Este año se cumple el centenario de la creación del Domingo Mundial para la Propagación de la Fe, más conocido como Domund. Y uno se podría preguntar cómo es posible que después de 100 años, aún sea necesario el Domund. Yo no sé cuándo me hice esta reflexión por primera vez, pero debió ser hace unos 40 años, cuando era adolescente. Me decía que si en unos pocos años no habíamos creado una comunidad cristiana que fuera auto sostenida, es que lo estábamos haciendo mal. Y sigo pensando lo mismo. Cuando expongo esta idea la contestación siempre es la misma, la pobreza en África y en América no se va a ir en poco tiempo. De acuerdo que la ayuda a los más pobres no se va a arreglar en unos años, pero eso no es misión, eso es otra cosa. La misión, la evangelización, la creación de una comunidad cristiana estable no necesita tanto tiempo: fijaos la cantidad de comunidades fuertes que creó S. Pablo en unos 25 años. Y es la misma historia en la Europa de la Edad Media: los Papas enviaban a alguien a alguna región –S. Patricio a Irlanda, por ejemplo– y en unos años tenían una comunidad fuerte que podía empezar a crecer. Cierto que aún después necesitaban ayuda, pero la base estaba formada. ¿Por qué ahora tenemos que mandar misioneros y misioneros y más misioneros durante décadas y décadas sin que se vea un final del camino?
No soy tan soberbio para pensar que sé el por qué de este “fracaso de las misiones”, pero sí que creo que el materialismo tiene un papel importante. Si el foco de atención lo ponemos en la ayuda económica y no en la evangelización, efectivamente nos metemos en una tarea que no va a acabar nunca y no crearemos una comunidad cristiana autónoma. He hablado con misioneros y siempre hablan de la pobreza y lo mal que están, pero no de su salvación. En su blog, cuenta el P. González Guadalix el caso de un misionero que se vanagloriaba de no haber bautizado nunca a nadie. Y por una vez, no es un problema reciente, sino que viene de muy antiguo. El programa de televisión del Obispado de Mallorca, Mosaic, realizó un reportaje para conmemorar este centenario del Domund (es el primer reportaje, en mallorquín). Hablan del Domund en Mallorca de los años 50 y 60 y ya se ve que el centro de atención es la ayuda económica y no la evangelización.
Pero este año he visto signos de cambio. Por ejemplo, el lema del Domund de este año es “Bautizados y enviados”, es decir, que no vamos a misiones como personas, sino como bautizados, como cristianos. Y eso implica que, aunque naturalmente nos preocupan, nuestra intención no es resolver los problemas económicos, sino los del alma, convirtiendo a los pueblos al mensaje del Dios Salvador. Otra señal la he visto en el video que ha producido la OMP España para el Domund de este año. En la primera parte habla de lo que otros dicen, y son todo problemas económicos, mientras que en la segunda parte habla de lo que nosotros, los católicos, hacemos. Y la primera acción que indican es “Evangelizando” y aparece una monja dando la comunión. Después ya aparece la salud y la educación, pero lo primero es lo primero.
Aún falta mucho por hacer, pero es un buen primer paso, poner lo importante lo primero. Quizá un segundo paso es no preocuparse tanto por pedirnos nuestro dinero, sino nuestras oraciones. Hay que cuidarse de los más pobres y luchar contra las injusticias, pero más importante que nada es cuidarse de sus almas, de que reciban el mensaje de Jesucristo y entren por la puerta de la Vida Eterna que es la Iglesia Católica. Nuestro objetivo no es que mueran gorditos y ateos, sino que vivan para siempre, aunque no tengan todas las comodidades. Quizá lo peor que podamos hacer es convertirlos en gente como nosotros: ricos en lo material, pero con el alma moribunda.
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