Esta falsa narrativa, como tantas otras, se centra en lo terrenal: dinero, bienestar, libertades civiles. Si seguimos la lógica de esta narrativa llegamos a la conclusión que no necesitamos religión porque el estado cumple ahora esta función. Y así se entiende el discurso de primacía del estado de Hillary Clinton (y casi todos los políticos) que comenté en una entrada anterior.
Gracias al Coronel Pakez (@pakez) descubrí a Michael Voris (@Michael_Voris) y la web de Church Militant. Y en ella la visión tradicional de la salvación que predicaba la Iglesia Católica. He leído y oído allí palabras que ya no se escuchan en las iglesias: alma (¿a que hace tiempo ningún cura os habla de vuestra alma?), eternidad, pecado mortal, infierno, diablo, condenación, lucha espiritual, confesión, penitencia.
Por eso no sentimos necesidad de salvarnos: porque nadie nos ha dicho que hay un peligro real de condenarnos. No es porque somos ricos, estamos sanos y tenemos derechos civiles. Es porque no nos han explicado que el diablo acecha nuestras almas, que nosotros somos muy poco para el diablo y que sin la ayuda de Dios estamos perdidos.
Recuerdo como en clase de religión el P. Fermín nos decía que el cielo era una certeza, pero no se sabía si el infierno existía. No sé de donde sacó eso, porque en los Evangelios Jesús una y otra vez habla del infierno y del peligro de condenarnos. Sin ir más lejos, cuando habla del Juicio Final (Mt. 25; 31-46) que acaba "Estos irán al castigo eterno, y los justos a la Vida eterna". El infierno existe.
No basta con ser cumplidor: a los fariseos, muy devotos y cumplidores, les llamó "sepulcros blanqueados". Ni con no ser malo: en la parábola de los talentos (Mt 25; 14-30) al que guardó con cuidado el talento para no perderlo, pero que no hizo ningún bien con él le dice "Echen afuera, a las tinieblas, a este servidor inútil; allí habrá llanto y rechinar de dientes." La vida es una lucha espiritual continua. Es una lucha contra el diablo cara a cara cada día y en cada momento. Y sólo puedes ganar en esta lucha si tienes a Dios a tu lado. Si luchas solo estás perdido. Si lo haces con Dios, estás salvado.
Si no nos damos cuentas de que el mal existe, que lo tenemos dentro, que el diablo nos acecha todo el rato y que si no luchamos constantemente por nuestra alma la vamos a condenar al fuego eterno, si no creemos todo eso, no podemos salvarnos. No es que nos vayamos a convertir en asesinos y violadores, simplemente nos quedaremos cómodamente en el sillón viendo la tele. Y muy cómodamente acabaremos en el infierno.
Esta visión tradicional no asusta. Esta visión despierta. No asusta porque tenemos a Dios a nuestro lado y si Dios está con nosotros, ¿quién estará contra nosotros? (Salmo 27, Rom 8:31). Si luchamos, la victoria es segura. Paradójicamente, darme cuenta que mi alma está en peligro constante me ha vuelto más tranquilo y alegre. Hay que luchar sin parar con las armas que Dios nos da. ¿Qué armas? En mi caso, entre otras cosas:
- La Eucaristía. Todos los Domingos y Fiestas y siempre que puedo entre semana.
- El rosario. Diariamente.
- Visitando el Santísimo. Soy adorador y tengo mi turno semanal. Y voy más si puedo.
- Oraciones variadas a lo largo del día. Rezo un breve oración antes de empezar cualquier tarea. Por ejemplo, antes de estudiar, esta preciosa oración de Sto. Tomás de Aquino. Y me he dado cuenta que se reza muy bien en la parada del autobús, mientras esperas.
- Confesión frecuente. Nunca me había gustado la confesión. Y he estado quizá 20 años sin confesarme. Ahora, a las dos semanas de la última confesión me siento incómodo y en necesidad del sacramento.
- Lectura de la Biblia. En mi caso me gusta leer las lecturas de la misa del día. Cada mañana, antes de ir al trabajo.
- Otras lecturas religiosas. En este momento estoy leyendo Suma contra los gentiles de Sto. Tomás de Aquino. También me gusta Chesterton.
- Visitas a webs religiosas como la mencionada Church Militant, donde encuentro más lecturas y videos.
Alguno se estará preguntando: «¿Esto no te convierte en un fariseo?¿No te falta la caridad y las buenas obras?» Naturalmente que faltan. No lo he puesto en esta lista porque el orden debe ser este: cuida tu alma y este cuidado te llevará a la caridad. La oración, la adoración, las lecturas y el tener a Dios permanentemente presente me obliga a meterme en el mundo y ayudar a los demás. El otro camino, el de la caridad sin pensar en tu salvación, la «caridad loca» que describe Juan Manuel de Prada, es un camino que no necesariamente lleva al cielo.
No estamos salvados. Necesitamos a Jesús salvador a nuestro lado para salvar nuestras almas. Sin Él, nuestras almas están condenadas al fuego eterno. La lucha espiritual continua, con la oración, la Eucaristía, la adoración, el estudio y las otras armas que Él nos da, hace la vida una aventura excitante. Mucho más atractiva que la que sale de "el infierno no existe". Y asegura la salvación eterna.
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