Esta relación entre el templo y el turismo es compleja. Por un lado, el visitar una iglesia puede elevar tu sentido de Dios, ayudarte en tu vida espiritual. Pero por otro lado ver la Casa de Dios llena de gente que la mira como si fuera una construcción más, sin ningún decoro ni respeto, te crea la impresión que eso del cristianismo es una cosa del pasado, ya superada, y que las iglesias son bonitos recuerdo de otro tiempo.
Cuando en un viaje visito una iglesia tengo este doble sentimiento: por un lado me gusta admirarlas y ver como Dios inspira lo mejor del Hombre. Por otro lado me siento un poco un bárbaro pagano si simplemente paseo por las naves: una iglesia no está hecha para pasear. Normalmente prefiero pararme en una o dos capillas y rezar un rato en cada una. O ir a misa. Así, más que ver la iglesia, uso la iglesia tal como querían sus constructores: para acercarme a Dios.
Otro motivo que complica la relación entre templo y turismo es la económica. Cuidar y conservar los tesoros de las iglesias –incluso de las pequeñas iglesias de pueblo– es caro y el turismo es una buena fuente de ingresos. Pero cada vez que veo una taquilla a la entrada de un templo me viene a la mente el «Mi Casa será Casa de Oración, pero vosotros la habéis hecho una cueva de bandidos» (Lc 19, 45).
Acabo de venir de unos días de turismo y he visto cómo han resuelto en varios sitios esta difícil relación. Describo cinco casos (tanto de este viaje como de anteriores) y acabo con algunas reflexiones. De mejor a peor:
- Catedral de S. Martín (Bratislava, Eslovaquia). A la entrada de la Catedral hay un cordón y un cartel en eslovaco e inglés. En el cartel te indica cuándo es el próximo horario de visita turística. Es decir, que la Catedral está por lo general reservada al culto y sólo a ciertas horas puedes deambular libremente. El cordón no te impide la entrada, por lo tanto puedes entrar a rezar cuando quieras. Dentro de la Catedral hay una capilla con otro cartel que indica que es exclusivamente para la oración: incluso en las horas de visita turística, no se puede entrar para simplemente verlo.
- Catedral de S. Esteban (Viena, Austria). Esta Catedral está abierta al turismo. Pero hay una verja y en horario de misas (por ejemplo todo el Domingo por la mañana) la cierran. Hay una puerta (vigilada) para los que quieran ir a la Misa: en horario de misa sólo se puede visitar turísticamente una pequeña zona en la parte posterior. En esta Catedral (como en casi todas las iglesias de Viena) se hacen conciertos de pago en verano. Es decir, que ciertos días y a ciertas horas deja de ser iglesia y se convierte en simplemente una sala de conciertos.
- Münster de Ulm (Ulm, Alemania). Este es un templo luterano. Hay que pagar para subir a la torre (la más alta torre gótica del mundo), pero la entrada al templo es libre, a menos que haya un concierto. Una vez estuve en un acto de oración, que descubrí con sorpresa que era una oración grabada y que simplemente soltaban por los altavoces. No había ni sagrario, ni altar, ni celebrante, ni nada que te centrara. Me pareció muy protestante (ya sabes, no hay Iglesia ni sacerdotes y lo que se pretende es que cada uno tenga una relación personal con Dios). Los pocos que rezábamos estábamos desperdigados por el enorme templo y el que hubiera gente deambulando no quitaba devoción ni solemnidad (pues no había nada de eso para empezar).
- Iglesia de S. Carlos Borromeo (Viena, Austria). En este hay que pagar entrada, tanto si hay concierto como si no. Al entrar te encuentras con andamios, escaleras e incluso un ascensor, todo a la vista en medio de la nave. Al principio pensé que estaban en obras, pero no: pusieron los andamios para una restauración de los frescos de la cúpula, pero al acabarla los dejaron y ahora puedes subir a ver los frescos de cerca e incluso llegar a lo más alto de la cúpula para ver las vistas de la ciudad. Ha dejado de ser una iglesia para convertirse en un museo y una atalaya. Como en Bratislava, hay una pequeña capilla reservada a la oración. Me dejó desazonado: han desalojado a Dios de su grandiosa casa y lo han arrinconado en una pequeña capillita.
- Catedral de Salamanca. Hay que pagar para entrar. Mi mujer y yo fuimos a misa un domingo y los de la empresa explotadora de la Catedral nos hicieron esperar a la entrada hasta unos 5 minutos antes de que empezara la misa. Un empleado nos condujo a una capilla lateral. En cuanto el celebrante nos dio la bendición final –y aún estaba sobre el altar– el empleado nos empezó a hacer señas de que saliéramos. En el camino de salida una persona se paró un segundo a mirar una escultura y le dijo que no se parara y que no mirara el arte. Y aunque el que fue religiosamente impresentable fue el empleado de la empresa explotadora, el obispado tiene que saber lo que se está haciendo: como poco el celebrante de la misa tuvo que ver al empleado echándonos cuando la misa aún no habia acabado del todo. Una vergüenza.
¿Qué se puede hacer? Es un problema complejo sin una solución clara. No considero que cerrar las iglesias para cualquier cosa que no sea culto sea una solución. No creo que a Dios le gustara que cerráramos el paso de su casa a sus hijos no creyentes.
Empezaría por distinguir el templo en sí, el lugar sagrado, de otras dependencias como museos o torres. Estas dependencias no sagradas pueden tratarse como culaquier otro atractivo turístico: cobrar entrada, dejar deambular libremente, hacer fotografías, etc. Si es necesario, sí que se debería hacer un poco de obra, para que la entrada a estas dependencias no fuera a través de la iglesia.
Para la iglesia en sí propongo lo siguiente:
- No se cobra entrada.
- No se permite la entrada durante las misas, aunque la misa sea en una capilla lateral. Para ello debe haber alguien en la puerta advirtiendo a los turistas de que sólo se puede ir a la misa e invitando a marcharse a los que estén deambulando por el templo.
- No se permite la entrada si no se va adecuadamente vestido. La discusión de qué significa «adecuadamente vestido» lo dejo para otra ocasión. Se pueden tener unas capas que se prestan gratuitamente a los turistas que no cumplen la normativa.
- No se permiten fotos. Al menos no con flash.
- Finalmente, la entrada al templo se hace a través de una sala –donde se puede resolver cualquier problema de vestimenta que tenga el turista– en donde un sacerdote o diácono les explica lo que es un templo católico, el comportamiento que se espera de ellos y se les bendice con una breve oración. Y si alguien protesta y no quiere asistir a la oración o no quiere que se le bendiga, se le explica que su alma no está preparada para entrar en un templo.
No son soluciones difíciles, no se impide ni se dificulta grandemente la entrada a nadie que quiera entrar en un lugar sagrado y se les prepara su alma para aprovechar mejor la presencia de Dios.
No hay comentarios:
Publicar un comentario