miércoles, 26 de octubre de 2016
Adoración perpetua
Me he "apuntado" a la adoración perpetua de las Misioneras del Santísimo Sacramento y María Inmaculada y el viernes hice mi primer turno. Para los que no sepan qué es esto de la adoración perpetua: hay un acto que antes se hacía frecuentemente (típicamente los viernes) y ahora apenas nunca, que es la exposición del Santísimo: Cristo, en forma de Hostia Consagrada, se mete en una custodia (eso que se ve en la foto de arriba) y se pone sobre el altar para la la adoración y oración de los fieles. Estos actos típicamente duraban una hora. La adoración perpetua es lo mismo, pero perpetuo: Cristo está expuesto y disponible siempre, todo el día, todos los días. Un grupo de voluntarios nos encargamos de turnarnos de manera que la capilla siempre esté abierta y Dios siempre esté acompañado.
Descubrí el sitio por una serie de "casualidades" en las que sospecho que el Espíritu Santo intervino. Fui por libre durante un mes y decidí pedirme un turno para colaborar. Estaré allí todos los viernes de 21:00 a 22:00. En mi primer turno la hora se me hizo corta y salí con un gozo y una paz especiales. Estar una hora en la Presencia Real de Cristo es una experiencia gratísima.
Porque es la Presencia Real de Cristo. No es un símbolo o una imagen. En el el número 1374 del Catecismo de la Iglesia Católica lo dice bien claro: «En el Santísimo Sacramento de la Eucaristía están "contenidos verdadera, real y sustancialmente el Cuerpo y la Sangre junto con el alma y la divinidad de nuestro Señor Jesucristo, y, por consiguiente, Cristo entero" (Concilio de Trento: DS 1651). «Esta presencia se denomina "real", no a título exclusivo, como si las otras presencias no fuesen "reales", sino por excelencia, porque es sustancial, y por ella Cristo, Dios y hombre, se hace totalmente presente» (MF 39).»
Esta diferencia es fundamental y cuesta entrar en esta creencia. Cuando estoy en la capilla estoy con Jesús, con Dios. Allí. Lo veo. Está conmigo. Cuando esto te entra en tu cabeza y en tu corazón este acto de adoración es especial y transformador.
Desgraciadamente la Iglesia Católica se ha contagiado de la visión protestante, mucho más secular y mundana, de que el pan y el vino son (a lo más) meros símbolos de Cristo y la misa una simple rememoración de la Última Cena. Adorar un trozo de pan es ridículo. No es lo que hacemos. Y la prueba de que no lo es es que es imposible que centenares de personas en Palma (y millares en el mundo) nos comprometamos a acompañar a un mero símbolo de forma ininterrumpida. Y que centenares más vengan a estar allí. Porque una cosa que me asombró desde el primer día que fui es que hay un constante ir y venir de gente que viene un rato. Incluso niños. Y la capilla ni es céntrica ni está en un lugar de paso.
Allí hay algo especial y sagrado y muchos lo percibimos. Y si no me crees, busca una adoración perpetua en tu ciudad y vete a estar un rato allí. Te cambiará.
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