El tema de este blog es que las cuestiones sagradas (en particular de la religión católica) se están convirtiendo para casi todos en algo terrenal y mundano. Y al llegar la Navidad pensé, «¿Qué ejemplo mejor hay de algo sagrado que se ha convertido en algo mundano?» Y llevo un rato delante del teclado y me estoy dando cuenta que, gracias a Dios, la Navidad no se ha convertido en algo terrenal.
Sí, las fiestas se han convertido en una bacanal consumista. Lo central es comer y beber, estar con la familia, regalos costosos. Las decoraciones son de campanas o curvas abstractas. Ahora decimos «Felices Fiestas» e incluso eso de forma poco sentida. Las decoraciones que se ven más son luces, árboles o esos odiosos y horteras Papa Noel colgando de las paredes. Pero no es que la Navidad se haya convertido en algo terrenal, es que la Navidad ha desaparecido de nuestras calles y muchas de nuestras casas.
¿Y por qué no se ha eliminado sólo lo sagrado de la Navidad? Mi conclusión es que no se puede. Si miras lo que celebramos desde un punto de vista sagrado, tenemos a Dios que se hace hombre naciendo de una virgen. Pero si lo intentas mirar desde un punto terrenal, lo que te encuentras es tan absurdo que no te puede entrar en la cabeza. Y lo apartas.
Intenta crear una historia de Dios que viene a la Tierra. Lo primero que te viene a la mente (o lo primero que me vino a la mente a mí) es a Dios viniendo desde los cielos, como en una nave espacial, de forma luminosa y atronadora, y que en primera instancia llena al mundo de terror y después nos juzga o nos da instrucciones o algo así (sí, ya sé: esto es poco más o menos la película Ultimatum a la Tierra. No tengo mucha imaginación). La segunda posibilidad es pensar en Dios viniendo a la Tierra de incógnito durante un par de semanas para entender mejor qué es esto de ser hombre o cómo es la vida en la Tierra o para arreglar algo pero sin que se note. Viene disfrazado de hombre, pero no es realmente un hombre y es ya adulto. Esto es ridículo pues Dios, siendo omnisciente, no tiene ningún motivo para hacer esto.
Todas las historias plausibles que me vinieron a la cabeza eran así.
¿Qué hizo Dios? No vino como hombre, no vino como niño. Vino como… no sé, ¿célula? pasó por toda la gestación dentro del vientre de la Virgen y nació como todos nacemos. Dios pasó nueve meses en el vientre de una mujer. Dios, el omnipotente, el omnisciente, el principio y fin, Dios. Nueve meses haciéndose hombre célula a célula. Esto o lo crees por la fe o es tan absurdo que no te entra en la cabeza. Y después nace. De parto. Además en un pesebre. Y después está lo que no aparece en los Evangelios: tiene hambre y frío, se mea encima, tiene irritaciones por los pañales, le salen los dientes, pasa enfermedades, aprende a caminar, a hablar. Dios elige pasar por todo eso para ser en todo como nosotros. O nosotros en todo como Dios.
Si piensas en la Navidad de forma religiosa, como algo sagrado, te maravillas, te postras de rodillas y le adoras. Si lo piensas de forma profana, te lo quitas rápidamente de la cabeza y te apresuras a comer más turrón y a beber más cava. Se pueden hacer fiestas a finales de diciembre sin mencionar a Jesús para nada, pero la Navidad es un absurdo tal que no puede convertirse en algo terrenal. Es puramente sagrado.
La Navidad es el principio del ser religioso y demasiado para el ser terrenal.
Os dejo con una foto de un rincón de nuestro Belén mallorquín. Feliz Navidad a todos, y que el niño Dios nazca en vuestros corazones una vez más.
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