miércoles, 5 de abril de 2017

¿Latín o lengua vernácula?

Hace cuatro años fui de vacaciones a Lourdes con mi familia. Íbamos a misa a la Gruta por las mañanas y a las procesiones de la tarde o la noche, además de visitas a las basílicas, vía crucis, etc. En Lourdes hay gente de todo el mundo. Hay sobre todo franceses, italianos, españoles y germanos (alemanes y holandeses). Y en las procesiones y actos se reza y canta en todos estos idiomas. Y en latín. Y me impactó notar que el volumen de los cantos y rezos en latín era claramente mayor al de cualquier otro idioma. Parecía que había más franceses o italianos que cantasen en latín que en su propio idioma. El latín nos unía.

Los que seguís mi otro blog, Oración de hoy, habréis notado que si existe, pongo el rezo en latín y en español. Todo viene de esos días. Aprendí el Padre Nuestro y el Ave María en latín, estoy aprendiéndome el Credo. Algunos días, durante el rezo de laudes o vísperas rezo el Benedictus o el Magnificat en latín. Y últimamente estoy yendo a una misa tridentina, también en latín. Para mis oraciones personales hablo con Dios en español, pero para las oraciones que hago con toda la Iglesia, estoy convencido que deben hacerse en latín.

El latín era (y supongo que aún es) el idioma de la Iglesia Católica y que usaban todos. Mi madre, mujer de pueblo que se casó sin el graduado escolar, aún se sabe de carrerilla la letanía del rosario que aprendió de niña (Mater Christi; ora pro nobis. Mater Eccleasiae; ora pro nobis…). Ahora dudo que los curas sepan ya latín. Un ejemplo: en la misa de la Fiesta de la Asunción de hace dos veranos nos pusimos todos a cantar la Salve en latín, excepto el párroco, que no se la sabía.

Tiene su lógica cambiar la liturgia y los rezos comunes a lengua vernácula: así sabes lo que dices y no se convierte en un conjuro mágico. También entiendes lo que dice el cura en misa y se convierte en algo en lo que puedes participar. No son malas razones, aunque son razones de corte terrenal y que no tienen mucho peso. Las oraciones son fijas y se puede leer la traducción en lengua vernácula. Incluso si no entendiera cada palabra del Padre Nuestro cuando lo rezo en latín, sé qué es lo que digo. Y en misa se siguen unas fórmulas concretas todas las semanas.  Estaban los misales con las traducciones y si estás interesado, a las pocas semanas sabes lo que dice el cura en cada momento. Y si no estás interesado, da igual en qué idioma lo diga, que no lo vas a seguir. Cuando estoy distraído (desgraciadamente demasiado a menudo), puedo seguir toda la misa y responder a todo sin dejar de pensar en lo que sea que esté interfiriendo con mi devoción.

Hay dos muy buenos motivos, de corte sagrado, para resucitar el latín como lenguaje común de la liturgia de la Iglesia Católica. Uno es de unidad de los católicos. Como vi en Lourdes, el latín une a la gente en una única Iglesia. Te sientes más cercano a los demás si puedes unirte a sus rezos. Necesitamos un idioma común y por tradición ha de ser el latín. Además, es el único idioma que, al no ser de nadie, es de todos.

El tener una misa en el que hubiera un esqueleto en latín ayudaría a que todos los católicos, no importa de dónde fuéramos nos sintiéramos más unidos. Turistas, inmigrantes, viajeros, tendríamos algo en común durante las celebraciones. Quizá baste con el Kyrie (Señor ten piedad), el Credo, el Sanctus, el Pater Noster, el Agnus Dei (Cordero de Dios) y alguna respuesta más. Además «Dóminus vobiscum; Et cum Spiritu tuo» es más bonito que «El Señor esté con vosotros; Y con tu espíritu». Y mucho más bonito que «The Lord be with you; And with your spirit». Y si además lo adornamos con cantos comunes, por ejemplo los de la Missa de Angelis, podríamos cantar juntos. El latín nos ayudaría a ser uno, como nos pidió Jesús.

El segundo motivo es más profundo e importante. El latín es el idioma de Dios. Cuando rezo la liturgia en latín yo salgo de mí y voy a Dios. Es un esfuerzo que hacemos todos para acercarnos a Dios. En cambio si rezo la liturgia en lengua vernácula, yo me quedo donde estoy y espero que Dios venga a mí.

Esto pensamiento me vino a la mente el domingo pasado, durante la misa tridentina. Al responder en latín me sentí movido hacia Dios, cercano al altar donde estaba Jesús presente. Quizá influya el que uses un idioma que sabes que Jesús oía. Por lo que sea, el salir de tu idioma y usar el de Dios cambia tu actitud. Lentamente, pero de una forma poderosa: tú importas menos; Dios importa más.

Para los momentos más personales de comunicación con Dios, es lógico usar el idioma en el que te sientes más cómodo. Pero para la liturgia, con oraciones fijas y en el que estamos todos unidos, el latín te identifica como católico y te une a la Iglesia, te aleja de ti y te acerca a Dios.



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