sacramentos, en las vidas de los santos. Tu sentido común y sentido eclesial te guiarán.
No hay comentarios:
Publicar un comentario