Y lo mismo que podemos decir de la arquitectura lo podemos decir de, por ejemplo, el vestir. ¿Qué es lo que más se ve? Gente vestida con camisetas y vaqueros. Incluso en lugares y momentos en que la imagen es importante. Si ves fotos de actos de los años 20 o 30, ves hombres y mujeres cuidadosos en su vestir. Hoy alguno hay, pero pocos. Hace unos días en una cena escuchaba a la suegra de mi hermana, modista e hija de modista, que comentaba que le era muy difícil ir a comprar ropa, pues, incluso en tiendas buenas, todo era tan feo y mal hecho.
No hablemos de pintura y escultura. Hoy el artista busca que su obra sea innovadora, perturbadora, iconoclasta, pero no bella. Quizá sea porque es mucho más fácil crear una obra diferente o insultante que una obra bella, pero creo que es algo más profundo que eso.
No es que antes todo fuera bello. Seguramente se crearon muchos bodrios que han sido misericordiosamente borrados. Y tampoco es que antes no se buscara ser diferente e impactante. Por ejemplo Beethoven y Van Gogh fueron ambas cosas. La diferencia es que ahora apenas se hace nada que sea bello. Mira los edificios de tu ciudad que tengan 50 años o menos. ¿Hay alguno que merezca ser conservado? Ahora no se busca la belleza. ¿Por qué?
He leído algún artículo sobre esto y seguramente hay sesudas tesis doctorales del tema. Pero yo le voy a dar un enfoque sagrado, sobrenatural, como corresponde a este blog. La belleza, o la capacidad de apreciación de la belleza, reside en el alma, es decir, la belleza proviene de Dios. Una sociedad que rechaza a Dios, que rechaza el alma, rechaza también la belleza. No es que se busque más aspectos materialistas, como la eficiencia, que la belleza. Es que se rechaza la belleza. En arquitectura este movimiento tiene un nombre adecuado: brutalismo.
Esto nos lleva a una situación como el del huevo y la gallina: una sociedad alejada de Dios crea un mundo feo; un mundo en donde impera la fealdad nos aleja de Dios. Pero como católicos, sabemos que aunque vivimos en el Mundo, no hemos de ser parte del Mundo. Y en esta instancia, luchar contra el Mundo es buscar la belleza y rechazar la fealdad. Buscando la belleza nos mejoramos nosotros y mejoramos nuestro entorno. Y no es difícil, aunque exige algún sacrificio.
Escucha música bella; no escuches la música horrible que tanto impera. Deléitate ante un cuadro bello; no vayas a un museo de arte moderno. Compra muebles bonitos; rechaza los muebles funcionales que no tienen alma. Viste bien incluso si sólo sales a pasear; guarda las camisetas y los pantalones raídos para pintar la casa o trabajar en el jardín o el huerto.
En el fondo lo que quiero decir es que busques la belleza siempre, pues Dios está en ella. Arréglate antes de salir de casa; escribe con buena letra; pon un poco de cuidado al cocinar y presenta bien los platos; no leas artículos y novelas que no busquen elevar el alma; no mires los programas que buscan el escándalo y la maledicencia… Busca que haya más belleza en tu vida por la noche que la que había por la mañana. Y así tú y tu entorno estaréis más cerca de Dios por la noche de lo que lo estabais por la mañana.
Buenas noches,
ResponderEliminarConcuerdo con usted en muchos puntos, y a raíz de su publicación me ha dado por pensar de dónde viene la belleza, y qué entendemos las personas por belleza.
Entiendo que la belleza viene de Dios, pero Dios la materializó al mundo con la naturaleza, por tanto, entiendo que, ya que no podemos ver a Dios pero sí podemos ver a la naturaleza, la referencia que tenemos para percibir lo que es bello de lo que no lo es es la naturaleza.
La naturaleza y el hombre son creación de Dios, ambos bellos, primero hizo a la naturaleza, el paisaje, y una vez lo tuvo al sexto día crea al hombre. Así pues, por puro instinto nos tienen que gustar aquellos elementos que en cierto modo nos recuerdan o se extraen de la naturaleza. Nos gustan los muros de piedra, las columnas estriadas y con capiteles con motivos florales, o unas vigas vistas de madera.
En cuanto a la decadencia de lo bello, creo que las sesudas tesis se podrían resumir con "Dios dinero", y no lo lamento excesivamente, pues si bien es cierto que con el paso del tiempo hemos perdido en belleza, hemos perdido en "Dios cristiano", lo hemos ganado en calidad de vida, ya que con menos dinero una familia puede permitirse una casa decente, quizás no bonita pero sí habitable, y no le queda otra opción, pues lo ideal o lo bello para nosotros requeriría de más mano de obra y materiales más caros, y no sería accesible para la familia. Lo mismo aplica para la ropa, ¿Cuántas camisetas o pantalones puede alguien comprar por el precio de un traje bueno?
En la música, lo bueno se recuerda y lo malo se olvida, por eso parece que lo anterior siempre es mejor. Hoy en día, en cambio, parece que lo malo se da por bueno, y se va a recordar. Música estridente, con cantantes que no tienen una voz bonita o que no pronuncian bien las palabras, o que cantan letras que no aportan nada enriquecedor. Lo bueno, en cambio, se conoce muy poco. Y no entiendo por qué.
Digamos que mi inquietud o cosa que me lleva a reflexionar y es una de las preguntas más habituales en la filosofía es que no sé hasta qué punto la belleza puede ser objetiva o subjetiva. Qué puede llevar a una persona que no necesariamente no crea en Dios o no sea practicante a gustarle unos pantalones vaqueros que ya se venden rasgados o un cuadro de Joan Miró. ¿Ven algo que nosotros no vemos? Tienen, si comparten mi visión del origen de la percepción de lo bello, sin duda otro mecanismo de interpretar a la naturaleza, lo ven con otras "gafas".
Llego a la conclusión de que dentro de lo que nosotros consideramos bello hay matices, y que tenemos que reconocer que habrá cosas que consideramos feas que pueden ser bellas para otras personas, y que ellos consideren feo algo que nosotros consideramos bello, por supuesto dentro de unos límites, como una especie de subjetivismo objetivo. Porque nacemos en un entorno y un contexto diferente al otro que nos hace tener otras "gafas". Sin duda en la música obscena hay un claro alejamiento a Dios, pero no lo veo así en según que casos como por ejemplo en un mueble de los modernos, recto y sencillo. Pede que no tenga alma por sí mismo, pero puede que ese mismo mueble colocado junto con otros muebles de igual o diferentes tonos y colores hagan a alguien ver en él belleza, como el que observa los diferentes tonos de verde de un bosque y en ello encuentra el placer visual.