Los santos han de ser una gran inspiración para nosotros: nos dan ejemplo en el camino a seguir pero también nos muestran sus debilidades. Cuando era niño era normal encontrarte en revistas o en el libro de lecturas del colegio relatos y anécdotas de la vida de los santos. O ver películas de sus vidas por la televisión. Hoy, como tantas otras cosas, esto ha desaparecido. Es esta serie voy a contar pequeñas estampas de vidas de santos, algunos conocidos, otros prácticamente desconocidos, que me han ayudado. Empiezo con uno de Sta. Faustina Kowalska.
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Sta. Faustina Kowalska es una santa polaca que nació en 1905 y murió de tuberculosis en 1938. Entró en el convento de la Congregación de la Madre de Dios de la Misericordia en 1925. Desde niña oía a Dios y ya de monja tenía frecuentes visiones y conversaciones con Jesucristo. Él le ordenó que escribiese un diario para apuntar lo que le fuera diciendo. Sus visiones no le granjearon favores, sino más bien incomprensión e incluso envidias. Tuvo, sin embargo, el apoyo de sus confesores, que trabajaron mucho para fomentar la devoción al Cristo de la Divina Misericordia. Entre otras cosas consiguieron pintar un cuadro que representara una visión que ella tuvo. De ese cuadro sale la imagen, hoy muy conocida, del Cristo de la Divina Misericordia:
Después de muerta tuvo la ayuda de otros sacerdote polaco, Karol Wojtyla, que estuvo al mando de la comisión para su beatificación. Una vez convertido en el papa Juan Pablo II, la hizo santa y dispuso que el domingo después de Pascua fuera la fiesta de la Divina Misericordia.
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La estampa que quiero comentar tuvo lugar cuando aún era novicia y está descrito en su diario, en el número 28. En una de sus conversaciones con Jesús éste le dijo que fuera a ver a la Madre Superiora y le pidiera permiso para ponerse un cilicio durante una semana. Ya sea porque no le atraía la idea del cilicio o porque le diera apuro pedírselo a la Madre Superiora, no fue. Jesús al final le tuvo que preguntar “¿Hasta cuándo lo vas a aplazar?” Y resolvió ir al día siguiente.
Este es el primer punto que llama la atención. Una santa, que había recibido una visión directa de Jesús donde le daba una orden, la fue posponiendo todo lo que pudo. Esta estampa me da un cierto consuelo cuando yo, que no tengo visiones y no soy santo, voy posponiendo cosas que creo que Jesús quiere que haga. No es que diga que posponer las cosas que Dios quiere que hagamos está bien, sino que es algo natural, que le pasa hasta a los santos. Nos puede llevar tiempo conseguir la fuerza y el coraje para obedecer a Dios. Lo importante es que al final lo hagamos, como Cristo mismo nos enseña en la parábola de los dos hijos que el padre manda a trabajar a la viña (Mt. 21, 28–32). Sigamos con la estampa.
Al final Sta. Faustina fue a ver a la Madre Superiora y le pide ponerse el cilicio. La Madre Superiora no se lo permite. Al salir de la reunión ve a Jesús y le pregunta por qué le ha hecho asar por esto si total no iban a dejar que se pusiera el cilicio y Jesús le contesta: “No exijo tus mortificaciones, sino la obediencia. Con ella me das una gran gloria y adquieres méritos para ti.”
Y este es el segundo punto que me llama la atención. Dios no va a mirar las cosas que hagamos, sino la obediencia que tengamos. Esto lo he leído en otros sitios. Por ejemplo en el libro de S. Alfonso María de Ligorio Conformidad con la voluntad de Dios. Nos solemos preguntar ¿Qué puedo hacer? Esa no es la pregunta correcta. La pregunta correcta es ¿Cuál es la voluntad de Dios? Quizá sea hacer “algo”, o quizá no. O quizá el algo no es lo que nos gustaría. Quizá queremos tocar el piano, y Dios quiere ue el pianista sea otro y lo que nos manda a nosotros es pasarle las páginas. Y esto nos molesta, sobre todo si el otro toca mucho peor que nosotros. No hemos de buscar la acción, sino cumplir la voluntad de Dios.
Esto se explica muy bien en el poema de Sta. Teresa en su poema Vuestra soy, para vos nací, por ejemplo en el verso que dice:
Si queréis que esté holgando
Quiero por amor holgar;
Si me mandáis trabajar
Morir quiero trabajando.
Decid dónde, cómo y cuándo.
Decid, dulce Amor, decid.
¿Qué mandáis hacer de mí?
Naturalmente, hay un peligro. A diferencia de Sta. Faustina o Sta. Teresa, no recibimos visiones con órdenes claras, sino que tenemos que discernir qué es lo que Dios quiere y es fácil confundir lo que Dios quiere con lo que nosotros queremos. Hay que orar y meditar diariamente, escuchar, ser honestos (en el fondo sabemos que esto es cosa nuestra y no de Dios). Y, como escribí hace algún tiempo, podemos practicar un ejercicio para saber si estamos cumpliendo la voluntad de Dios.
Y leer vidas de santos, que nos muestra cómo lo hicieron ellos.
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