domingo, 25 de agosto de 2024

Sumisión e importancia

 La segunda lectura de este Domingo (XXI del tiempo ordinario, ciclo B) es de la carta de S. Pablo a los Efesios y es la que da tantos dolores de cabeza a los sacerdotes en la homilía, sobre todo por la frase “Las mujeres [sed sumisas] a sus maridos, como al Señor; porque el marido es cabeza de la mujer, como Cristo es cabeza de la Iglesia”. 

Nuestro sacerdote, en la homilía, no rehuyó el tema, pero fue bastante previsible: que si hay que entender esto en el contexto histórico, que si debemos centrarnos en el mensaje fundamental y no en las formas, etc. Ese era mi forma de entender este texto en el pasado, pero ahora no. Como escribí en una entrada anterior, creo que la Biblia hay que entenderla de forma mucho más literal que interpretada. Esta forma interpretada y contextualizada no es lo que nos quiere decir Dios a través de S. Pablo en este fragmento, sino que es la forma en la que el Mundo entiende este texto.

Una visión mejor la obtenemos si leemos la encíclica sobre el matrimonio Casti Connubii, del Papa Pío XI. El número 10 parte de este texto de S. Pablo y nos dice que toda familia necesita de cabeza y corazón. La cabeza es el hombre, pero el corazón es la mujer. Ambos son imprescindibles: el marido para gobernar, la mujer para amar. Esta es una visión mucho más adecuada. Y puestos a comparar, que preferís, ¿una persona con cabeza y sin corazón o una persona con corazón y sin cabeza? Lo segundo, ¿verdad? Pues eso.

La cabeza no es más importante que el corazón, lo que es, es más visible. Y para el Mundo visibilidad es importancia. Pero para Dios, no: el más importante es el menor de todos, el servidor. 

Y no es sólo cuestión del papel de las mujeres en la sociedad. Pasa tamibén con los hombres: el importante es el Obispo, el Cardenal, el Papa. Tonterías.  Los grandes obispos, como S. Agustín o S. Pío X, no querían ser obispos: lucharon lo que pudieron para no serlo. S. Juan Mª Vianney ni siquiera quería ser cura de Ars: pidió mil veces a sus obispos que lo dejaran ir a un monasterio a vivir en soledad para hacer penitencia por sus pecados (nunca se lo concedieron). El ambicioso que quiere ser obispo es demasiado soberbio para este puesto. Probablemente será muy alabado por el Mundo, pero será un pésimo obispo.

Y en el fondo esto lo sabemos: si necesitamos oraciones, por ejemplo para una enfermedad seria, no se los pedimos a los obispos o cardenales, sino a las monjas de clausura, porque sabemos que ellas son escuchadas por Dios. (Si necesitáis oraciones de monjas de clausura podéis pedirlas en la página web de la Fundación deClausura, y ya puestos, hacer un donativo).

Cuando el Mundo pide importancia, pide alguien que salga en los medios o alguien que gane mucho dinero: busca a una persona visible. El importante para Dios es poco visible, como la Virgen. La búsqueda de importancia mundana lleva a la soberbia, la búsqueda de importancia ante Dios lleva a la humildad. No quieras ser visible, sé servidor. Lo que es mucho más difícil.

Si algún sacerdote lee esta entrada, le pediría que la próxima vez que comente este texto de la carta a los Efesios, se centre en esta idea: El importante para Dios es el servidor de todos y la buena esposa es muy importante porque es la gran servidora de la familia. 


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